En el mundo globalizado actual, el repertorio de conocimientos, destrezas y habilidades requeridas por las personas, las organizaciones y los países para desenvolverse en la sociedad del conocimiento son cada vez más exigentes.
No es de sorprender entonces que, en la actualidad, el caudal de conocimiento necesario para poder funcionar con eficacia social sea muy elevado y, por lo tanto, se requiera de una educación con calidad y de largo alcance.
En los indicadores de competitividad, Colombia se encuentra muy rezagada. En la medición del Foro Económico Mundial (FEM) 2010, en el pilar de educación básica ocupa el puesto 79 y en educación superior, el lugar 60 sobre una muestra de 139 países.
En el Instituto para el Desarrollo de la Gerencia (IMD) 2010, Colombia ocupa en educación el lugar 57 entre 58 países evaluados.
De otro lado, frente a sociedades donde la economía del conocimiento es parte de la cultura nacional y está arraigada en cada uno de los agentes que la conforman, las diferencias en cuanto a resultados de evaluaciones internacionales con respecto a nuestro país, son abismales.
Por ejemplo, en las pruebas Pisa, Shangai, Finlandia, Singapur, Hong Kong, se destacan en las tres pruebas (ciencias naturales, matemáticas y lectura) ocupando siempre los primeros lugares
Lo mismo sucede con las pruebas TIMSS (ciencias y matemáticas), celebradas en el 2007 para niños de cuarto y octavo grado, donde Colombia ocupó el penúltimo lugar. Consecuentemente, estas economías siempre están en los lugares de privilegio en los indicadores globales de competitividad.
En este sentido, Colombia enfrenta unos retos que son determinantes si queremos ser competitivos a escala global, introduciendo una nueva forma de relación entre estado, economía y sociedad, sobre la base de la generación y aplicación de conocimiento profundo, como elemento fundamental para generar valor, riqueza y por ende bienestar.
Si bien es claro que el país ha realizado grandes esfuerzos en el tema de cobertura neta alcanzando niveles del 90 por ciento en primaria, 70 por ciento en secundaria y 30 por ciento en educación superior, nos queda aún una gran responsabilidad con el tema de calidad, situación muy similar a la de algunos países de la región.
Un buen comienzo ha sido compararnos con otros sistemas educativos para ponernos de frente a nuestra propia verdad, todo esto es muy útil, si nos hace reaccionar. De lo contrario, solo hará parte de otro diagnóstico con que cuenta nuestro país.
* Profesor Escuela de Ingeniería de Antioquia