Fellini años 50 + Kinetoscopio 128

De neorrealista a felinesco

La edición 128 de la revista Kinetoscopio está dedicada al centenario del nacimiento del maestro italiano Federico Fellini. Un completo dossier que recorre su vida y obra de manera informativa, cinéfila y reflexiva. Este es el texto que se ocupa de sus siete películas rodadas en la década del cincuenta.

 

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Oswaldo Osorio

El periodo cuando Federico Fellini hizo un cine que todavía no era felinesco, es tal vez el más sólido y orgánico de toda su gran obra. Su conexión directa con el Neorrealismo italiano puede verse como la principal razón de esta unidad que cruza los espacios, personajes y temas presentes en los siete títulos que firmó desde su ópera prima en 1950 y hasta antes de que realizara La dolce vita (1960), su más célebre película y la que significó el cambio de rumbo de su cinematografía en su viaje hacia lo felinesco.

Antes de debutar tras la cámara, Fellini había estado muy cerca del Neorrealismo, incluso desde la misma película fundacional del movimiento, Roma, ciudad abierta (Roma, città aperta, 1945) apoyando a Roberto Rosellini, con quien seguiría colaborando durante los años siguientes. Pero también en esa época, que se hace extensiva a toda la década del cuarenta, su verdadera vocación se decantaba por el periodismo y el dibujo. Escribió para la radio y los periódicos y, con una habilidad cultivada desde niño, dibujó caricaturas e historietas. La comedia, el mundo del espectáculo, las mujeres, la cultura popular y la cotidianidad citadina eran la base de su material.

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Cine argentino en play.cine.ar

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Oswaldo Osorio

La de Argentina es una de las cinematografías más importantes de Latinoamérica, no solo por los más de ciento cincuenta largometrajes producidos anualmente, sino por su calidad y proyección internacional. En la plataforma www.play.cine.ar hay centenares de títulos de acceso libre que recorren la historia del cine de este país en sus distintos géneros y formatos. Estos son solo cuatro recomendados de tan profusa y desconocida oferta.

Las Acacias (Pablo Giorgelli, 2010)

Ganadora de la Cámara de Oro en Cannes, esta multi premiada obra resulta tan sencilla en su planteamiento como llena de sutiles connotaciones emocionales en su desarrollo. Se trata de una película de carretera donde un camionero, además de su carga, lleva como pasajeras a una mujer y su hija. Como en todas las películas de carretera, los personajes que inician el viaje no son los mismos que lo terminan, están transformados y con una relación diferente entre ellos, unos procesos que este relato propone de forma inteligente y llena de sensibilidad, con gran economía de recursos visuales, pero con virtuosismo en aspectos como los diálogos y las interpretaciones.

La antena (Esteban Sapir, 2007)

La ciencia ficción es un género escaso en el cine latinoamericano. Y en este filme, además, su relato está planteado con la lógica del cine silente en relación directa con su argumento, el cual presenta a los habitantes de una ciudad a quienes un poderoso hombre les ha robado la voz. Aunque esta trama está un poco esquematizada hacia la confrontación entre el bien y el mal, de fondo sugiere una reflexión acerca del mal uso que se le ha dado a los medios de comunicación, especialmente a la televisión. Pero lo más llamativo de esta película está por vía de su propuesta visual, la cual hace un uso ingenioso de los diferentes recursos y estéticas del cine silente.

Sol de otoño (Eduardo Mignogna, 1996)

Protagonizada por dos históricos actores del cine argentino, Norma Aleandro y Federico Luppi, esta película cuenta la historia de una mujer madura que contrata a un hombre para hacerse pasar por su novio ante la visita de su hermano que vive en el exterior. Se trata de un relato intimista y sosegado que se sostiene en las interpretaciones de estos dos grandes actores y en unos certeros diálogos que consiguen presentar con lucidez un punto de vista de la vida desde la edad que tiene la pareja. También es una historia sobre la reinvención del amor por parte de unos seres solitarios y descreídos que ya miran más para atrás que para adelante.

Un hombre mirando al sudeste (Eliseo Subiela, 1986)

Inspirada en La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares, esta película introduce al espectador en un hospital siquiátrico y en la relación entre un médico y un paciente que dice venir de otro planeta para estudiar la estupidez humana. Es un filme reflexivo y crítico con el pasado reciente de Argentina y con la manera como funciona la sociedad, en toda su alienación y deshumanización. Su relato recorre distintos tonos, puede ser divertido y sombrío, y también trascendental e irónico, todo en función de convencernos de que las palabras del loco son más correctas que las de los cuerdos.

