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Ninguno de los 40 ocupantes que viajaban en el bus que se accidentó el pasado miércoles en San Jerónimo salió ileso. A los sobrevivientes de esta tragedia, 31 en total, entre los que se encuentran el conductor del vehículo y algunos trabajadores y familiares de la empresa Flores del Trigal, tuvieron que recibir ayuda en el lugar.
Lo que pocos saben es que ante la magnitud de la tragedia no todos los heridos fueron transportados en ambulancias, nueve de ellos fueron llevados por ciudadanos del común al hospital de San Jerónimo.
Martín Sánchez, hotelero de este municipio del Occidente antioqueño, cuenta que el miércoles en la mañana mientras estaba en la gasolinera le avisaron que había sucedido un accidente y, sin pensarlo dos veces, se fue en moto al lugar de los hechos.
Aunque afirma que ha atendido muchos accidentes en esta vía “este es el más trágico que me ha tocado, todo el mundo gritando y diciendo ‘revisen este haber si está vivo o este otro se movió’. Apenas estaban llegando las autoridades y no habían suficientes ambulancias, no daban abasto porque había mucha gente regada por toda la carretera”, relata Martín.
Al ver esta situación, el hotelero llamó a dos meseros que trabajan en su hostería para que trajeran un carro para ayudar a transportar a los heridos. En el carro llevaron a dos adultos mayores y un joven de unos 20 años. Martín se quedó en el lugar de los hechos ayudando a sacar a los heridos con muchas personas que como él, llegaron a atender la tragedia.
Robinson García, quien condujo la camioneta, cuenta que en la parte de adelante iban los dos adultos mayores, a los que solo se les veían heridas menores y en el volco iba un joven que tenía una herida abierta en la cabeza. “Los señores estaban conscientes pero no hablaban nada ni se quejaban, estaban pálidos. Me fui para el hospital despacio para no afectar a los heridos”, recuerda.
Por su parte Santiago Londoño, el otro mesero, se encargo se sostener la cabeza del joven que iba en la parte trasera de la camioneta.
“No sé si sobrevivió porque lo vi muy mal. Él estaba consciente pero se estaba quedando dormido y yo le hablaba y le daba palmadas en el rostro para que no se durmiera. Él no me decía nada, trataba de tocarse los pies y la cabeza pero yo no se lo permitía”, comenta Santiago.
Martín, que se quedó media hora en el sitio donde se chocó el bus hasta que todos los heridos fueron evacuados, dice que lo que más lo sorprendió del accidente en el que murieron nueve personas fue “la forma como quedó el carro y el momento en que llegaba la gente corriendo desde el Parque de los Tamarindos y se les veía la tragedia en la cara. Llegaban llorando y gritando ‘que ahí iba mi mamá’”.