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Después del aire y las basuras, el ruido es considerado por los habitantes de Medellín, según la Encuesta Medellín Cómo Vamos, el tercer problema ambiental de la ciudad, un tema que empieza a preocupar a fondo, pues cuando excede los niveles permitidos genera problemas de salud y afecta la convivencia, según explican las autoridades como el Área Metropolitana, concejales y especialistas en salud pública.
Para el siquiatra y concejal de Medellín Ramón Emilio Acevedo, el ruido afecta la salud mental y general de las personas en lo psicológico y orgánico, “en especial cuando se presenta en la noche e interrumpe el sueño y las funciones realizadas mientras el cuerpo descansa, acarreando graves problemas de aprendizaje, concentración, irritabilidad, desempeño académico y resolución de conflictos”.
Alba Montoya, presidenta de la JAC (Junta de Acción Comunal) de Belén Los Alpes, es una víctima del problema, pues habita en la calle 30 con la carrera 86, una zona sometida a dos fuentes de ruido extremo que perturban cada día su tranquilidad.
“A las 4:00 a.m. empiezan a pasar los buses de metroplús al frente de mi casa; y a las 7:00 empiezan a subir y bajar volquetas, porque por acá queda una ladrillera”, dice Alba, que siente que no habrá solución mientras viva allí.
Por mandato de la Resolución 627 de 2006, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (Amva) debe elaborar mapas de ruido para los municipios con más de 100 mil habitantes cada cuatro años, y establecer los máximos admisibles en todo el territorio nacional.
Es una herramienta para que las alcaldías tomen medidas, pero el Área no tiene poder sancionatorio. “Nosotros identificamos esos sitios, pero es la Administración la que debe tomar las acciones y correctivos al problema”, señala María del Pilar Restrepo, subdirectora Ambiental del Área.
El último mapa, que se hizo en 2014 y es el vigente, reveló que en las noches hay ruidos de 75 decibeles con los que se siente afectado el 4% de los ciudadanos.
Para las zonas residenciales, universitarias y parques, el máximo permitido es de 65 decibeles en el día y 55 en la noche. Para zonas hospitalarias y rurales, el máximo es de 55 decibeles de día y 50 en la noche. En las comerciales, 70 en el día y 60 en la noche. Y las industriales pueden generar ruido de 75 decibeles las 24 horas.
Además, el mapa identifica los puntos donde más ruido se genera, que coinciden con los de alto trafico (ver mapa).
Daniel Carvalho, concejal y experto en urbanismo y medio ambiente, destaca también como principales fuentes generadoras de ruido el tráfico vehicular, las actividades industriales y comerciales y la música en zonas residenciales.
“Es lesivo y estresante para el ser humano estar inmerso en ambientes de alto ruido. La contaminación auditiva es una realidad que viven los ciudadanos y, en Medellín, especialmente los que nos movemos en el Centro”, señala.
Por esta zona de la ciudad circulan cada día, según cálculos de Fenalco y su director ejecutivo, Sergio Ignacio Soto, alrededor de 1 millón de personas. A su perímetro llegan, también, los 3.000 buses que tiene la ciudad, además de miles de taxis, motos y vehículos particulares. Un universo generador de ruido imposible de controlar.
Federico Molina, especialista en salud ocupacional de la Universidad CES, afirma que una persona expuesta a altos niveles de ruido sufre consecuencias en su salud que tienen impacto a largo plazo. Si es por tráfico vehicular, experimenta problemas de audición que se suman a los males que genera el olor a gasolina quemada: “Hay efectos cardiovasculares, presión alta, anemia y dolores de cabeza constantes”, resalta.
En el Valle de Aburrá, según censo del Área Metropolitana, hay 546.768 vehículos y 710.185 motos, pero no hay una norma que especifique a qué decibeles pueden inmovilizarse.
“La regulación de los decibeles se da más por zonas: si es residencial, industrial o mixta, o si es diurna o nocturna”, asegura la subdirectora Ambiental del Área.
En su estudio del ruido, el Amva enumera varias acciones para que las administraciones de Medellín, Bello e Itagüí (incluidas en el último Mapa de Ruido) tomen medidas para enfrentar el asunto.
Sugiere el establecimiento de una estructura para la gestión del ruido; mejoras en la legislación y en la información del tema, es decir, que haya normas para aplicar a inmovilidad a vehículos excesivamente ruidosos; planes de mitigación, como barreras antirruido; control del ocio nocturno (algo que la Alcaldía ya hace en operativos con la Policía), actuación preventiva, de mejora y protección del ambiente sonoro en espacios públicos, como no permitir la operación de equipos sonoros que superen los decibeles soportables por el oído humano; así como seguimiento y evolución del tema (lo que se hace cuando se actualizan los mapas de ruido), y un plan de educación y comunicación, orientado a que la ciudadanía también tenga información oportuna y constante sobre el tema, como se hace con la calidad del aire.
El Código de Policía (vigente desde julio de 2017) impone multas de $393.449 a los vecinos ruidosos. Esta es la principal herramienta que tiene la autoridad para sancionar el ruido excesivo en zonas residenciales. Este año, en Medellín se han impuesto 263 comparendos y en todo el Valle de Aburrá van 409. No se tiene comparativo, porque en el primer semestre de 2017 no regía el Código.
En establecimientos públicos, las sanciones consisten en cierres temporales de 3 a 6 días. Este año han sido suspendidos 130. La Policía no suministró el comparativo con el año anterior.
¿Cómo se mide el ruido para imponer sanciones?
La Secretaría de Seguridad y Convivencia tiene convenio con el grupo de investigación ambiental Giga, de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, que acompaña a la Policía en los operativos de control con equipos especializados.
David Aguiar Gil, profesor y miembro del Giga, precisa que, “técnicamente, nos toca determinar el cumplimiento o no de la normativa. Todos los fines de semana se hacen operativos nocturnos en los sitios más neurálgicos, como el Parque Lleras, la 70 o la 33”.
Señala que los incumplimientos en 2017 están en niveles del 75 %, mientras que en la capital del país, según la encuesta Bogotá Cómo vamos, el incumplimiento de las normas alcanzó un nivel del 73% en el mismo año.
Advierte que hay que trabajar el tema desde lo educacional y lo cultural, pues el solo control no sirve y es imposible abarcar toda la ciudad en los operativos.
Medellín tiene tres estaciones de monitoreo del ruido: una en Plaza Mayor, otra en el Politécnico Jaime Isaza Cadavid y otra en la Facultad de Minas.
Los decibeles en la ciudad han aumentado un poco: en 2013, el promedio en las tres estaciones fue de 73,16 decibeles y aunque bajó en 2014 a 72,53 db, en 2016 llegó a 74,73 db.
Por otro lado, mientras la Encuesta Bogotá Cómo Vamos (2016) señaló que 79% de los ciudadanos se siente insatisfecho con el ruido, el último estudio hecho por el Área Metropolitana de Medellín reveló una cifra menor: el 54% de los habitantes se siente afectado con el problema, especialmente en las noches, cuando se alcanzan hasta los 75 decibeles.
Un estudio de Mimi Hearing Technologies GmbH sobre el índice mundial de audición, tomando como base la recomendación de 65 decibeles aceptada por la OMS, señala que las ciudades de mayor ruido son Cantón (China), Nueva Dheli (India), El Cairo (Egipto), Bombay (India), Estambul (Turquía), Beijing (China), Barcelona (España), Ciudad de México (México), París (Francia) y Buenos Aires (Argentina). Ni en esta ni en otras listas de ciudades ruidosas figuran Medellín ni otras de Colombia.