Video clips recomendados de 2019

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Oswaldo Osorio

  1. Thom Yorke – Last I Heard (…He Was Circling The Drain)

Cualquier plano de este video puede ser un bello y sugestivo dibujo al carboncillo. Se trata de una ciudad creada a partir de imágenes reconocibles que conviven con otras tantas enigmáticas y anómalas. La penumbra se impone en una gran urbe donde, a pesar de la multitud que la habita,  el anonimato se refleja en esos cuerpos sin rostro. Extrañas cofradías se reúnen al borde de los techos de los rascacielos y muchedumbres como enjambres se mueven por erráticas motivaciones, como si estuvieran “dando círculos en el drenaje”. El más normal es el que es diferente, el astronauta, pero pronto ese mundo gris se confabula contra él.

  1. Rammstein – Deutschland

En recorrido por algunos periodos y momentos de la historia de Alemania con los valores de producción de los filmes épicos. Cada retablo histórico está construido a partir de tres elementos sobresalientes: la violencia explícita y estetizada, los miembros de la banda como protagonistas y una esbelta mujer negra en el rol de Germania, cargada de simbolismos y alusiones ideológicas a esa historia. Es un video grandilocuente y trasgresor, fiel al espíritu de la agrupación, una película corta de largo alcance en sus descripciones y comentarios sobre el pasado de un país que igual quieren arropar con amor y sentido crítico.

  1. Hot Chip – Hungry Child

Es difícil encontrar novedad en un video. Y la novedad en este video clip narrativo es que la canción de Hot Chip hace parte de la historia que cuenta, o mejor, es su leitmotiv. Incluso, más que un cortometraje en función de la canción, como ocurre con mucha frecuencia, es una canción en función de un cortometraje. El video clip le otorga a la música un carácter diegético, con lo que trastorna la vida de la pareja protagónica. Es un relato de confusión, humor negro y, finalmente, desamor. Una pieza ingeniosa y divertida.

  1. Joywave – Obsession

También es difícil encontrar un video clip con una propuesta inédita, y hacer un video a partir del concepto de los créditos iniciales de películas realmente lo es. En esta propuesta se conjugan dos elementos: de un lado, están los créditos mismos, con todas sus posibilidades en cuanto a fuente, color, tamaño y diseño, además de las distintas tendencias de acuerdo con el tipo de película, género y época del cine; de otro lado, están las puestas en escena de las que parte cada propuesta de créditos, las cuales también apelan a diferentes tipos de cinematografías y realizadas con convincentes valores de producción. Es casi un viaje por la historia del cine a partir de un elemento tan particular y que generalmente pasa inadvertido para el grueso del público.

  1. Someday – Weval

Un dispendioso y preciso ejercicio de montaje que se sostiene principalmente del concepto de caleidoscopio como recurso visual y cinemático. Puede que no sea nada nuevo, pero es tal el virtuosismo que logra creando un hipnótico dinamismo con imágenes fijas, que la artesanía se impone a lo recurrente del recurso. El video hace de la arquitectura su masa moldeable, ya desde la más moderna hasta la más representativa de tiempos idos, y trabaja tanto con el gran volumen como con los finos detalles, sin dejar por fuera los trazos de la naturaleza y el paisaje creado por la civilización.

  1. Beardyman – 6am (Ready to Write) ft. Joe Rogan

Luego de una noche de exceso de cocaína, una nariz sale a buscar más. Esta es una sinopsis delirante y divertida, que tal vez solo en el contexto de un video clip se podría desarrollar con toda naturalidad. Una original forma de ilustrar el delirium tremens por el taquicárdico polvo blanco. Un extravagante relato que sabe conjugar el humor negro, lo grotesco y los efectos especiales. Incluso el final termina resuelto con ingenio y comicidad, bueno, para el espectador, no para el trasnochado en cuestión.

  1. James Blake – Can’t Believe the Way We Flow

Un tremendo ejercicio de montaje que conduce un relato rebosante de cotidianidad, coloridas imágenes y relaciones interpersonales. Incluso muchas de esas imágenes tienen un acabado de espontaneidad y baja definición que refuerzan el tono documental y de vida cotidiana, el día a día de las personas en su entorno y su contacto con otras personas con las múltiples posibilidades de situaciones, temas y emociones. Sobresale la secuencia del beso, el cual es recreado con muchas parejas y, por tanto, unifica la acción y a todas esas personas en su sentimiento. Las metáforas y simbolismos pululan en muchas de las tantas imágenes y pequeños relatos, casi todo en función del amor, los afectos, las urgencias, los deseos, los miedos y la vida en sociedad.

