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La vida en Turbo nace a las 5:00 de la mañana. Desde esta hora ya se ve movimiento en sus calles, en El Waffe se inicia la carga y descarga de personas que van y vienen con destino a Capurganá, Acandí, Triganá, Playón y Sapzurro. El afán del día día activa la economía del puerto, mujeres turbeñas despliegan en sus negocios los pescados para la venta en improvisadas mesas. Los hombres zarpan en sus lanchas mar adentro con sus redes para la pesca. Es un puerto que tiene vida hasta la 1:00 de la tarde.
Sin embargo, en los alrededores del Parque Gonzalo Mejía, el movimiento empieza unas horas antes cuando los madrugadores ven cómo de carros, buses o motos decenas de migrantes llegan a Turbo de Medellín o de pueblos vecinos como Apartadó, Necoclí o Carepa para entablar el contacto con los “coyotes”.
Ya entrado el día y dominado por un calor abrazador, rodeado de agua, y con calles a medio hacer, este municipio es vigilado por ojos que esconden intereses personales en efímeros pasajeros que están llegando en desbandada.
El olor fétido de las aguas inunda todo el alrededor de El Waffe (embarcadero). Huele a pescado, se ve la amabilidad de su gente, su alegría, pero también las sombras de los traficantes de migrantes. Se percibe la ilegalidad, y el miedo está representado en cada uno de los “campaneros” -personas al servicio de la red de traficantes- apostados en bancas y que pasan continuamente en sus motos vigilando cada movimiento. Los ojos de esos guardianes están atentos en cada esquina de parroquianos y extraños.
En esta subregión del departamento tiene gran presencia el “Clan Úsuga”, que aunque no ha sido directamente relacionado con el tráfico de migrantes, se tienen pesquisas que cobra por dejar actuar a los traficantes en este municipio. Estos a su vez, por una noche en una habitación, en la que duermen hacinados los extranjeros, pueden cobrar hasta 20 mil pesos. Son casas familiares que contratan en barrios marginales para esconderlos. Conseguir el contacto del “coyote” -persona a la que se le paga por transportar a escondidas a los migrantes- vale otros 50 mil. Regularmente los migrantes llegan a Turbo con el contacto de quién los llevará a su siguiente estación: Capurganá y Sapzurro.
“Son varias mafias a nivel mundial que se dedican a esta clase de delitos, claramente ellos ya tienen organizaciones a nivel interno en cada país, que se encargan de llevar a estas víctimas del tráfico a su destino final, que en este caso es Estados Unidos”, dijo Christian Krüger Sarmiento, director General de Migración Colombia.
Deshidratados, hambrientos y con el padecimiento a cuestas por los abusos de algunas autoridades, de acuerdo con sus relatos, los migrantes pagan cerca de cuatro millones de pesos por su viaje hasta Colombia. Dicen algunos residentes que han visto a algunos oficiales cobrando a los migrantes la cuota por pisar suelo turbeño y no detenerlos. Versión sobre la que el comando de Policía de Urabá abrió una investigación.
Cuentan algunos residentes del municipio que hay viviendas en las que pueden esconder de 10 a 15 personas hacinadas en precarias condiciones de salud. Todos en habitaciones sin posibilidades de bañarse o comer algo. Una bomba de tiempo que podría explotar en cualquier momento.
“Toda la crisis migratoria se está descargando en Turbo y, al parecer, los filtros anteriores, en carreteras y aguas, se rompieron, agregó a EL COLOMBIANO una autoridad de control ubicada en el municipio.