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Por su estratégica ubicación entre las Américas, Colombia es uno de los países del continente que más está viendo el aumento del fenómeno de la migración irregular africana rumbo a E.U. Ninguna zona del país evidencia más esta situación que el Urabá antioqueño y la selva del Darién, donde un número impreciso pero cada vez mayor de inmigrantes africanos busca pasar a Panamá y seguir su trayecto a una vida soñada en Estados Unidos.
Colombia es, por tanto, otro testigo en Latinoamérica de una migración creciente por entre selvas, ríos y desiertos de la región, con el único objetivo de cruzar la frontera de 3.185 kilómetros entre México y E.U.
El camino no es fácil, y cada vez son más las historias que dan fe del drama que viven estas personas en su búsqueda de un futuro distinto a conflictos, abandono y pobreza que enfrentan en sus naciones de origen.
El Darién es tal vez uno de los peores obstáculos que estas personas tienen que sortear, y como prueba de esto hay numerosas historias de supervivencia que retratan el drama.
Abdi Wahab Alí Osman se recupera poco a poco de las heridas que le dejó la selva. Sabe que hay algunas que no cicatrizarán nunca. Deambuló diez días perdido por ese territorio inhóspito, donde los conquistadores españoles no pudieron establecerse y perdurar. Con una extensión de 20.700 kilómetros cuadrados, se trata de una jungla densa que durante más de un siglo ha hecho de frontera natural entre Colombia y Panamá.
Por allí están pasando decenas de migrantes sin comida, sin agua, y hasta sin rumbo. Osman fue uno de ellos, y temió por su muerte. Las autoridades panameñas lo encontraron cuando las piernas casi no le respondían y yacía inconsciente sobre la maleza, con el cuerpo lleno de rasguños y picaduras.
“Estuve a punto de morir. Esa jungla es un infierno. Necesito medicinas, vitaminas, pero no me las dan”, afirmó a Efe este somalí de 29 años mientras descansaba encogido sobre un mugriento banco del centro de retención Masdi, en la ciudad de Metetí, enclavada en los límites del Darién.
Como Osman, son más de 700 los africanos que en lo que va del 2015 intentaron cruzar la barrera natural del Darién en busca del “sueño americano” y huyendo del cementerio del mar Mediterráneo, puerta rumbo a un truncado “sueño europeo”.
“Estados Unidos es mejor que Europa, hay más oportunidades para nosotros y es mucho más seguro. El mar y el desierto del Sáhara son tremendamente peligrosos”, reconoció a la misma agencia, por su parte, un eritreo que prefirió no dar su nombre.
Según informes del gobierno panameño, en solo un año el número de inmigrantes africanos que pasaron por Panamá en dirección a Estados Unidos aumentó en un 134 por ciento.
¿Qué está originando este incremento en los casos? Expertos apuntan a factores diversos, en una compleja coyuntura que fuerza estos cambios mundiales.
“En términos generales, la crisis migratoria y económica que afecta a Europa y la política de puertas abiertas de algunos países latinoamericanos, como Ecuador, están detrás de este repunte abismal de inmigrantes”, explicó a EFE el director general del Servicio Nacional de Fronteras de Panamá (Senafront), Frank Ábrego.
Consultado por EL COLOMBIANO, Enrique Serrano, docente de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, coincidió con esa visión.
“Incluso es más viable pasar la frontera México - E.U. Menos peligrosa que el Mediterráneo, donde las condiciones son precarias. Los mexicanos tienen más de 1.000 métodos de penetración de la frontera. Unos límites que son ademas desolados, desérticos y que solo se pueden controlar en algunos tramos. Todo esto implica un riesgo menor para los inmigrantes”, afirmó.
Serrano fue enfático en señalar otro factor que es clave para que el fenómeno este en franco aumento, el hecho de que se trata de transitar por rutas migratorias que han sido recorridas durante décadas por otros.
“E.U. es un destino muy atractivo para los migrantes africanos, y A.L. es una de las vías. Tal vez la más probable para ellos, porque solo deben seguir las rutas que ya han transitado los latinoamericanos. Es la lógica que ha ido trayendo a este tipo de migrantes de otros continentes como África y Asia”, afirmó.
Jerónimo Delgado, coordinador de Estudios Africanos de la Universidad Externado, concordó con dicha argumentación: “el fenómeno está aumentando en América Latina, viendo que en la región están muy bien establecidos los caminos para migrar a E.U. Los africanos usan por tanto las mismas rutas que transitaron históricamente nicaragüenses, salvadoreños, mexicanos y demás”.
Aún con los factores anteriormente mencionados, resulta difícil comprender que los ciudadanos de una nación africana decidan invertir su dinero en un viaje transatlántico que luego podría frustrarse en los innumerables ríos, montañas, selvas, cordilleras y desiertos de la región. Esto sin contar las tareas de vigilancia fronteriza de los países por los que tengan que cruzar, más de las que intentarían burlar en su camino a Europa.
¿Son los migrantes conscientes de estas realidades a las que se enfrentarán? Testimonios de los mismos y opiniones de académicos se encaminan en esa dirección.
“Los que hacen un esfuerzo en venir hasta acá ya tienen algún dinero, y no son los más pobres. Por tanto se puede presumir que tengan cierto conocimiento de dónde se dirigen y buscan arriesgarse lo menos posible. No obstante, no se ha investigado lo suficiente el tema para saber exactamente qué tipo de población llega”, explicó Serrano.
