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Bandas del Aburrá se activan en los pueblos

Municipios del Oriente, Suroeste, Occidente, Norte y Nordeste sufren por los delitos de grupos externos.

  • En la Operación Fénix (2018) capturaron en La Ceja a 34 miembros del combo “Palenque”, patrocinado por “los Chatas”. FOTO cortesía
    En la Operación Fénix (2018) capturaron en La Ceja a 34 miembros del combo “Palenque”, patrocinado por “los Chatas”. FOTO cortesía
Bandas del Aburrá se activan en los pueblos
20 de febrero de 2019
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disidencias de las Farc tienen negocios con bandas del Aburrá: los exfrentes 36 y 18.

Los pueblos de Antioquia se están convirtiendo en un botín para las bandas delincuenciales del Valle de Aburrá, que de manera silenciosa se están propagando para traficar drogas, extorsionar e infectar como una plaga los negocios de aquellos municipios.

EL COLOMBIANO indagó con fuentes de inteligencia, judiciales y de la comunidad, y pudo establecer que nueve estructuras ilegales del área metropolitana tienen influencia directa o indirecta en las subregiones del Oriente, Occidente, Suroeste, Norte y Nordeste.

Se trata de “la Terraza”, “los Chatas”, “Pachelly”, “el Mesa”, “la Unión”, “Limonar 1”, “los Triana”, “la Miel” y “Picacho”; aunque habría otras implicadas, estas son las más documentadas en expedientes y operaciones de la Fuerza Pública en el último lustro.

Participan en el tráfico de armas y drogas, sicariato, extorsión, minería ilegal, pagadiario y lavado de activos, principalmente. En algunos casos actúan por medio del patrocinio o subcontratación de combos locales.

Boris Castaño, analista del conflicto urbano, opina que los lazos entre las bandas del Aburrá y las de los pueblos se fortalecieron por una relación comercial. A Medellín llegan los estupefacientes de mejor calidad para abastecer mercados mayoristas y minoristas de las subregiones, y las crecientes visitas de turistas extranjeros al departamento incrementaron la demanda por nuevos alucinógenos y drogas sintéticas, como 2CB y éxtasis.

A partir de allí, la presencia en los pueblos se fortaleció, aprovechando que no había combos con un poder militar suficiente para enfrentar a las facciones de la metrópoli. Les tocó formar alianzas y aceptar que “los de la ciudad” irrumpieran en la vida de los poblados semirurales.

Amenaza para el Oriente

La banda “los Chatas”, cuya base de operaciones es el municipio de Bello, extendió sus redes de microtráfico de drogas hacia la subregión del Oriente antioqueño, con énfasis en El Retiro y La Ceja. Sus actividades en la zona son monitoreadas desde 2014 y a la fecha la Policía ha ejecutado seis operativos en su contra.

Uno de los primeros fue la Operación Andrómeda, el 25 de septiembre de 2014, cuando capturaron a 31 integrantes que actuaban en los barrios Manantial, Tahami y Obreros de Cristo, de La Ceja. Recibían apoyo logístico de “los Chatas” y en esos vecindarios se hacían llamar “los Bellanitas”.

Con el arribo de este grupo, el pueblo comenzó a atestiguar crímenes truculentos en la zona urbana. El 23 de enero de 2017 “los Chatas” secuestraron a un adolescente de 17 años, consumidor de vicio, a quien acusaron de ser un “sapo” que trabajaba para un combo rival.

En ese entonces había una disputa ilegal por las plazas de los barrios Palenque y San Cayetano. El informe del caso indica que a la víctima la hirieron con arma blanca en el cuello y la espalda, “y al parecer con la intención de incinerarlo fue cubierto con aserrín y Acpm. Cuando lo encontraron, eran evidentes los signos de tortura, entre ellos una cruz marcada en la espalda”.

Por ese crimen fueron detenidos cuatro mercenarios de “los Chatas”.

Los sicarios de la estructura mataron a tiros a otro adolescente de 16 años en la vereda La Milagrosa, el 11 de abril de 2018, al parecer por un motivo similar: tráfico de droga.

En los últimos dos años se conformó un combo en La Ceja, con el patrocinio de “los Chatas”, llamado “Palenque”. Según la Policía, ese grupo puede generar narcoingresos anuales cercanos a los $2.800 millones. En 2018 le arrestaron a 34 integrantes, incluyendo a sus cabecillas “el Burro” y “Porcelana”.

En ese municipio también ejerce influencia la banda “Pachelly”, de Bello, en los barrios Manantial y La Aldea.

Las vecinas localidades de El Retiro y Marinilla padecen el influjo de “la Unión”, procedente de Itagüí. Esta facción patrocina con medios logísticos y estupefacientes al combo “los Guarceños”.

La droga es acopiada en el sector Barrio Antioquia, de Medellín, y después enviada a esos socios en El Retiro, quienes se encargan de distribuirla a domicilio en sitios de recreo y senderos ecológicos. Sus ganancias al año rondan los $1.950 millones, de acuerdo con el análisis policial, tras una operación que en abril de 2018 produjo 61 capturas.

En Marinilla, “la Unión” apadrina al combo “los Gavilanes”, también dedicado a la venta de narcóticos a domicilio, con ingresos mensuales de $600 millones.

La trama fue expuesta el 29 de enero pasado, con la detención de 27 sospechosos. El cabecilla de “los Gavilanes”, alias “Jorge Pamplona”, les ofreció $20 millones a los policías para que lo dejaran escapar, sin lograr su cometido.

Sobre dicho combo, el comandante de la Policía Antioquia, coronel Carlos Sierra, declaró que “impactamos los alrededores de dos colegios en Marinilla, donde estas personas aprovechaban para vender los estupefacientes a los menores de edad”.

