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El fallo de la Corte Constitucional que permite la adopción de menores por parte de parejas del mismo sexo es un triunfo para la comunidad LGTB, pero sobre todo es una victoria para los niños.
Una investigación de la Universidad de Melbourne (Australia), titulada "Estudio de la salud infantil en familias del mismo sexo: análisis retrospectivo", concluyó que la salud física y sicológica de los hijos con padres de la comunidad LGTB, es incluso mejor que la de otros niños.
El reporte, que recolectó información de 500 niños menores de 17 años de padres del mismo sexo, encontró que no hay mayor diferencia entre los hijos de las parejas homosexuales y el resto de la población en cuanto a autoestima, comportamiento emocional y desempeño social.
Incluso los niños de la comunidad LGTB tienen mejor sentido de cohesión familiar, ya que sus padres son mucho menos proclives a la separación o el divorcio, lo cual los hace tener relaciones más estables.
Ahora bien, aunque los voceros de la Corte Constitucional se han encargado de aclarar que el fallo aplica solo para el caso específico de Verónica Botero y Ana Leiderman, en la práctica esto abre la posibilidad para que no solo se den más adopciones gay bajo este modelo de padre o madre biológico y su pareja adopta a sus hijos, sino también para que cualquier persona de la comunidad LGTB pueda reclamar el mismo derecho.
La razón es que el fallo dejó sin piso el argumento de que este tipo de familia puede hacerle daño al menor. Tal y como lo dejó claro el Ministerio de Salud y lo ha demostrado científicamente la Asociación Estadounidense de Psicología y otros estudios, no existe ningún riesgo para los menores al ser adoptados por LGTB.
El riesgo es para los sectores retrógrados y recalcitrantes de la sociedad que siguen estableciendo que eso es anormal o una deformación, y por consiguiente siguen dando argumentos morales que no se ajustan a la realidad social.
Lo he dicho antes y lo repito ahora. Hasta un santo estaría de acuerdo con que niños que no tienen familia y están abandonados en centros de adopción, tengan ahora la posibilidad de tener padres o madres que los quieran, protejan, eduquen y apoyen.
Pero el procurador Alejandro Ordóñez, los conservadores y los religiosos de este país, a nombre de la moralidad, no. Ellos prefieren miles de niños abandonados sin la posibilidad de tener familias por las preferencias sexuales de sus posibles padres adoptantes. Irónico y errado.
Sobre todo porque, como lo dice el fallo de la Corte, la orientación sexual de los padres no tiene ningún efecto negativo sobre los hijos, ni va a determinar tampoco la tendencia o escogencia sexual de los niños. Si fuera al contrario no nacerían personas homosexuales de matrimonios heterosexuales.
Bien por la Corte. Bien por la comunidad LGTB. Bien por los niños. Y aunque la sentencia fue tímida y los magistrados hubieran podido ser más valientes, esto es una victoria contundente contra la discriminación, pues derrota el falso estigma de que las parejas del mismo sexo son un peligro para el desarrollo de los menores, o que eso desvirtúa el sentido del hogar. Todo lo contrario, muy linda la familia de Verónica, Ana y sus hijos, felicitaciones.