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HISTÓRICO
“¡QUÉ ORGULLO QUE SEAS MI PAPÁ!”
  • "¡QUÉ ORGULLO QUE SEAS MI PAPÁ!" |
    "¡QUÉ ORGULLO QUE SEAS MI PAPÁ!" |
Por ELBACÉ RESTREPO | Publicado

Fue mi primer amor, a primera vista. Llegó a mi vida cuando yo tenía doce años y las hormonas en pleno desarrollo. Me enamoré de él perdidamente: de su voz, de su pelo, de su cuerpo, de las frases que decía y de cómo las decía. Todavía recuerdo de qué manera "me" decía linda y siento que se eriza mi piel.

Estuvimos juntos tanto tiempo que en mi cabeza se instaló un sueño insistente, aunque un poco inalcanzable: que fuera el papá de mis hijos y pasar con él el resto de mi vida. Fue un amor intenso, pero dulce e inocente, como solíamos ser los adolescentes hace más de treinta años.

Él era un poco mayor, pero nada de distancias insalvables, apenas diez años y un océano, hasta que me llegó un susurro que debilitó el amor hasta matarlo: No sabía si le gustaban los hombres o las mujeres. Y así las cosas, con una tristeza infinita, abrí la puerta de mi corazón y lo dejé salir, sin traumas ni rencores. Miguel era su nombre, de apellido Bosé. Fue la primera vez que conocí el despecho, pero no sería la última.

Después llegó otro amor, este sí de la vida real, más cercano a mi edad y al vecindario, corpulento y bien plantado, como sembrado en tierra de capote, y a la usanza de entonces me pidió la arrimada. Mientras él caminaba tomado de mi mano yo levitaba, de tal tamaño era la traga. Hasta una noche de visita, cuando mencionó los deberes que haría al llegar a su casa: "…me lavo la dentadura y a dormir". ¡La dentadura… ¡Cómo podía alguien emplear una palabra tan horrible… Lo miré, sigilosa, y su rostro, tan bello, había sido cambiado por la cara de un caballo. ¡Adiós al amor…

Reconozco que el uso de un término para mí deslucido no es una razón de peso para descalificar a alguien, pero las minucias también cuentan a la hora del amor, y mucho. No se trata de buscar un príncipe azul que sople a nuestro paso, pero tampoco hay que conformarse con sapos desteñidos.

No existen catálogos para pedir por internet al hombre ideal. Y si bien la perfección está por fuera de cualquier filtro que impongamos, no cae nada mal cierta integralidad en esa persona con la que entablamos una relación que de repente puede tomar giros tan determinantes como compartir la vida, tener hijos y resistir juntos el paso del tiempo.

"No se case con el primero que se le pare por delante", dijo mi mamá y le hice caso. Por eso puse pies en polvorosa muchas veces: cuando apareció el casado; el borracho, celoso y manipulador; el aprendiz de mafioso; el que tiraba vicio; el violento y el conquistador que las quería a todas para él. Claro que no faltan las que precisamente así es cómo los buscan. Y los encuentran.

Sin embargo, creo que el mejor papá no lo elige la mamá, sino que lo validan los hijos. Y no importa que no cante ni en la ducha o que no sea el más refinado en sus costumbres. Siéntase el mejor papá del mundo si en un día como hoy, alguien se acerca y mirándolo a los ojos le dice: "¡Qué orgullo que seas mi papá…".

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