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No tengo duda que la mayoría de los colombianos son amigos de la terminación concertada del conflicto interno armado. Otra cosa es que algunos tengan dudas o estén confundidos, pero progresivamente esa opinión va a entender que no sólo es la salida más racional, sino además la realmente viable en un plazo prudencial. La última encuesta Gallup corrobora esto: quienes apoyan la búsqueda de solución concertada al conflicto interno armado pasó del 54 % en la última medición al 64 % de la actual y los que están de acuerdo con una mesa de conversaciones del Gobierno colombiano y el ELN se sitúan en el 68 %. Esto, sumado a la caída de favorabilidad del expresidente Uribe -un declarado adversario de estas conversaciones- y el aumento de la imagen negativa, pareciera estar asociado a esta persistente oposición y probablemente al incidente de revelar las coordenadas donde se iban a sacar del país a unos miembros de las Farc por parte de miembros del CICR y de miembros de los países garantes del proceso, poniendo eventualmente en riesgo a todos ellos.
Ahora bien, estas cifras son el ‘retrato’ de la opinión en un momento dado y se pueden modificar, al alza o la baja, dependiendo de las informaciones que la opinión reciba desde la Mesa de Conversaciones. Por ello, es de la mayor importancia que los voceros de las dos delegaciones en La Habana envíen mensajes positivos y claros de avances en la Mesa en cuanto a la construcción de acuerdos. Esa es una realidad que ojalá la asimilen con la seriedad que la misma conlleva.
Igualmente se manifiesta en otros indicadores como el interés creciente de participar en los espacios de participación de la sociedad definidos por la Mesa de Conversaciones, como el reciente Foro sobre Participación Política, o la asistencia masiva a la movilización del 9 de abril en Bogotá, o al Congreso de Paz realizado por el Congreso de los Pueblos y otras organizaciones sociales y políticas en Bogotá. Podríamos estar frente a un incremento coyuntural o a la consolidación de una tendencia de opinión cada vez más sólida.
Probablemente esto explique, en parte, la carta atribuida al excomisionado de Paz Luis Carlos Restrepo pidiéndoles a sus copartidarios que revisen su rechazo a las conversaciones de paz en curso en La Habana y más bien planteándoles la importancia de explicitar una continuidad de las mismas ante un hipotético triunfo de alguno de los precandidatos de este sector político, e igualmente llamándolos a que se retomen las conversaciones con el ELN donde quedaron después de la crisis andina de fines de 2007 y especialmente en el borrador del llamado ‘Acuerdo Base’. Recordemos que en estas conversaciones el gobierno Uribe autorizó el viaje de Antonio García, líder del ELN, a Medellín a Casa de Paz.
No hay duda de que estamos en una oportunidad excepcional de avanzar definitivamente en la terminación del conflicto interno armado -que no de la violencia- y echar de esa manera las bases para seguir en la tarea colectiva de construir una sociedad en paz.
Por supuesto que no se trata de una solución al conflicto interno armado a cualquier precio y ahí vamos a tener oportunidad de debatir en su momento cuáles son las condiciones mínimas para lograrlo, porque si bien para algunos se trata, con razón, de garantizar verdad, justicia, reconocimiento de las víctimas y reconciliación y para ello la justicia transicional es una gran herramienta, están también los que dicen estar de acuerdo con una solución concertada, pero ponen tal nivel de exigencias que en la práctica la vuelven inviable. Pero para otros sectores los acuerdos de terminación del conflicto armado debería suponer soluciones a problemas históricos de carácter estructural. Y claro, se trata de encontrar soluciones realistas para cerrar la confrontación armada, que no van ser las soluciones maximalistas.