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El Cicr teje lazos de vida en 11 zonas de Medellín

Desde 2012, el Comité Internacional de la Cruz Roja llegó a las zonas de mayor conflicto de la ciudad, donde apoya a las víctimas de la violencia.

  • En la vereda La Loma opera esta vieja huerta construida con apoyo de la Secretaría de la Mujer, pero pronto crecerá otra con asesoría del Cicr que dará más opciones. FOTO donaldo zuluaga
    En la vereda La Loma opera esta vieja huerta construida con apoyo de la Secretaría de la Mujer, pero pronto crecerá otra con asesoría del Cicr que dará más opciones. FOTO donaldo zuluaga
  • El Cicr teje lazos de vida en 11 zonas de Medellín
02 de julio de 2015
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Parece atípico que el Cicr -Comité Internacional de a Cruz Roja- actúe en zonas urbanas, pero ciudades como Sarajevo, Mogadiscio y Río de Janeiro son testigos de su labor, y en los últimos años, Medellín, donde realiza el proyecto Mehma -Más espacios humanos más alternativas-, que mitiga los efectos de la violencia y del conflicto armado entre las víctimas.

El Cicr interviene en 10 barrios de seis comunas y la vereda La Loma, del corregimiento San Cristóbal. Laure Schneeberger, jefa adjunta del organismo en Medellín, explica que en la capital paisa el trabajo empezó en 2012 en los barrios Santo Domingo Savio, Kennedy, Alfonso López, Aures 2, Villa Liliam, Villa Turbay, La Sierra, las tres Independencias y La Loma.

“Respondemos a ciertas necesidades en zonas que tienen secuelas del conflicto y nuestra atención se centra en mitigar las consecuencias humanitarias de la violencia”, explica la señora Schneeberger.

El Cicr trabaja las líneas de Prevención, Asistencia y Protección, cada una con diferentes actividades. Las comunidades tienen un papel protagónico toda vez que son ellas las que determinan sus urgencias, prioridades y lo que desean. El Cicr evalúa cada situación y, según el caso, orienta a las víctimas para que acudan a los organismos del Estado que tienen programas y obligaciones de atención con ellas.

Si es del caso, se dialoga con los actores armados de las zonas, incluida la Fuerza Pública, se hacen visitas de inspección sobre el trato humanitario en los centros carcelarios y los centros de rehabilitación para jóvenes.

“En alianza con la Cruz Roja de Antioquia y su programa Paco (Paz, Acción y Convivencia), se enseñan actitudes para la vida, principios humanitarios, primeros auxilios y resolución pacífica de los conflictos”, detalla Laure.

Se trabaja en la conformación de comités barriales de emergencia buscando que sean enlaces del Dagrd y se conformen redes de apoyo a víctimas de violencia sexual.

“Hay unas consecuencias de la violencia que son visibles de inmediato, como los heridos y los muertos, pero hay otras secuelas que son casi invisibles, como la violencia sexual, al desarraigo, las amenazas, la extorsión y la falta de acceso a servicios de salud y educación”, y es en estas últimas en las que el Comité pone el foco para a actuar.

Las huertas de La Loma

Una zona donde el trabajo del Cicr se hace visible es la vereda La Loma, donde cerca de 35 familias han venido transformando sus vidas gracias a los programas del organismo humanitario. Testigos de excepción de esto son Sandra Betancur y su hija Denis Sánchez, que han recobrado sus esperanzas de un mejor futuro desde que los delegados del Cicr llegaron a sus vidas.

“Veníamos trabajando un proyecto de huertas caseras con la Secretaría de la Mujer, pero luego se sumó el Comité de la Cruz Roja y abordamos otras necesidades y problemas de la comunidad y empezamos a reconocernos, pues por acá no sabíamos ni cómo se llamaba el vecino, ahora lo que le pasa a uno nos pasa a todos”, comenta Sandra, que lleva 32 años en la zona.

Denis, que llora la muerte de su padre ocurrida hace dos años, en la época tal vez más violenta de este territorio, ahora ve una luz: “Nosotras somos víctimas directas de la violencia, esta zona estaba estigmatizada, no teníamos ni cómo vivir, no había nada, pero llegaron las palas y empezamos a trabajar la huerta y ahora no somos solo mi familia, es toda la comunidad”.

La Loma renace. Hace unos tres años, los asesinatos, las balaceras, el desplazamiento, eran la constante. La imagen de soldados ayudando a cargar enseres de las familias que salían del territorio le dieron la vuelta al mundo.

“Este es un corredor estratégico y todos lo querían dominar, pero no vamos a mirar más hacia atrás sino adelante, hay jóvenes que quieren labrarse un futuro y trabajamos para eso”, resalta Denis.

Simona Ferrara, delegada del proyecto del Cicr para La Loma y la Comuna 1, dice que los sueños de esta comunidad han crecido y ya piensan en su actividad como un negocio.

“Al principio fueron solo huertas de autoconsumo, pero ahora quieren constituirse en asociación y empezar a comercializar sus productos”.

La experiencia se replicará

El programa de La Loma es piloto y se replicará en otras zonas. Se construirá un nuevo invernadero para que las huertas sean alternativas de empleo. Así lo quieren Luz Chancí y Paola Villa, madres cabezas de hogar que ahora sueñan cosas grandes. “Esta es una nueva oportunidad y hay que aprovecharla”, dice Paola.

Ramiro Merchán, de 62 años y con discapacidad, ve en la agricultura una opción laboral que creía muerta, pues por su condición ya no puede trabajar construcción, como lo hizo toda la vida.

“De verdad me siento alegre, tengo más calidad de vida y trabajo sin riesgos”, dice. Es la misma sensación de Maribel Giraldo, que trabaja el deporte con niños de la zona y también le invierte tiempo a la huerta.

“Esto ha servido para unir la comunidad”, asegura esta joven mujer, para quien el cambio se refleja en las vivencias diarias. El Cicr sembró esperanzas, está dejando huella en La Loma.

4
años ajustará en Medellín el Cicr, que está en 25 sitios de Colombia.
35
familias de la vereda La Loma se benefician del proyecto agropecuario.

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