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En la universidad, el profesor nos pidió sacar papel y lápiz para un quiz rápido. La última pregunta decía: ¿Cuál es el nombre de la señora que hace el aseo en este salón? Parecía un chiste, era una señora de unos 60 años, gordita, pero cómo se llamaba era un misterio. Dejé la respuesta en blanco. Al terminar la clase, un estudiante preguntó: Profesor, ¿la última pregunta será tenida en cuenta? Claro, dijo el profesor. En su profesión de periodistas, ustedes van a conocer mucha gente y todos son importantes así lo único que hagan sea saludarse. Nunca olvido esa lección, la señora se llamaba Eugenia.
Una de las tantas cosas que se encuentran en crisis en Colombia y que por lo tanto están obligadas a cambiar son los noticieros de televisión. La crisis es tan profunda que a veces uno se pregunta si en realidad existen los noticieros. Como notiadicto en vías de dejar el vicio, me hago infinidad de preguntas muy difíciles de responder. ¿Por qué los anunciantes son las fuentes de noticias? ¿Por qué tanta velocidad y acelere en la lectura de noticias para que quepan más en menos tiempo? ¿Por qué el show de los senos y las piernas? ¿Por qué tanta farándula y chismes? ¿Por qué tantos deportes y generalmente los mismos? ¿Por qué sigue el afán de la chiva y de ser los únicos que cubren masacres, atentados, tomas, videos de seguridad? ¿Por qué la gente habla tan mal de los periodistas y de los noticieros? ¿Por qué la fuente noticiosa más frecuente no es la gente sino los altos mandos económicos, políticos, religiosos y sociales? ¿Por qué dicen mentiras por ejemplo que están en directo cuando se ve que es un pregrabado? ¿Por qué se mezclan tan sutilmente la publicidad y el periodismo? ¿Por qué no se diferencia claramente entre opinión e información? ¿Por qué la gente está tan confundida?
Las preguntas siguen, pero no queremos ser cansones. El hecho es que los noticieros han retrocedido en los últimos años el camino que habían recorrido para ser los mejores de Latinoamérica. Es necesario que se haga la reflexión entre los periodistas, entre los directivos, entre los propietarios, de lo que están haciendo.
Se impone la reflexión acerca de la responsabilidad social de los noticieros. Hay que pensar que las noticias son acciones humanas, hechos que comprometen al hombre y que por lo tanto tienen alma, tienen corazón, tienen sentimientos. Los muertos, los heridos, los secuestrados son lágrimas, son dramas interiores de seres que sufren, no son simples estadísticas. El país requiere menos show, menos reinas periodistas, menos estudio y más calle. Necesitamos que la gente aparezca en los noticieros, que escuchemos también los hechos maravillosos que ocurren a diario en nuestro país.
La televisión tiene que ser más humana, menos explotadora del drama humano –amarillista-, más seria, más responsable, más dinámica, más positiva, más alegre, más real, menos entregada y rendida. O si no, ¡apague y vámonos!