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El 5 de agosto Sebastián Piñera se encontraba en Ecuador cuando recibió la noticia sobre los 33 mineros atrapados en Chile. Al día siguiente, desde Bogotá (había llegado para la posesión de Juan Manuel Santos), regresó a Chile y se hizo cargo de la situación. Contrario a muchos escépticos sobre la suerte de los mineros, Piñera mostró una enorme confianza, desde el principio, que podrían ser rescatados. Afincó el prestigio del comienzo de su mandato en el éxito de la resolución del rescate de un accidente que consumió la atención de la nación y el mundo.
Felizmente para todos, 69 días después la apuesta de Piñera le salió mejor de lo que cualquiera hubiera anticipado. Mostrando un agudo sentido político, liderazgo y las herramientas necesarias que lo hicieron un exitoso empresario. Piñera movilizó los recursos tecnológicos y humanos esenciales para llevar a cabo una milagrosa operación de rescate. Al final, todos salieron ganando.
Esta notable historia humana mejoró la ya favorable imagen que poseía Chile a nivel internacional. En la cara de una potencial tragedia, esta nación demostró una impresionante disciplina, eficiencia y confianza en su habilidad de enfrentar hasta el más difícil de los desafíos. Es difícil imaginar a otra nación, no importa lo desarrollada que esté, haciéndolo mejor.
A través de los años Chile ha registrado el mejor rendimiento económico de América Latina con un consistente índice de crecimiento y también con una importante reducción de los niveles de pobreza. Políticamente, los chilenos trazaron una ordenada transición desde el final del régimen militar de Augusto Pinochet en 1990 a dos décadas de un gobierno de centro izquierda de la coalición. Y ahora se han movido tranquilamente a la administración derechista de Piñera. Estos pasos han reflejado la fuerza de las prácticas democráticas y de las instituciones del país.
Para Piñera el impulso político del rescate minero ha sido enorme. El diario La Tercera de Chile reportó que el 84 por ciento de la población aprueba el manejo que Piñera le dio a la crisis. También hay signos que esperaba la Presidencia como resultado, no sólo por el accidente minero sino por los efectos del terremoto en febrero. Piñera puede estar inclinado en adoptar una postura más populista apelando a las necesidades de los más pobres de la nación. Prometió estrictas regulaciones y mejores condiciones para la industria minera. Puede utilizar el incremento en su capital político para lidiar con las altas tasas de desigualdad, y los agravios de algunos sectores de la población, tales como los indios de Mapuche.
En el campo internacional Piñera, hasta ahora, ha sorprendido a muchos latinoamericanos que esperaban una línea ideológica más dura. Su relación con el presidente boliviano Evo Morales ha sido notable. Sería difícil imaginar dos polos más opuestos, tanto en experiencia como en pensamiento, que el campeón del libre mercado en Chile y el líder indígena de los cultivadores de coca en Bolivia.
Desde la posesión de Piñera el pasado mes de marzo (cuando ambos jugaron fútbol juntos), hasta la visita de Morales a la mina San José (donde uno de sus compatriotas estuvo atrapado), los líderes de los dos vecinos, que mantienen un problema limítrofe aún por resolver que data de la Guerra del Pacífico, mantienen una relación amistosa. Por ahora, en cualquier caso, el pragmatismo parece sobreponerse a las ideologías.
Los siete primeros meses de la administración de Piñera han sido instructivos. Muestran cómo es de difícil predecir el desempeño de un presidente basándose en su expediente anterior. En cambio, lo crucial es cómo un presidente responde a lo inesperado -a las crisis y las oportunidades- lo que sería la prueba verdadera de su liderazgo.