En los municipios de Guarne, Granada y Sonsón las autoridades han registrado acciones de la banda “los Triana” de Medellín.

En El Peñol, Guatapé y Rionegro circulan drogas y mercenarios de “la Terraza”. En este último lugar tienen una alianza con la banda “los Pamplona”, para el comercio ilícito de marihuana y cocaína.

En Rionegro, su combo rival es “el Laberinto”, que recibe apoyo de otra estructura de Medellín: “Limonar 1”. Esta organización, cuya base es el corregimiento San Antonio de Prado, está a su vez enlazada con el cartel narcotraficante Clan del Golfo.

El pasado 25 de octubre la Fuerza Pública capturó a 15 miembros de “el Laberinto”. En el respectivo informe, consignaron: “se pudo establecer que algunos de sus integrantes iban a cometer los hechos delictivos (en Rionegro) y posteriormente tomaban camino hacia Medellín, barrio El Limonar, para no ser ubicados por la Policía”.

En el Occidente y Suroeste

Delegados de la banda “Picacho”, procedentes del noroccidente de Medellín, incursionaron desde 2015 en el municipio de Buriticá. Según la Fiscalía, estarían participando en el negocio de la minería ilegal, tanto para el lavado de activos como para el comercio clandestino de oro.

En Ebéjico hay nodos de microtráfico de “los Triana” y en Heliconia opera una célula de “Limonar 1”, que además de asuntos de droga se dedicaría a la extorsión.

Los jefes de “Limonar 1”, al parecer, envían jóvenes desde Medellín para actividades delincuenciales en Ciudad Bolívar, en el Suroeste.

En dicha subregión existen células al servicio de “la Terraza”, en Támesis, Jardín y Andes; y de “los Triana”, en Titiribí y Amagá, donde incide por medio de un combo local conocido como “el Hueco”.

En Fredonia, la venta de alucinógenos es liderada por “la Miel”, una banda del cercano municipio de Caldas.

Redes en Norte y Nordeste

En estas dos subregiones hay una creciente influencia de tres grupos delictivos de Bello: “Pachelly”, “los Chatas” y “el Mesa”.

Su arribo inició con la desmovilización de las Farc, que tenía el monopolio de la actividad ilícita en una extensa área. Cuando emergieron las disidencias guerrilleras en 2017, se estableció una alianza que le permitió a las bandas bellanitas articular plazas de microtráfico, secuestros y sicariato por mandato de los otrora subversivos.

Esta plaga perjudica a los pobladores de Ituango, Toledo, San Andrés de Cuerquia, Yarumal, Santa Rosa de Osos, Donmatías, San Pedro de los Milagros, Gómez Plata, Cisneros, Yolombó, Yalí, Vegachí, Amalfi y Anorí (ver el mapa).

En las montañas, estas bandas coordinan el procesamiento de cocaína en laboratorios y las ganancias se comparten con las disidencias.

En Segovia y Remedios están involucradas en la minería aurífera, y no siempre de manera ilegal, pues investigaciones judiciales señalan que algunos cabecillas figuran como dueños de sociedades mineras o a través de testaferros.

Dinámica criminal

Otra razón por la que ocurre este fenómeno es que “los territorios en Medellín ya están copados y repartidos. Si una banda quiere crecer, se genera una confrontación inmediata con los barrios vecinos, por lo que resulta más conveniente y menos costoso buscar espacio en otros municipios”, dice el analista Castaño.

En este punto coincide con Claudia Carrasquilla, jefa de la Dirección de Fiscalías contra la Criminalidad Organizada. Ella afirma que “se ha incrementado la influencia de las organizaciones del Valle de Aburrá en otros municipios, porque la ciudad ya está cooptada por ellas mismas, se han dividido las zonas para la venta de estupefacientes y extorsionar, mientras que en esos pueblos hay un mercado sin dueño, porque la distribución la han tenido algunos bandidos de poca monta”.

El auge de estas mafias en los cascos urbanos va de la mano del crecimiento del consumo en Antioquia. Según el Observatorio de Drogas de Colombia, que depende del Gobierno, nuestro departamento tiene un nivel de consumo de alucinógenos por encima del promedio nacional (Reporte de Drogas de Colombia 2017).

Y el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Sicoactivas en Población Escolar (2016) arrojó que en esta región uno de cada cinco estudiantes consume droga.

Castaño asevera que la presencia de las bandas del Aburrá en los pueblos se explica porque en esos lugares la actividad investigativa y judicial de la Fuerza Pública suele ser más débil. De hecho, en muchos pueblos no hay agentes de Sijín, CTI o Sipol (policías judiciales y de inteligencia) y apenas cuentan con las unidades de vigilancia tradicional.

“Los entes investigativos locales no están acostumbrados a enfrentar una criminalidad tan sofisticada. Esas labores toca hacerlas desde Medellín”, concluye el analista.

Jeremy McDermott, codirector de la fundación Insight Crime, que estudia el proceder del crimen organizado, acota que el mundo del narcotráfico se ha democratizado.

Expresa que “los carteles que ostentaban monopolios de cultivos y plazas de vicio se han ido debilitando, entre ellos el Clan del Golfo, lo que permite la entrada de nuevos grupos pequeños al negocio del narcotráfico fuera de las ciudades”.

Las autoridades tratan de contrarrestar el problema, pero los lugareños temen que se tarden demasiado. Cada día aumenta el riesgo de que sus hijos se vuelvan adictos, de cuenta de las drogas que les llueven desde el Aburrá.

35
municipios antioqueños tienen plazas de vicio reguladas desde el Aburrá.
Infográfico

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