  1. Ed Sheeran – Cross Me (feat. Chance The Rapper & PnB Rock)

Con tantos video clips creados a partir de bailarines y coreografías son más los lugares comunes que se encuentran que las propuestas innovadoras. Aquí esa novedad corre por cuenta del aprovechamiento de la tecnología, en este caso efectos visuales que se desprenden de los movimientos de la bailarina y crean todo un universo de posibilidades estéticas, formales y cinéticas. El colorido, el plástico dinamismo y el cambio constante definen este número de baile donde bailarina y cantante por momentos terminan confundiéndose.

  1. Empires – elbow

Aunque la letra de la canción no necesariamente sea explícita con ello, el video clip evidentemente hace referencia a un futuro apocalíptico de la civilización. Petróleo en el mar, montañas de basura, crisis humanitarias y deforestación parecen tener inevitables repercusiones en las grandes ciudades, donde el ser humano  asienta su imperio. Pero lo mejor del video es la manera como visualiza esta hecatombe, lo cual hace por medio de una destrucción de las  ciudades y sus edificaciones por vía de la decontrucción y una suerte de derretimiento por medio del glitch, dos acciones que definen su atractiva estética, porque en la destrucción también puede haber belleza.

10. Carnage – Holy Moly Feat. Terror Bass

Un video narrativo que apela al atractivo del contraste de sus partes, esto es, una escuela de sicarias en un convento y regentada por su Madre superiora. Recuerda a Ms. 45, de Abel Ferrara, y las películas de artes marciales donde se muestra el proceso de entrenamiento, empezando por Kill Bill. Una historia de venganza, por supuesto, muy recurrente en el cine, pero que para la síntesis que logra este video clip y con el imperioso ritmo de la música de Carnage logra una pieza con fuerza narrativa y estimulante visualmente.

BONUS

Anna Meredith – Paramour

Barns Courtney – You And I

James Massiah – Natural Born Killers (Ride for Me)

The Claypool Lennon Delirium – Blood And Rockets: Movement I, Saga Of Jack Parsons – Mo…

Anderson .Paak ft. Kendrick Lamar – Tints

 

El cine colombiano del Siglo XXI

Dos décadas del mejor cine

Oswaldo Osorio

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Tal vez solo una hecatombe volvería matar al cine colombiano. Esa historia intermitente, cruzada por nacimientos y muertes, parece haber llegado a su fin. Por eso, en lo que va de este siglo y en delante, de lo que se trata es de lidiar con su vitalidad, la cual le fue insuflada por una serie de afortunados factores, entre los que se destaca una favorable y bien ejecutada legislación, pero también la formación de los cineastas y del público, así como una mayor visibilidad en el exterior, un dinamismo de la industria en sus diferentes componentes y una inevitable diversidad en sus temas y propuestas.

Luego de un periodo de sequía durante la década del noventa, cuando no se alcanzó a estrenar ni siquiera una veintena de películas, termina esa transitoria orfandad del interés y apoyo estatal. Se crea la Dirección de Cinematografía y Proimágenes en Movimiento, las entidades que sacarían adelante la Ley de Cine, la cual entraría en vigencia en 2004. Pero ya a principios de ese decenio se empezaba a conjurar la escasez, cuando unos primeros estímulos contribuyen a desatrancar una serie de proyectos pendientes que inauguran esta nueva y prometedora etapa del cine nacional, por lo que para antes de la Ley de Cine ya se había superado el número de estrenos de la década anterior, con significativas películas como Soplo de Vida (Luis Ospina, 2000), Diástole y Sístole (Harold Trompetero, 2000), Terminal (Jorge Echeverri, 2001), Los Niños Invisibles (Lisandro Duque, 2001), Bolívar soy yo (Jorge Alí Triana, 2002) y La primera noche (Luis Alberto Restrepo, 2003).