Precisamente, se calcula que las mafias de la migración piden a estas personas sumas de 4.000 dólares solo para su llegada a Sudamérica. Pero, una vez acá, su suerte parece cambiar gradualmente.
El 12 de mayo de 2015, el portal web de EL COLOMBIANO relató la historia de 10 africanos, la mayoría provenientes de Ghana, que fueron detenidos por las autoridades colombianas intentando cruzar de forma ilegal la frontera panameña, pero luego dejados en libertad en Turbo.
“Voy a asentarme aquí, y veré si puedo progresar por acá. Si eso ocurre, mandaré a traer a mi familia. Si eso no ocurre, me devolveré a mi país natal. Lo cierto es que extraño mucho a mi esposa, mis tres hijos y mi madre”, aseguró Abdul Ramani Issifu, uno de los inmigrantes que dio su testimonio a esta casa periodística.
“Ahora, si obtengo un salario, tengo que enviar gran parte del mismo a casa. Esto para que mis hijos puedan tener qué comer y puedan estudiar. Deben poder ir al hospital, además. Mi madre necesita medicinas y también debo ayudarla en su alimentación”, añadió.
Ramani es otra de las voces que confirma ese trayecto del que tanto hablan autoridades y estudiosos del tema: “Llegué a Sudamérica por Brasil, dejando atrás a mi familia. Me dije ¿por qué no puedo cruzar rumbo a E.U? Esa fue la razón por la cual me fui primero a Ecuador y luego llegué a Colombia. Teníamos planeado con nuestros compañeros de viaje pasar a Panamá, pero las autoridades colombianas nos detuvieron y nos trajeron de regreso a Turbo”.
“En Migración nos dieron seis días para salir del país. Estamos muy nerviosos porque sentimos que el control de las autoridades colombianas frente a los extranjeros es muy estricto”, señaló.
Pero, más que las autoridades, el peor trato que parecen recibir los inmigrantes es, ciertamente, el de las mafias que controlan el tráfico de personas en la región.
“Si este campo (el de Metetí, Panamá) les parece el infierno, no saben como son los otros, los que están más metidos en la selva. No nos daban ni comida y la teníamos que comprar nosotros”, dijo a Efe Mohammed Razak.
El mes pasado, cinco ciudadanos de Ghana perdieron la vida al cruzar un río en el Darién. “Encontramos con cierta frecuencia cuerpos comidos por las aves carroñeras”, confiesa el director del Senafront.
Aún si no son engañados, por tanto, tienen que enfrentar condiciones de vida o muerte en su paso rumbo a E.U, lo que es casi igual que si fueran estafados por las mafias.
Jerónimo Delgado, quien como coordinador de Estudios Africanos de la Universidad Externado lleva muchos años estudiando las problemáticas del continente que vio nacer a la humanidad, no se sorprende por estas noticias que llegan desde el Darién.
“La migración africana por A.L, y especialmente por Colombia, viene desde hace mucho tiempo. Aproximadamente hace 12 años yo ya conocía grupos de migrantes africanos que venían a través de Brasil o Ecuador, un país que casi no tiene exigencias de visado, y que empezaban a subir por Colombia rumbo a E.U. Incluso hay aún nigerianos en el país, que no pudieron cruzar a Panamá y que decidieron quedarse y hacer una vida acá. Permanentemente apoyan a los inmigrantes africanos”, aseveró.
Para Delgado, “lo correcto para América Latina es reforzar la seguridad fronteriza, los gobiernos deben controlar los flujos migratorios, sin duda. Colombia no se debe consolidar como un punto de paso de las redes de tráfico de personas rumbo a E.U”.
Eso sí, una cosa es que las autoridades refuercen la seguridad en las fronteras, pero otra es que medios y ciudadanía se alarmen en base a ideas erróneas sobre la inmigración irregular, basadas en exageraciones y desconocimiento.
“Yo no diría que es un fenómeno masivo, y este no solo es exclusivo del continente africano, sino que se extiende a países asiáticos. Por otra parte, no se acerca a los niveles de Europa. Pero incluso en el viejo continente hay problemas de estigmatización. Se cree que se trata de un tráfico masivo de africanos, pero no es cierto. La migración intrafricana llega a 120 millones de personas, mientras que la que se dirige a Europa está en los 5 millones. La diferencia es grande”, dijo.
“Hay un elemento de sensacionalismo importante a la hora de cubrir y abordar la migración africana. Hay tendencia a jugar con los imaginarios. En este sentido, África es el continente de las enfermedades, como el ébola y el VIH, de los migrantes irregulares, de la pobreza, los conflictos, etc. Pero hay cosas que están funcionando muy bien en dicho continente y no son mencionadas”, agregó.
“La consecuencia de esta forma de cubrir los hechos relacionados a África —maximizándolos en Occidente—, es que parte de la población se está radicalizando contra la inmigración, y exige la misma respuesta a los gobiernos. Reino Unido y naciones de la UE se están poniendo cada vez más restrictivos frente al tema”, argumentó.
La diferencia entre la ruta americana y la europea, por tanto, debería radicar en que si bien los países no dejarán de proteger y asegurar sus fronteras, la ciudadanía no se volverá opuesta y temerosa de un colectivo que solo busca mejores vientos y tierras para sus familiares.