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Recuperar el tiempo perdido para dimensionar la riqueza de la fauna y la flora en el Oriente antioqueño es la premisa de los investigadores del Instituto Humboldt y la autoridad ambiental, Cornare.
Durante las décadas de los 80, 90 y los primeros años del 2000, bosques y ríos se hicieron inexplorables por la complejidad del conflicto armado. Hoy las familias, entonces desplazadas por la guerra, han regresado a sus tierras y con ellas los biólogos iniciaron un exhaustivo trabajo para levantar el inventario de biodiversidad en la zona.
La misión asumida por los expertos de las dos entidades, de recopilar datos que establezcan las especies que habitan la región, tuvo como aliados clave a los campesinos.
En un año, reportan las entidades, se han captado, con cámaras trampa instaladas por los labriegos, más de 500 imágenes de fauna silvestre. En total, revelan, en el inventario construido, se registraron más de 200 especies de aves, plantas, peces, mamíferos, ranas y serpientes.
Entre los registros más importantes, se encuentran especies como el tigrillo (Leopardus pardalis), el guatín o conejo (Dasyprocta punctata) y la comadreja (Eira barbara).
José Manuel Ochoa, coordinador del programa de Evaluación y Monitoreo de la Biodiversidad, del Humboldt, también resalta haber detectado la presencia del torito cabecirrojo, una especie de ave endémica amenazada de esta región, que toca municipios como San Luis, San Francisco y Puerto Triunfo.
“El Oriente antioqueño tiene una mezcla interesante: por ejemplo, componentes de la biodiversidad del Chocó y especies características del Magdalena Medio. Además tiene un papel importante como regulador de servicios ecosistémicos para mantener los ríos de la cuenca”, dice.
Para David Echeverri, biólogo del Grupo Bosques y Biodiversidad de Cornare, con este inventario participativo (como se ha llamado el programa) se busca establecer un diálogo de saberes entre la comunidad científica y los campesinos, que conservan esta zona del corredor kárstico—15.252 hectáreas que comparten Puerto Triunfo, San Francisco, San Luis y Sonsón—a través del esquema BanCO2 (estrategia de pago a habitantes para cuidar los recursos naturales).
“Queremos que las comunidades (15 familias socias de BanCO2) participen activamente de la toma de datos y que los registros hagan parte de sistemas de información de biodiversidad del país”, anota.
Dentro de la vinculación de los campesinos en la elaboración del inventario, hubo visitas de expertos que les suministraron equipos, como tabletas digitales, para que hicieran seguimiento a la biodiversidad.
Sobre el trabajo realizado, uno de los labriegos colaboradores, Remigio Antonio Marín, quien habita la vereda La Fe, de San Francisco, destaca haber aprendido el manejo de las cámaras.
“Nos enseñaron a instalarlas y saber qué animalitos hay en el bosque y eso ha sido muy bueno, porque antes no los estimábamos, a veces los cazábamos, ahora los valoramos y los cuidamos”, apunta.
Ochoa explica que, a diferencia de otras investigaciones que se han hecho antes en la zona, en la elaboración de este inventario se les ha enseñado a las comunidades locales técnicas de muestreo, y cómo se recopila la información, así como el tipo de datos que se generan.
Los datos recogidos les permitirá a los investigadores conocer la biodiversidad presente en la zona, su condición actual y sus amenazas. la información, además, será fundamental para la puesta en marcha de planes de manejo sostenible y la toma de decisiones dentro de los ricos predios del Oriente y el Magdalena Medio.