El testimonio de este pistoletazo inicial es recibido con brío por las primeras películas apoyadas por la ley de cine. Gracias a ella, principalmente, en el país se ha pasado a producir de ninguna o unas cuantas películas por año a casi medio centenar, y es una cifra que va en progresivo aumento. Con esto es posible decir que cantidad implica calidad, tanto por ley de probabilidades como por el oficio ganado por la gente del cine como consecuencia de la dinamización del medio. Así que, necesariamente, de esas 250 películas que, aproximadamente, se han estrenado en el país en estas dos décadas, muchas de ellas alcanzan un buen nivel o son cinematográficamente muy relevantes. Y aunque solo fuera un tercio de esa cifra, ya eso son decenas de títulos de buen cine colombiano.

Las grandes narrativas

El reconocimiento de la gran heterogeneidad que tiene el cine nacional en sus temas y narrativas suele ser castigado por su desconocimiento por parte del grueso del público. De ahí surge el equívoco de mantenerlo encasillado en asuntos relacionados con la violencia, el conflicto y el narcotráfico. Este imaginario también se da por la arbitraria asociación con los contenidos de la televisión. Pero lo cierto es que, si bien en estos temas radica la más importante narrativa del cine nacional, lo es no por la cantidad de títulos dedicados a ella, que llegan apenas al veinte por ciento en este periodo, sino más bien porque sus personajes, historias y universos son los que suscitan en los cineastas una mayor contundencia expresiva y capacidad reflexiva, resultando películas más sólidas y de mayor calidad. Eso se puede ver claramente en filmes como Sumas y restas (Víctor Gaviria, 2005), Perro come perro (Carlos Moreno, 2008), Retratos en un mar de mentiras (Carlos Gaviria, 2010), Los colores de la montaña (Carlos César Arbeláez, 2011), Jardín de amapolas (Juan Carlos Melo, 2014), Alias María (José Luis Rugeles, 2015), Oscuro animal (Felipe Guerrero, 2016), Matar a Jesús (Laura Mora, 2018) o Monos (Alejandro Landes, 2019), por solo mencionar algunas.

Así mismo (y conociendo las contradicciones de este país no resulta tan paradójico), la otra gran narrativa del cine nacional es la comedia populista, esa que apela a los actores y formatos televisivos y a un humor ligero y usualmente chambón, definido por los diálogos repentistas y la explotación de estereotipos, pero casi nunca por la comedia visual o de situaciones elaboradas. Así que, aplicando la misma lógica del benjumeismo de los años ochenta, empieza Dago García estrenando una película cada diciembre durante la primera década del siglo, pero para el decenio siguiente, el modelo es copiado (y la mitad de las veces para empobrecerlo) por otros productores y directores, al punto que en los últimos años más o menos una cuarta parte de los estrenos anuales pertenece a ese tipo de comedia, esto es casi un treinta por ciento de la producción todo de este periodo. Es un cine de consumo, cine de usar y tirar en su mayoría, pero son películas que animan la taquilla y la producción, y por eso mismo, muy necesarias para la industria nacional.

De manera que entre estas dos grandes narrativas está casi la mitad de la producción nacional, pero todavía quedan unos ciento veinte títulos que son los que más abren el rango de diversidad, tanto temática como estéticamente. Hay un buen porcentaje de cine de género, algunos de horror, incluso de acción, pero especialmente thrillers, la mayoría muy desconocidos por el público, pero entre los cuales hay propuestas afortunadas, como Satanás (Andrés Baiz, 2007), 180 segundos (Alexander Giraldo, 2012), Los perros (Harold Trompetero, 2017) o Los fierros (Pablo González, 2019).

Pero la mayor heterogeneidad viene de lo que muy ampliamente podría definirse como cine de autor, sobre todo realizado por cineastas que debutaron en este siglo y que ya se han consolidado como tales gracias a que en ellos se destacan miradas personales que empiezan a definir un estilo o un universo, así como el honesto compromiso con el tratamiento de sus temas, algunas audacias formales y, en unos cuantos casos, el riesgo narrativo y dramatúrgico. El futuro del mejor cine colombiano, por tanto, está en nombres como Franco Lolli, Libia Stella Gómez, Spiros Stathoulopoulos, Óscar Ruiz Navia, Ciro Guerra, Jorge Navas, Laura Mora, Alexander Giraldo, Andy Baiz, José Luis Rugeles, Rubén Mendoza, Carlos César Arbeláez, Carlos Moreno, William Vega, Jaime Osorio Márquez, Andrés Burgos, Carlos Osuna, Juan Andrés Arango y Johnny Hendrix Hinestroza, eso por solo mencionar los que al menos han dirigido dos películas.

