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Eran las 10:02 de la noche y la nave central del Museo de Arte Moderno de Medellín se quedó a oscuras. Los invitados estaban frente a una pasarela negra y brillante, custodiada por rígidas columnas de colores.
La expectativa era enorme. El cierre de la feria que festejó los 25 años de Inexmoda estaba a cargo de la barranquillera, que desde hace 8 años no presentaba una colección en la ciudad.
Pasaron unos 20 minutos, lentos e increíblemente emocionantes, y el público se puso de pie para decirle a Silvia que la espera valió la pena.
La esencia Tcherassi, la de la sofisticación, estaba presente en cada ensamble. También la del refinamiento, que traza las líneas más depuradas en cada diseño, que se esmera en la perfección de los detalles (espaldas, guantes, gladiadoras de Patricia Mejía, peinados esculturales) y que tiene la precisión de adaptar tendencias universales a su propio estilo, sin hacer renuncias o concesiones. La misma que sabe que esos 20 minutos son suficientes para contar una historia. La de un regreso.
Silvia trabajó sedas y chifones, que intervino con un material térmico, que las hizo rígidas, a la manera de una escultura para vestir, sin perder su brillo. Hubo neoprenos blancos con encajes dorados, en vestidos rectos, siluetas cajón y faldas tail hem (asimétricas).
Hubo espaldas semidesnudas con detalles de construcción arquitectónica. Y hubo unas impresionantes faldas, de largo medio y gala, elaboradas en cintas de seda cola de ratón, que construyeron impresionantes momentos de movimiento y color, como solo Tcherassi sabe sugerirlos.
El lujo iba y venía, mientras las modelos se detenían en cada columna, en silencio e inmóviles, para que cada conjunto fuera apreciado como la obra de arte que Silvia soñó para su regreso.
La obra de Anna Truitt fue expresada con acierto y Silvia levantó la mano para saludar y reafirmar que sigue vigente como el gran nombre de la moda colombiana.