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HISTÓRICO
Jaime Restrepo Cuartas, historia de un hombre versátil
John Saldarriaga | Publicado
Jaime Restrepo Cuartas es una de esas pocas personas que tienen tantas facetas que quien no lo conozca podría creer que se trata de individuos diferentes. Es médico, escritor, educador y dirigente político.

Y lo más plausible no es eso: es que en todas se ha desempeñado con tanto éxito que quien lo conozca sólo en una de ellas creería que le destina a esa todo su tiempo.

Y seguramente eso se debe a que su padre, Luis, un hombre oriundo de San Andrés de Cuerquia, les inculcó, no solo a él, sino a todos los de la casa, el amor por el estudio. Que no dejaran de ir a la universidad. Él fue profesor del Liceo Antioqueño y vivían de su sueldo. "De modo que desde muy niño yo oía hablar de la Universidad porque mi papá trabajaba allá".

Su madre, Margarita, una mujer nacida en Medellín, siempre pendiente de sus hijos, tiene entre sus satisfacciones, que Jaime haya hecho un camino en la vida tan ligado a la Universidad en que trabajó su esposo: estudió el bachillerato en su Liceo y medicina en su facultad. Estuvo vinculado como profesor de ésta y como médico cirujano en el Hospital Universitario San Vicente de Paúl. Y después fue rector.

A propósito, en la faceta de cirujano, su nombre tiene sitio en la historia, no tanto porque ejerció la actividad durante 25 años sin perder la humildad -distinto a muchos de sus colegas que sí la dejan embolatada tal vez por las carreras con que entran y se mueven en los quirófanos-, sino por su participación en el primer trasplante renal realizado en Medellín y el primero exitoso de Colombia, por su intervención en el primer trasplante de hígado de Latinoamérica, por su participación en el primer trasplante de corazón de Colombia y por haber estado entre los que hicieron el primer trasplante simultáneo de riñón y páncreas de Latinoamérica.

En la de docente, también, porque después de haber sido profesor y decano de su facultad, llegó al cargo de rector de la U. de A., de 1995 a 2002.

Como dicta la sabiduría popular, el verdadero amigo es aquel capaz de decirle a uno las verdades, aunque le duelan. Jaime Restrepo, quien ama tanto la Universidad, ha sido siempre su crítico. De estudiante y profesor, criticaba la falta de investigación, de modo que cuando llegó a la rectoría trabajó para mejorarla. Entre otras cosas, creó la Sede de Investigación Universitaria (SIU).

En el aspecto literario tiene otro lugar en la historia antioqueña. Escribe novelas, aparte de los densos tratados de medicina (como ese impronunciable que escribió con otros dos autores: Trasplante simultáneo de riñón y páncreas con pancreaticoduodenocistostomía, en 1990) y los informes de gestión administrativa. Novelas como El cero absoluto, que narra la historia de un científico que fue congelado para que despertara mil años después, cuando el desarrollo científico estuviera más avanzado y pudiera salvar a la especie humana de un desastre. Como se ve, la ciencia acude al servicio de la ficción.

Y a todas éstas, ¿cómo es que este hombre académico y artista se fue a meter en la política, aparentemente tan distante? "Pues, porque hace años entendimos que participar en política era necesario para efectuar cambios, especialmente en materia de investigación y educación".

Es representante a la Cámara por Antioquia. Entre otros proyectos, formuló y presentó el de la Ley de Ciencia y Tecnología.

Es una ley que intenta cambiar el modelo productivo de Colombia. En sus palabras, pasar de uno que usa bienes primarios sin darle valor agregado a otro que sí lo haga. Que productos naturales como el oro, el café, las flores y los bananos, no solamente se exporten como tales sino en sus derivados.

Para esto, Colciencias será transformada en un departamento administrativo del orden nacional. Se invertirá el uno por ciento del Producto Interno Bruto (unos cuatro billones de pesos al año) en investigación, mientras que hasta hoy no pasa del 0,19 por ciento.

En fin, esta Ley y toda su trayectoria es la que tienen ahora a Restrepo Cuartas dándole la satisfacción a su madre, de 87 años, de verlo distinguido como Colombiano Ejemplar. Su papá, muerto en 1997, ya sabía que lo era.
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