El corto y el documental

Y esto es apenas hablando de los largometrajes de ficción, porque esa vitalidad del cine colombiano de los últimos veinte años también se debe medir con la producción documental y de cortometrajes, dos líneas que renacen con fuerza en esta etapa y que contienen una riqueza en sus temas e innovadoras propuestas incluso mayor que lo que se ve en los largos de ficción. El corto es un universo en sí mismo que requeriría un texto de igual extensión que este para dar cuenta de él. Como indicio, solo habría que decir que a la convocatoria anual de un festival como Bogoshorts o a una muestra como Caleidoscopio pueden llegar entre 200 y 300 obras.

En cuanto al documental, lo más significativo es que está llegando a salas y que tiene un público interesado y cualificado. Casi el veinte por ciento de los estrenos del periodo en cuestión son de este tipo de cine, lo cual lo convierte en la tercera gran narrativa de la producción nacional, aunque hay que aclarar que los documentales producidos pueden triplicar a los estrenados en salas, solo que deben ser vistos en otros circuitos de exhibición, como festivales, televisión o en línea. Los buenos títulos son muchos, solo hay que mencionar unos cuantos para dar fe de ello: Del palenque de San Basilio (Erwin Gogel, 2004), Pequeñas voces (Jairo Carrillo y Óscar Andrade, 2011), Apaporis (Antonio Dorado, 2012), Infierno o paraíso (Germán Piffano, 2014), Un asunto de tierras (Patricia Ayala, 2015), Todo comenzó por el fin (Luis Ospina, 2016), Noche herida (Nicolás Rincón Guille, 2017), Smiling Lombana (Daniela Abad, 2019), Homo botanicus (Guillermo Quintero, 2019).

Aunque las bonanzas suelen venir acompañadas de sus propios males, el principal en este caso es el cuello de botella que se presenta en la exhibición ante tanta producción nacional. Y a pesar de que existe un público cada vez más formado y con buena disposición para el cine colombiano, hay momentos con hasta cuatro películas en cartelera y que solo estarán exhibidas una semana. Por eso, si bien está yendo más gente al cine (73 millones en 2019), la asistencia a las películas colombianas si acaso supera el dos por ciento, y esto con las naturales diferencias del mercado, donde una comedia puede llegar al millón y medio de espectadores, mientras que un filme de autor apenas si alcanza unos cuantos miles o, los más afortunados, decenas de miles.

Pero a pesar de todo lo que implica este crucial asunto,  lo vital y prometedor del cine nacional también se refleja en muchos otros aspectos que han sido logros de estos últimos veinte años, como la proyección internacional de autores y películas, sobre todo por vía de premios y participación en festivales de prestigio; el fortalecimiento de la investigación y la formación académica, que opera como causa y consecuencia del actual dinamismo; la Ley de Filmación Colombia (2012), que ha permitido rodar decenas de películas extranjeras en el país y, de paso, profesionalizar aún más al gremio; y la existencia de más de un centenar de muestras y festivales de cine, los cuales contribuyen enormemente a la difusión de las películas, la formación de públicos y estimulan la creación.

Estos veinte años son, sin duda, los mejores de la historia del cine colombiano. Y aunque, de entrada, el balance empieza definiéndose por las cifras, lo fundamental es que esta cinematografía, sin ser una industria como tal, definitivamente es una fuerza expresiva, identitaria y significativa socialmente que resulta esencial en un país tan diverso, conflictivo y muy necesitado de pensarse y crear memoria. Y para eso, nada mejor que el cine.

Publicado en la Revista Cinemateca en diciembre de 2020.

10 películas recomendadas de 2019

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Oswaldo Osorio

Este es un listado limitado a las películas estrenadas en el país, para proponer un repaso de la cartelera, un diálogo para quienes las hayan visto o unas sugerencias para quienes no.

Dolor y gloria, de Almodóvar

El director español vuelve a mostrar su talento y corazón de la mano de una película autobiográfica, en la cual recapitula algunos momentos, sensaciones y personajes de su vida para crear un relato sólido, emotivo y lleno de guiños para quienes conocen su vida y obra.

Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach

Una historia de desamor potente y descorazonadora que, además de los consabidos elementos emocionales y afectivos, incorpora en su sólido guion aspectos como la familia, la paternidad, el calvario de los divorcios y las decisiones profesionales frente a la vida personal.

