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Mauricio Restrepo no deja de expresar su nostalgia al ver la casa de comienzos del Siglo XX en el barrio Prado, en la cual pasó 40 años de su vida, y la que, con sus hermanos, tuvo que vender después de la muerte de su padre, porque no les alcanzaban los recursos para sostenerla, ante el aumento de los impuestos y los servicios.
Aunque el inmueble, de 640 metros cuadrados aún conserva su estilo Republicano, ya no alberga a los 12 hijos del ganadero Luis Restrepo Arango y sus amplios pasillos, nueve alcobas, patios y cocina hoy son un almacén de ropa de dama.
La que fuera la casa de Mauricio que hoy vive en el municipio de Yalí y frecuenta de vez en cuando el barrio para buscar a los pocos amigos de la infancia que se niegan a abandonar Prado, es uno de los 266 inmuebles del barrio declarados como patrimonio cultural de Medellín.
Según Mauricio quedó solo en ese caserón porque el resto de la familia se fue a buscar otros rumbos y para cubrir los gastos, tuvo que abrir espacios y arrendar piezas.
Al final, el bolsillo no aguantó y, con los hermanos, decidió vender el inmueble hace 15 años, por 300 millones de pesos.
El dolor de Jorge Eliécer Arango, habitante hace varios años del barrio, es por la caída económica y social del sector, según él, ante la mirada indiferente del Municipio y del resto de la ciudad, que no se han conmovido por la pérdida y el deterioro de la arquitectura republicana de sus casas.
Indicó que las familias tradicionales, por diversas razones, se fueron y hoy los caserones son negocios de masajes, inquilinatos, prostíbulos y dormitorio público para habitantes de calle, que desde el Centro se están extendiendo a Prado.
“En el barrio ya no viven familias. Los que se resisten a salir y dan la pelea son personas longevas a las que solo les queda la casa como patrimonio. Aquí hay sitios donde una manzana de 10 mil metros cuadrados solo la habitan 46 personas”, comentó.
Para el arquitecto urbanista, Luis Fernando Arbeláez, si el patrimonio no es tratado proactivamente, es decir, que les den garantías y posibilidades de un lucro a los propietarios para conservar sus casas, estas no lo van a hacer.
Opinó que “el futuro para este barrio tiene que ser de artistas, galerías de artes, buenos restaurantes y actividades que tengan que ver con la creatividad y la innovación que es a lo que Medellín le está apostando y Prado es ideal para ello, pero no han hecho nada”.
Para Luis Corra, quien hace 10 años tiene una venta de confites en el barrio, las familias tradicionales se fueron para El Poblado y sectores tranquilos como Llanogrande asediadas por la inseguridad, la ocupación indebida de los parqueaderos y las congestiones.
EN DEFINITIVA
Prado Centro es la memoria histórica de Medellín que requiere una intervención integral del Municipio y la sociedad para evitar que desaparezca en medio de la inseguridad y el olvido.