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Desde su celda, en una cárcel de E.U., Diego Fernando Murillo, “don Berna”, como se le conoció en tiempos de guerra, o “Adolfo Paz”, con el que dejó las armas para apostarle a la reconciliación del país, detalla con la precisión de un relojero, sus tiempos idos en el conflicto armado del país, protagonizado por un narcos, autodefensa y guerrillas.
Murillo se camufló de tal forma que nunca apareció ni en los carteles de la Policía Nacional ni en los de la Interpol y mucho menos en los de E.U. pagando un dólar para que alguien celebrara el día que fuese capturado o dado de baja.
Su poder no tenía par. Sin una orden de “Berna”, o de la “donbernalidad”, como se llegó a conocer su mando, no se movía una hoja del gigantesco árbol de la delincuencia en el departamento.
La guerrilla le temía y los que estaban bajo sus órdenes sabían que ninguno podía actuar en nombre propio porque era sellar su condena de muerte.
Registros, cartas con nombre de remitente, fechas, lugares, mandatos, persecuciones, fugas, operativos de alto espionaje, agentes de la DEA con sus códigos, su extradición..., van de su memoria al molde literario del libro El Submarino, escrito por su hija Mónica Lorena Murillo, economista, con especialización en logística, con programa de Coaching y Liderazgo.
Cuánto es verdad y cuánto literatura sobre su libro, le preguntaron alguna vez a Henri Charriérre sobre su autobiografía escrita en la novela Papillón. Su respuesta armó debate: “Excepto algunos huecos de mi memoria todo es verdad”.
El Submarino trae variaciones de algunos nombres y apellidos de personas y hechos, quizás ficción, quizás maquillaje o quizás blindaje frente a futuras demandas. Así se hayan cambiado nombres, vale retomar la cita bíblica para tratar de entenderlo: ¡Entre vosotros os reconoceréis!
Solo para citar un dato de memoria, “Ramón Iglesias”, por la ubicación geográfica de sus acciones, su tradición antisubversiva y férreo defensor de la tradición, la familia y la propiedad privada, el lector que haya conocido parte de la historia de las exauc en el Magdalena Medio terminará con conclusiones propias que no le despistarán frente al personaje.
La novela es dura de comienzo a fin y deja al descubierto la desprotección en que transcurrió la vida de toda la sociedad en buena parte de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI, cuando el narcotráfico permeó todas sus instituciones y sectores, desde la Presidencia hasta los barrios miseria; las Auc llevaron la guerra a situaciones de barbarie, tan o más bárbaras que a quien combatían y la vida transcurrió al garete por falta de una defensa real del Estado de sus ciudadanos.
Todo se permeó y cualquier operativo contra los capos de las drogas o las Auc se filtraba desde los mismos organismos de seguridad. Los hechos se suceden unos tras otros, algunos salvajes, con hombres armados con taladros, mientras su víctima lanza gritos de terror y resistencia para que no le arrebaten lo que quiere llevarse a la tumba.
En otros, salen a flote las excentricidades de los mafiosos, sus segundas o terceras mujeres, porque las primeras fueron asuntos de amor, o cosa pasajera como piensan ellos. En el segundo grupo desfilan niñas de primera línea del jardín de las banalidades, luciendo los mejores atuendos o al frente de un último modelo de alta gama u otra más al frente de la misma cabrilla pero con su cuerpo agujereado por las balas.
Las narraciones del texto no son hechos mediáticos, son duros y complejos cuando se muestra el poder que representaron paras y narcos en todas las instituciones del Estado e incluso la religión misma.
Sale a flote el registro de un mafioso que perdió a su mascota y luego de firmar un cheque por diez millones de pesos, un sacerdote accedió despedirlo con una misa argumentando que el perro era católico. También hay escenas, que parecen sacadas del cine, sobre la sangrienta guerra que desangró el cartel del Norte del Valle, su desmantelamiento y extradición de algunos de sus capos a las cárceles de E.U.
El fin de la familia Castaño, que lideró las Auc tiene capítulo propio. Carlos por contradicciones internas termina perdiendo su enorme poder y en franca división con algunos de los bloques, lo que lo lleva a enfrentarse a su propio hermano Vicente, alias “El profe”. El problema lo resuelve Vicente con el mismo método del “paraíso terrenal” y ordena la muerte de su hermano Carlos.
“El profe”, hombre desconfiado hasta la saciedad, llega a la conclusión de que el proceso de Paz que inician las Auc con el gobierno Uribe no tiene futuro, hay demasiadas ruedas sueltas y presión de parte de E.U. Por lo tanto, decide marginarse e invita a los demás jefes de las Auc a renunciar al mismo.
Por disposición del Gobierno, los jefes de las exAuc son trasladados de Ralito a un centro o cárcel en el oriente de Antioquia. Allí un oficial de inteligencia del gobierno convence a alias “Danielito”, para que cace al “Profe” a cambio de sacarlo de la cárcel y enviarlo a Israel con otra identidad.
Danielito acepta y un comando de la “Oficina” ejecuta al “Profe” en una finca del Bajo Cauca y arroja su cuerpo al río del mismo nombre.
La vida da tantos giros, lo prueba Murillo, que uno de los oficiales encargados de su captura terminó como su compañero de celda en E.U.
La próxima semana El Submarino estará en las librerías y cada lector podrá sacar sus conclusiones sobre el mismo.