Doble vida, de Oliver Assayas

El conocido drama de enredos sentimentales y conyugales del cine francés, pero esta vez potenciado por un tema siempre presente en los diálogos y en una trama cargada de ingenio, humor e intelectualidad: la incertidumbre por el futuro de la literatura en la era digital.

La casa de Jack, de Lars Von Trier

La película de dos sádicos, el protagonista y su director. Juntos hacen una obra violenta y casi obscena, por un lado, pero reflexiva, inteligente y atractiva, por el otro. Una historia con vocación provocadora y construida con el peso de grandes ideas y referentes.

Beautiful boy, siempre serás mi hijo, de Felix Van Groeningen

Un drama reflexivo e intimista sobre la consternación de un padre por la drogadicción de su hijo. Un relato que trata de abordar el tema desde diversos ángulos, pero donde destaca el amor y la comprensión, aunque sin caer nunca en sentimentalismos complacientes.

El irlandés, de Martin Scorsese

Es la obra que culmina la carrera de Scorsese (también de Robert de Niro y Joe Pesci) en relación con el tema de la mafia y con su trabajo en conjunto, una película enorme y madura en muchos sentidos, que incluso propone un nuevo paradigma sobre el género.

El silencio del río, de Carlos Tribiño Mamby

La historia de un campesino cercado por la violencia y la de un niño que se obsesiona por uno de esos cuerpos inertes que bajan por los ríos de Colombia, son el relato en paralelo que propone este filme, el cual no hace concesiones a narrativas o moralejas explícitas y obvias.

La casa lobo, de Cristobal León y Joaquín Cociña

Una niña que huye de una secta termina conviviendo con dos cerdos en una cabaña, pero tanto los animales como ese espacio se van transformando de forma sorprendente por medio de una animación llena de creatividad, expresividad y emociones hechas imágenes.

Dogman, de Matteo Garrone

Vuelve este director italiano con una historia de violencia. Esta vez sobre un peluquero de perros y su amistad con un hombre violento y abusador. De esa combinación resulta un relato de tono ambiguo y desgarrador, una tragedia sucia y marginal que difícilmente se olvidará.

Un asunto de familia, de Hirokazu Koreeda

El mejor director japonés del momento regresa con una historia que de nuevo pone a la familia en el centro de su reflexión, aunque esta vez una familia diferente que crea un drama insólito y conmovedor, pero con toda la sensibilidad y sutileza que lo ha caracterizado.

Video clips recomendados de 2018

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Por: Oswaldo Osorio 

  1. Til It’s Over – Anderson .Paak / HomePod — Welcome Home by Spike Jonze — Apple

Es un comercial de Apple, cierto. Pero los video clips, en esencia, son eso, comerciales, de una canción y su intérprete. También puede verse como un video clip que hizo uno de los más importantes autores de este género, Spike Jonze, con la música de Anderson .Paak para ser usado como el anuncio publicitario que le encargó esta marca. El caso es que se trata de una bella e ingeniosa pieza, ejecutada con gran inventiva visual y soltura interpretativa por parte de la cantante inglesa FKA twigs. Aquí el espacio se estira o se pliega obedeciendo a esa soltura del cuerpo, mientras el movimiento de la materia y los objetos deja iridiscentes huellas en ese espacio trastocado. El video transporta a su agotada protagonista a una dimensión donde es posible descansar bailando, expandir el universo doméstico y encontrar la compañía de su doble. Es plasticidad pura, hecha por grandes artistas… para vender un electrodoméstico! Continuar leyendo

Películas recomendadas de 2018

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Oswaldo Osorio

El intenso ahora, de João Moreira Salles

Un documental monumental en el uso de imágenes de archivo. Una mirada lúcida y crítica a Mayo del 68 y a las imágenes que dan testimonio de un sueño revolucionario en cuatro distintas partes del mundo. Una película reveladora en términos históricos, ideológicos, narrativos y hasta en el análisis e interpretación de la imagen. Continuar leyendo

El cine de Medellín y la violencia

Matar a Jesús, al Zarco, a Rosario, al Animal…

Oswaldo Osorio

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En el cine de Medellín siempre ha estado presente la violencia. Incluso en la inocencia y prosperidad de los años veinte, la película que inaugura esta cinematografía local, Bajo el cielo antioqueño (Gonzalo Acevedo, 1925), tiene un asesinato como parte esencial de la trama. Y después de Rodrigo D (Víctor Gaviria, 1990), la violencia ha sido el centro de prácticamente todas las producciones paisas, por lo que es el elemento que más define su cine, como también el aspecto que mejor ha posibilitado obras reflexivas y comprometidas con entender y explicar esta ciudad.  Continuar leyendo

