Bohemian Rhapsody, de Bryan Singer

De la lustración musical

Oswaldo Osorio

bohemian

Es difícil hacer una biografía cinematográfica sin que sea solo una ilustración de los hechos que vivieron sus protagonistas, en este caso la banda inglesa Queen y su vocalista Freddie Mercury. Más que una cronología de acontecimientos, un biopic debe ser, valiéndose del poder expresivo del cine, la representación de ese espíritu que define a las personas de las que está hablando. Esta película tiene más de ilustración que de la representación de ese espíritu, por lo que su valor puede ser relativo, dependiendo del tipo de espectador que la vea. 

Para quienes no estén muy familiarizados con Queen y la escena rock de la época, puede ser una verdadera revelación la música de esta banda y la personalidad de su vocalista, así como su deseo de experimentar y correr los límites del rock, el éxito casi sin obstáculos que tuvieron desde el primer momento y esa unión entre ellos que permitió crear esta obra única de la música contemporánea; así que todo eso puede resultar muy emocionante y entretenido, sin embargo, también es el típico esquema de “nace una estrella”, una aproximación a los biopics musicales que se ha repetido en el cine hasta el cansancio desde hace ochenta años, desde Judy Garland hasta Lady Gaga.

Igual ocurre con la excesiva presencia de la música. Es cierto que se trata de un biopic musical, pero recrear casi toda la intervención de la banda en Live Aid estaba de más; y es que ¿Por qué querer ver música de Queen por casi veinte minutos interpretada por otros? Esta es otra muestra del tono ilustrativo con el que fue concebido este filme. Para escuchar la música de Queen es para lo que están sus discos, sus videos o hasta Spotify. En una película se esperaría encontrar lo que no está en las grabaciones, como el proceso creativo, por ejemplo,  lo cual se ve con la canción que le da título a la película.

Solo hay un largo segmento del relato que ofrece algo más que lo que se puede encontrar en Wikipedia o en los discos de Queen, algo que es para lo que vale la pena ver cine: esa capacidad para dar cuenta de las honduras y complejidad al interior de una persona, y también de las emociones y los estados de ánimo. Ese segmento es el retrato íntimo y doloroso que hacen de la soledad de Mercury, en el que realmente crean un sentimiento opresivo y de vacío en medio de esa esa mansión, de ese enorme éxito y de esa multitud de compañeros de fiesta.

También la película consigue algunos momentos de gran carga emotiva cuando habla de la complicada relación del vocalista con Mary y con sus dos familias, la de sangre y la musical. Pero solo son eso, momentos o segmentos entre todo el trámite de hechos biográficos, episodios anecdóticos y hasta tediosos pasajes musicales. Yo estoy seguro de que Queen es más que anécdotas y célebres canciones (solo aparecen aquí los hits radiales, por supuesto): es uno de los más grandes grupos de la historia del rock, el encuentro perfecto de cuatro talentosos músicos, la sublimación de un arte popular y el espíritu libre e inquieto de una banda que creó una obra significativa con canciones eternas, y más bien poco de esto se encuentra en esta película.

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