Looper: Asesinos del futuro, de Rian Johnson

El futuro es lo que haga hoy

Por: Oswaldo Osorio


Los viajes en el tiempo siempre será un tema recurrente en el cine de ciencia ficción. Y esto es porque, además de sus enormes posibilidades argumentales y dramáticas, potencia una de las grandes virtudes de este género, esto es, su capacidad para proyectar un probable futuro de la humanidad y confrontarlo con nuestro tiempo. En este proceso, por lo general, queda evidenciado no solo el mal camino por el que va el mundo, sino y sobre todo, el pesimismo con el que inevitablemente el hombre ve su futuro.

Otra cualidad de este tema es que esas posibilidades argumentales han permitido crear algunas de las historias más fascinantes y originales de la ciencia ficción. Looper da fe de esta cualidad, pues su propuesta argumental sorprende y mantiene siempre la expectativa por lo que pueda suceder. Se trata de hombres en el 2044 que asesinan a quienes les envían del futuro, cuando ya es posible viajar en el tiempo y las organizaciones criminales acuden a esta posibilidad como la forma más limpia de deshacerse de alguien junto con su cadáver.

La primera parte de la historia es un vertiginoso e intrigante relato sobre la forma como funciona este sistema de ejecuciones y el universo de los loopers, los asesinos. Luego baja el ritmo y más que de la trama ciencia ficción, habla de los personajes, sus relaciones, afectos y emociones. De esta manera complementa la complejidad de la trama con el peso de unos personajes bien dimensionados.

Y si bien se trata de una hipnótica trama, ya por vía de la cadena de acciones o por el conocimiento de los personajes, es una historia que en principio parece que no va más allá de los jugueteos propios del género. Lo ideal es que una película diga algo con más sustancia que el simple juego narrativo y ficcional.

Pero este inteligente filme es en el último momento, en el momento en que el protagonista sabe lo que debe hacer, cuando nos damos cuenta de la poderosa reflexión que propone esta historia sobre las consecuencias de las acciones en el tiempo. Aunque suene obvio, la idea es que podemos cambiar el futuro con nuestras acciones, pero menos obvio es decir que detenernos a pensar en esas acciones es pensar en el futuro. Dicho así puede sonar demasiado evidente, pero la forma como queda expresado esto en el clímax de la película es casi reveladora, haciendo además de su final algo impactante y significativo.

En medio de esto están, por supuesto, las paradojas propias de los viajes del tiempo, que la más de las veces son usadas caprichosamente por este tipo de historias, pero que en otras, son los puntales para plantear reflexiones más hondas, como ocurre en este caso con la eterna pregunta sobre si somos la misma persona luego de treinta años. De nuevo, con solo decirlo, no parece muy significativo, pero ver al personaje (en singular) de Bruce Willis y Joseph  Gordon-Levitt frente a frente conversando y confrontándose, es uno de los momentos del cine más inquietantes e inolvidables que se haya podido ver, como toda esta película.

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