En la mira, de David Ayer

Dos policías van al trabajo

Por: Oswaldo Osorio


Los thrillers policiacos son muy comunes en el cine de Hollywood, desde Arma mortal (con sus cuatro entregas) hasta Bad boy (de la que ya alistan la tercera) la mayoría de ellos son solo una excusa para hacer películas de acción con unos héroes que buscan tener gracia y glamur. No obstante, En la mira (End of watch), ensaya un registro distinto, no solo con su relato de corte documental, sino y sobre todo, con la construcción de sus personajes.

Una pareja de policías en Los Ángeles patrulla las calles de los barrios latinos, donde tienen que acudir tanto a llamados de problemas domésticos como a enfrentarse con la violencia de las pandillas respaldadas por los carteles mexicanos de la droga. Al principio parece solo un capítulo más de la serie televisiva Cops, pero luego se puede ver que ese día a día se los policías es para dar cuenta de otros asuntos de fondo, como la relación entre ellos y la visión del mundo criminal en esa ciudad desde su punto de vista.

Sobre lo primero que se debe reflexionar es acerca de ese punto de vista, pues podría verse como una historia con tendencias fascistas, pero si se analizan los matices que propone la película, se puede ver que esa no es su intención ni ideología de fondo. Es cierto que la pareja de policías son como unos cowboys urbanos que buscan combatir el crimen con la violencia que sea necesaria, pero esos matices están, precisamente, en la construcción de los personajes, pues el relato le dedica mucho tiempo a que el espectador los conozca, y es posible ver en ellos una honesta vocación y sin fanatismos. El guion sabe construir su universo personal y la ética que los sustenta como personas y como policías.

Esta construcción y esos matices se logran, especialmente, a partir de la relación que se establece entre los dos policías, uno blanco y el otro latino. Y la intención de mostrarlos sin los vicios de cualquier fanatismo empieza por esta combinación étnica, pues siempre se hace evidente que hay unos afectos y una camaradería por encima de estas diferencias. Incluso hacerle frente a esas diferencias, ya con chistes o reflexiones serias, hacen parte de esa cercanía entre ellos. Porque se trata también de una historia de amistad, donde un par de amigos estrechan vínculos en medio de su trabajo, que podría ser cualquiera, pero que en este caso, por ser policías, hay unas implicaciones éticas y sociales.

La cinta también hace evidente su vocación de mirar el tema desde una perspectiva distinta con su tratamiento visual, pues se trata de una propuesta con una narrativa de tipo documental, casi de reality, que no hace concesiones a ese público que tal vez cree que va a ver una película de acción, llena de imágenes grandilocuentes y efectos. Aquí, por el contrario, resulta incluso difícil acostumbrarse a esa imagen sucia y precaria (más aún con la imagen oscura que hace meses tiene una de las salas de Cine Colombia Unicentro), pero justo ese tratamiento intensifica la sensación de realismo y veracidad de la historia y los personajes.

No se trata tampoco de una película que va a cambiar el género, pero decididamente es una propuesta diferente, con acción para quienes buscan acción (sin glamur ni efectismos eso sí), con la presentación de unos personajes sólidos y llenos de matices que son el objetivo principal del relato, y con la visión de fondo de una ciudad donde la criminalidad ya mira sin parpadear a la ley.

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