viernes
7 y 9
7 y 9
Katia Mello Dantas no tiene ninguna duda en afirmar que la sociedad debe hacer visible el abuso sexual infantil como un camino para sensibilizar y encontrar respuestas a un mal que siempre ha estado oculto y del que nos da vergüenza hablar.
Esta brasilera, directora de políticas públicas para América Latina y el Caribe del Centro de Niños Perdidos y Explotados, Icmec, participó en el foro Escúchalos: Me rehúso al abuso, celebrado durante dos días en la ciudad. Estas son sus reflexiones:
¿Hay una percepción de que hay más casos de abuso o es que se están haciendo más visibles?
“El abuso sexual es un tema que no se toca muchas veces. Los niños no suelen hablar del abuso de forma tan clara y cuando lo hacen tienen muchas barreras, porque no los escuchan ni les prestan atención. Uno de cada seis niños es abusado y estamos hablando de un subregistro muy grande. Y eso es a nivel global. En Latinoamérica el panorama se complica más porque no tenemos rutas claras o cuando esas rutas sí existen, entonces hay falencias en las bases, en quienes prestan el servicio. Muchas veces hay una desconexión en lo que se plantea a nivel nacional y lo que se hace a nivel local. Eso ocurre en muchas partes, no solo en Latinoamérica”.
¿Los niños están solos?
“Sí lo están. No completamente porque sí hay personas e instituciones que trabajan por su protección. Pero todavía tenemos retos muy grandes para superar. Muchas personas que trabajan con estas denuncias no están plenamente sensibilizadas, muchas veces cuando los niños llegan a hablar con un maestro, o un coordinador, o una mamá, no le creen. Aún tenemos esas limitaciones. Pero veo positivos los cambios. Poco a poco las personas se están sensibilizando más, los profesionales están más capacitados y están más abiertos a escuchar y a tomar una actitud distinta”.
¿Qué trabajo hay que hacer con el adulto para que entienda que cuando el niño le dice que algo está pasando, sí le crea?
“Es complicado, porque un niño difícilmente dirá así de claro que está siendo abusado... lo dirá con sus comportamientos o con historias que dan a entender eso sin que el niño se lo proponga. No todos los indicadores o síntomas que manifiestan los niños es porque hay un abuso, pero ahí nos toca como padres, como maestros, como sociedad, hacer la búsqueda de qué es lo que está pasando con ese niño. Y es ahí donde creo que hay un gran reto”.
Justamente el escenario donde más abusos ocurren es en la familia, ¿cómo trabajar con ella para que esto no siga ocurriendo?
“Siempre he dicho que en la crianza de los niños interviene toda la comunidad. Sabemos que el 92% de los casos son personas cercanas al niño, no solo su familia. Por eso la importancia de que trabajemos juntos. Si hay uno que está cometiendo el delito, que los demás pongan atención al hecho. Hay que trabajar con la familia, pero también con la escuela, con los maestros. Uno, en identificar este tipo de señales, qué puede estar pasando con el niño. Y dos, en la comunicación, involucrarse más en la vida del niño, saber más de sus gustos y deseos. En las escuelas hay que insistir en la creación de políticas de prevención, pero de la mano de una política de protección infantil. Hoy se actúa de forma reactiva y debemos ir atrás para que no ocurra. Trabajar más en la prevención, que los papás cuando vayan a matricular a sus niños indaguen sobre cómo está la escuela en este tipo de políticas”.
¿Cómo no revictimizar a los niños en el proceso?
“Primero no cuestionarlo. Ese proceso de entrevistas que les hacen para conocer los detalles del caso deben ser manejadas con toda la cautela. Hay muchos procedimientos que no se están aplicando de forma debida en las entidades responsables de recibir la denuncia y prestar la atención inicial al niño. Los medios de comunicación no deberían publicar datos y detalles específicos de la historia cuando de esa forma se pueda identificar al niño. Se puede visibilizar el caso, que la gente sepa qué hacer, conocer los riesgos, pero sin vulnerar al niño”.
Hay una naturalización de este delito. En muchos casos se permite por situaciones económicas, por hacinamiento, por cultura y por miedo... ¿cómo enfrentarlo teniendo en cuenta las condiciones sociales de nuestros países? ¿cómo romper ese círculo?
“Con mucho trabajo de sensibilización, de ir un poco más allá, y no atribuir la responsabilidad solo a la familia. Como ciudadanos tenemos la obligación de hacer las denuncias. Es un trabajo de muchos años, con campañas, de enseñar cómo tratar estos casos, cuándo se presentan, pero también del rol que cumplimos al denunciar. En Brasil, por ejemplo, estaba muy naturalizada la explotación sexual de los niños, a nadie parecía importarle, no había la intención de pararla. Se creó una línea de denuncia on line y con esto se empezó a incrementar la denuncia, acompañado de un trabajo constructivo, que no de alarma, pero que indica cómo actuar. Las personas comenzaron a indignarse y hablar. Necesitamos visibilizar el tema, es un asunto duro, nadie quiere hablar ni escuchar, pero no podemos claudicar”.
Y está, además, el otro tema, el de la vergüenza que sienten algunas familias, sobre todo en los estratos altos, de hablar de abuso...
“Lamentablemente el abuso sexual es muy democrático. Afecta tanto a pobres como a ricos. Ataca a todos. Y muchas veces, en las escuelas tampoco quieren que se sepa que sus maestros son abusadores, entonces lo que hacen es trasladar al maestro, que luego se va a otra institución a seguir abusando, cuando la obligación es denunciar. Lo mismo ocurre con casos de sacerdotes. Por eso la necesidad de sensibilizar de una manera general, con foros, campañas, que la gente sepa qué hacer”.
Y qué decir del miedo que sentimos los padres por el uso de las tecnologías y el riesgo para los niños en abuso y explotación sexual comercial...
“Hay muchos estudios que determinan a qué edad deben usar las pantallas los niños y la realidad es que están llegando a ellas cada vez a más temprana edad. La recomendación es que su uso se haga siempre bajo la supervisión del adulto. Hay formas de crear perfiles específicos para los niños, pero quién determina qué es lo adecuado o no para cada niño. Siempre hay que vigilar, porque los filtros que se crean son vulnerados por hackeadores que ponen otros contenidos. Esto pasa porque a los abusadores les interesa que los niños vean como normal ciertas imágenes de sexo y lo hacen a través de videos y situaciones chistosas, para cuando el pedófilo les pida que hagan algo, lo vean como algo natural y confiable”.