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Campesinos en Caucasia hacen una nueva vida
Varias entidades del Estado apoyan a los campesinos cuyas tierras fueron restituidas, entre ellas el Sena y la Umata.
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Elías Ventura es uno de los campesinos de El Tigre 1, en Caucasia, que además de recibir su tierra de vuelta es acompañado para hacerla producir de nuevo. FOTO Manuel Saldarriaga
23 de enero de 2017
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Es una fecha especial. Siempre acostumbrados a andar con botas para atravesar los caminos pantanosos arriando ganado. Hoy desempolvan sus ropas festivas. Las damas ataron sus cabellos con trenzas. Es la graduación.
Años atrás habían tenido que abandonar sus tierras y separarse de sus vecinos, porque las bandas criminales que llegaron después de los paramilitares, que a su vez habían llegado después de los guerrilleros, arrasaron con todo, los llenaron de miedo y los mandaron con toda la pobreza posible a rebuscarse un futuro donde nada se les había perdido.
Elías Ventura Trejo Santos fue uno de ellos.
Él recuerda cómo se vivía antes de la violencia, la vereda El Tigre 1 en Caucasia, en las extensas sabanas del Bajo Cauca antioqueño, era un lugar en paz. Los pocos habitantes lo compartían todo, por eso con entusiasmo formaron una Junta de Acción Comunal.
El Eln y las Farc llegaron desde la década de los 70 y entre 1995 y 1997 arremetieron el Bloque Central Bolívar y el Bloque Mineros de las AUC.
Pero nada fue tan terrible como la llegada de las bandas criminales. “De esa tristeza y ese dolor no quiero decir nada”, anota don Elías, de 68 años.
Tuvo que vivir en la calle porque no tuvo dónde quedarse ni en Caucasia ni en Medellín, iba y le daba vuelta a su tierra porque no pensaba abandonarla, hasta que un día tuvo el valor de volver, en 2011, y desde entonces trata de reconstruir la vida y la finca.
Son 22 hectáreas que le fueron restituidas por un juez de la República, quien lo reconoció a él y a la mujer con la que ha compartido su vida por 45 años como legítimos propietarios.
Más que la tierra
Con la tierra había un avance, tenía donde dormir y la esperanza de que las cosas podían mejorar, aunque a su edad le parecía imposible volver a tener lo que tuvo un día.
“Había veces en que pensaba: ¿ya para qué voy a avanzar? Comámonos lo que nos podamos comer, le decía a mi familia”, cuenta don Elías.
Sin embargo, llegaron los proyectos productivos con los que pudo sembrar pasto para tener ganado. La Unidad de Tierras lo está preparando para recibir una cantidad de bobinos de buena genética que le permitan disfrutar la tierra, vivir en la tierra, y vivir de ella.
Pero no solo fue eso. Llegó el Sena con sus instructores, quienes se desplazaron desde el Complejo Tecnológico Agroempresarial a formarlo a él, a su familia y a todos los vecinos que fueron restituidos en la elaboración de los productos que podían sacar de sus fincas, en finanzas para aprender a manejar el dinero y en mercadeo para que supieran llevarlo a la mesa de otras personas.
Braulio Manuel Suárez, subdirector del Complejo, asegura que los 70 habitantes que recibieron la formación del Sena “saben muchas cosas de manera empírica, pero necesitan la técnica para avanzar y dejar atrás ese pasado de dolor”.
Ricardo Sabogal, director de la Unidad de Restitución de Tierras, explica que “nuestros pequeños productores avanzan, quienes en algún tiempo tuvieron que dejar estas tierras que estamos pisando, hoy retornan a estos terrenos y definitivamente pueden vivir mejor”.
Es por eso que con nerviosismo ensayan cómo será la entrega de los diplomas que los certificarán como emprendedores en alimentos, emprendedores en cultivos perennes y emprendedores en lácteos y quesos. Ensayan con cuál mano deben saludar a los miembros de la mesa principal y con cuál realizar el juramento. Un juramento que más que con el Sena es con ellos, una promesa de quedarse y nunca más volverse a ir.
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