Monty Python

Los fabricantes del chiste más gracioso del mundo

Oswaldo Osorio

La revista de cine Kinetoscopio, en su edición 120, dedicó su dossier a hacer un recorrido por los principales representantes de la historia de la comedia en el cine. Chaplin, Keaton, los hermanos Marx, Tati, Woody Allen y otros más hacen parte de este divertido grupo que define el humor en el cine por sus autores y comediantes. Este perfil de los Monty Python hace parte de este compendio.

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El chiste más famoso del mundo nunca fue contado. Y es famoso porque es el más gracioso y porque lo fabricaron -sin fabricarlo- los Monty Python. El chiste siempre está en fuera de campo para los espectadores (tal vez no se podía correr el riesgo) y es usado como arma de guerra de los Aliados contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. En lugar de fusiles, los soldados avanzaban con el chiste traducido al alemán y lo gritaban en el campo de batalla, fulminando sistemáticamente de risa a los teutones, eso a pesar de su afamada falta de sentido del humor. Continuar leyendo

Tres versiones de Churchill

El hombre que un país necesitaba

Oswaldo Osorio

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Con mucha frecuencia la industria del cine coincide haciendo la misma película simultáneamente, ocurrió con Relaciones peligrosas y Valmont, con Impacto profundo y Armageddon, con los dos biopics de Yves Saint Laurent y con tantas otras. En 2017 el turno fue para el personaje de Wiston Churchill, de quien se hicieron La hora más oscura, de Joe Wright, Churchill, de Jonathan Teplitzky, y tuvo un gran protagonismo en la serie The Crown, de Netflix.

Son tres versiones del mismo personaje, con equivalente calidad, que terminan siendo complementarias. La gran diferencia radica en el momento de su vida que cada versión desarrolla. Mientras La hora más oscura habla de sus primeros días y consolidación triunfal como primer ministro del Reino Unido, Churchill también da cuenta de un corto lapso, cuando los Aliados se preparan para la invasión a Normandía y el poder de decisión del estadista se encuentra en declive, mientras que The Crown recrea sus últimos años en el gobierno.

Las tres lo miran casi de idéntica forma, como si hubieran revisado las mismas fuentes y coincidido en igual visión e interpretación de este histórico hombre, esto es, su tozudez y determinación en asuntos de Estado, sus momentos de desorientación y casi senilidad en su entorno cotidiano (a veces en el trabajo) y ese temple de líder inspirador que termina despuntando en los momentos más críticos. Incluso las interpretaciones, hechas por tres buenos actores (Gary Oldman, Brian Cox y John Lithgow), son también muy parecidas, aunque la de Oldman, como siempre, se pasa de manierista, y son esos excesos (y seguro el maquillaje) lo que le está dando todos esos premios.

También hay un manierismo en la concepción visual de La hora más oscura, frente al estilo más preciosista y clásico de Churchill y The Crown. Seguramente tiene que ver con la idea a la que hace referencia el título, pues fueron los días en que el mundo estaba acorralado por los nazis, pero por momentos ese expresionismo extremo, donde muchas veces todo está iluminado solo por un fuerte chorro de luz y la imagen está casi en blanco y negro, se hace más efectista y postizo que eficaz y legible. Fue una audaz decisión estética que pondrá a prueba el gusto del espectador.

Este caso es una muestra de cómo la industria del cine (de la que ya hacen parte las series de Netflix y otros canales de televisión) se repite y copia a sí misma, apenas con ligeras variaciones. Y son los detalles los que terminan haciendo la diferencia: La presencia de la esposa, por ejemplo, es más una figurante en La hora más oscura, mientras que resulta un personaje decisivo en Churchill y ayuda a construir mejor al protagonista. O el contraste en La hora más oscura entre su lóbrega concepción visual y la torpeza y complacencia de escenas como la del metro. También está el inteligente recurso del retrato que un pintor hace del estadista, para dar cuenta de la complejidad de este hombre, que utilizan en The Crown.

Tres versiones con sus más y sus menos sobre una figura histórica que merecía estas miradas, para las cuales puede resultar más enriquecedor el ejercicio de complementarlas y hacerse una sola visión del personaje y su tiempo que compararlas de forma excluyente.