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El ruido del taladro que a esa hora demolía la vieja cubierta de occidental aumentó mi desconcierto al ver en ruinas el estadio Hernán Ramírez Villegas.
La gramilla llena de maleza y levantada en un 30 por ciento, un gato muerto entre la hierba y la estatua raída del padre Antonio José Valencia, el ángel cívico de Pereira al que le rinden homenaje en ese escenario, y una pista atlética vuelta añicos, fue el panorama, a primer golpe de vista, que encontré al ingresar por el sector de maratón.
En un instante evoqué el que fuera subsede de la Copa América de 2001, del Suramericano juvenil de 2005 y de los Juegos Bolivarianos del mismo año, un estadio que era orgullo de los pereiranos. Aquel que se hizo famoso en Colombia por el vuelo de las golondrinas en los atardeceres de las jornadas de fútbol profesional.
Por fortuna y para mermar el impacto emocional había leído, en las afueras, las vallas que daban cuenta de los trabajos de remodelación por un valor de 27.000 millones de pesos, 10.840 millones aportados por Coldeportes para el cambio total de la grama con drenajes y obras complementarias, y el resto asumido por la municipalidad. Le pondrán bermuda y la entregarán en noviembre.
El desconsuelo desapareció a medida que el ingeniero Álvaro Daniel García recorría el escenario y explicaba la magnitud del proyecto y el trabajo realizado hasta el momento que, desde afuera, no se ve.
"Tendremos un estadio absolutamente modernizado, se transformará completamente", dijo, en relación con el Hernán Ramírez Villegas, construido hace 40 años.
Y con razón. El predio tiene tribuna oriental alta nueva y su parte interna será reestructurada para cumplir con las exigencias de la Fifa. En cada uno de los tres pisos habrá corredores que permitirán recorrerlo sin salirse de él. Todo el estadio tendrá cubierta metálica, desde la cual se instalará una iluminación nueva y moderna. La capacidad, estiman, será para 36 mil hinchas.
Esto sin contar con un edificio de seis pisos en el sector de occidental para ubicar palcos, oficinas y sala de prensa, entre otros servicios. Aseguran que el 85% por ciento de las obras están contratadas.
Álvaro Daniel, que tenía casco blanco y camiseta azul clara con rayas blancas, contó que el proyecto está basado en cinco fases: la primera, el sector de oriental y sur; la segunda, occidental y norte; la tercera, la cubierta; la cuarta, el campo de juego; y la quinta, las áreas exteriores. Por eso la imagen desoladora que sorprende desde el exterior.
El cronograma, cuentan, está al día. Los diseños se entregaron en septiembre de 2009, los trabajos comenzaron en enero y re juran que el 30 de marzo de 2011, la fecha límite dada por el organismo que regenta el fútbol internacional, Pereira tendrá estadio para estrenar.
Más que un evento deportivo
John Jairo Velásquez, un experimentado dirigente deportivo de Risaralda, nos acompañó en el recorrido. Y orgulloso de los avances, dijo que ser la subsede del Mundial no es sólo remodelar un estadio, "es un proyecto de ciudad, de región".
Mencionó el compromiso del alcalde Israel Alberto Londoño, quien pidió estudios para construir una estación del megabús cerca del Hernán Ramírez y mejore la movilidad, que la gente no vaya en carro particular, aunque allí tienen asegurado un amplio espacio para parqueaderos.
Velásquez agregó que para el Mundial han involucrado también aspectos educativos, culturales, viales y de salud. Piensan construir lo que ellos llaman cuatro megacolegios, le pondrán mano al hospital regional San Jorge y al aeropuerto internacional Matecaña le inyectarán 12.000 millones de pesos. A los taxistas y vendedores ambulantes les están enseñando inglés en el Sena.
En fin, con todos estos anuncios, que ojalá se hagan realidad, me volvió el alma al cuerpo y abandoné un estadio entre el ruido de taladros y almádanas y el agite de los pereiranos que, dijeron en Armenia, "son unos verracos y, seguro, cumplirán".