A Carlos Mario Gómez lo graduó un carrobomba

Archivo fotográfico del CIP
Archivo fotográfico del CIP

Si en la Universidad Pontificia Bolivariana, donde estudió, le enseñaron que el periodismo era una profesión complicada y de mucha responsabilidad, a Carlos Mario Gómez le bastó el primer día de trabajo en EL COLOMBIANO para no sólo comprobarlo, sino, además, para sentirlo en todo su rigor.

Carlitos, como le dicen cariñosamente en el periódico, llegó a esta empresa el 13 de enero de 1988 y la primera nota que le tocó cubrir fue el atentado con carrobomba al edificio Mónaco, en El Poblado, atentado que prácticamente inauguraba el terrorismo en la ciudad.
Llegó como practicante para la agencia de noticias Colprensa, que en esa época tenía corresponsal con módulo propio en el periódico. Y la orden desde Bogotá no contempló que Carlos llegaba de la universidad a su semestre de prácticas, que recién desempacado, sus primeros cubrimientos debían ser más bien suaves, con temas poco complejos, y que por lo menos tuviera tiempo de aprender a manejar los equipos de computación, pues para las fechas, en la UPB los trabajos se hacían en viejas máquinas de escribir.
Le tocó no sólo irse a cubrir los pormenores del atentado, sino también responder con rapidez, pues Colprensa, agencia nacional que debía surtir a todos los periódicos asociados en el país, necesitaba mantenerlos al tanto de los acontecimientos que iban sucediendo.

Fotos cortesía
Fotos cortesía

Caliche cuenta, cada que le preguntamos, cómo fue ese primer día en el periódico, y no nos queda más que admirarlo. Esa fecha, sin duda, significó su graduación como periodista, pues le tocó hacerlo y lo hizo bien. Y se ganó, con sobrados méritos, el paso al periódico gracias a una vacante que dejó una veterana periodista que se jubilaba.
Carlos llegó a Metro, luego pasó a ser coordinador del Área Internacional, en donde se desempeñó con lujo de detalles, y también estuvo en las páginas de política, económicas, deportes, cultura y ahora es el editor de Área Metro.
Carlitos conforma un feliz hogar con su esposa de siempre Hilda (Hildita en sus palabras) y sus hijos Esteban y Camilo, a quienes trata de entender de la mejor forma y compartir lo más posible en el poco tiempo que le queda, pues sale todos los días tipo ocho de la noche y llega de primero a su área.
No le es fácil, pero su paciencia jobiana, su delicadeza en el trato para con los otros, el respeto por sus jefes y compañeros y su mirada siempre prudente y serena, le permiten llevar adelante de la mejor forma tanto su vida familiar como en el trabajo.
Qué bueno que todo el mundo fuera como Carlitos, que todos los humanos tuvieran su don de gentes y su calidad espiritual, y que todos los periodistas tuvieran su profesionalismo, su rigor, se sensibilidad y su apego a la verdad. En este mes, un homenaje para uno de nuestros mejores periodistas, ganador de un premio Simón Bolívar por un excelente reportaje sobre la cárcel Bellavista, pese a lo cual nunca perdió la humildad ni los deseos de hacer cosas más grandes. Como las ha hecho.

Puede contactarlo al correo: CarlosGo@elcolombiano.com.co
Colaboración Mónica Gutiérrez V.



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