Rudo y cursi, de Carlos Cuarón

El dúo dorado de México

Con la película Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón (co-escrita con su hermano Carlos), los actores Gael García Bernal y Diego Luna no sólo consolidaron su estrellato, sino que revelaron esa virtud que sólo cada tanto ocurre en el cine: el perfecto acople de una pareja de actores que, juntos, potencian su carisma, más que cuando están en compañía de otro actor diferente.

Esta película en buena medida fue hecha para aprovechar el buen equipo que hace esta pareja. Los pintorescos personajes que representan, con su acento de provincia y su nula educación, son el vehículo perfecto para lucir sus dotes interpretativas, porque son de esos papeles en que todo vale y todo es posible, y los actores aprovechan para exageraciones y amaneramientos que de otra forma no sería posible y que, lo más importante, el público agradece enormemente.

Y es que se trata de una película cuya historia tiene que ver con lo popular (fútbol, corridos musicales, nuevos ricos), pero también con lo populista, que son dos cosas muy distintas, pues lo popular tiene que ver con el tema, los personajes y ambientes donde se desarrolla la historia, que pueden ser abordados de forma seria y profunda; pero lo populista es el tratamiento que se le da, apelando a fórmulas fáciles, personajes arquetípicos, humor elemental y ganchos visuales y narrativos.

Sin duda es una película entretenida, y por momentos divertida, porque para eso fue hecha, pero, en últimas, una de esas películas que a los veinte minutos ya uno sabe para dónde va y qué pasará más adelante, y que cuando se acaba a uno se le olvida.

La principal y casi única virtud de la cinta, y por lo que vale la pena verla, es justamente la razón por la que fue hecha: ver a estos dos actores en un encantador duelo y contrapunto como pocas parejas del cine lo pueden conseguir.

I.M.

Inframundo: la rebelión de los Lycans, de Patrick Tatopoulos

Vampiros sin colmillos y hombres lobo sin carisma

La única razón por la que alguien quisiera ver esta película es porque le gusta muchísimo este tipo de cine: vampiros, hombres lobos, ambiente medieval y mucha acción. Porque ni siquiera esta tercera parte cuenta con la presencia de Kate Beckinsale, que siempre fue un buen aliciente para que, al menos, el público masculino la viera.

También excluye a los más puristas amantes del cine de vampiros, pues aquí han sido desprendidos de todo su mítico y misterioso encanto, para convertirlos en simples tiranos que luchan con relucientes arsenales y no con sus otrora cinematográficos colmillos. Incluso parece más un filme de hombres lobo que de vampiros, aunque el espectador no termina sintiendo ninguna simpatía ni por unos ni por otros.

Cuando se estrenó Van Helsing, una cinta con muchas similitudes a esta trilogía, alguien dijo, con toda la contundencia y malaleche posible, que era la primera película de la historia del cine escrita por un software, en otras palabras, que todo en ella estaba en función de utilizar los efectos especiales y las criaturas creadas por un computador. Esta nueva entrega de Inframudo se acerca mucho a eso mismo, una tesis que es respaldada por el hecho de ser el debut en la dirección de un personaje que antes era el director de efectos especiales de películas como Godzilla y El día de la independencia.

En definitiva, son dos horas en las que sus realizadores ponen un conflicto básico entre dos razas y, para aderezarlo como ordena el esquema, una historia de amor imposible en la que, por supuesto, él pertenece a un bando y ella a otro. La fórmula está sostenida sobre un armazón de efectos y momentos de acción que terminan por hacer más predecible y reiterativa ésta que, como la mayoría de las terceras partes, nunca debió existir.

I.M.

Conversaciones con mi jardinero, de Jean Becker

Delpincel y Deljardín

El mismo título anuncia que esta película es una larga conversación. Pero no por eso se trata de una tediosa historia cargada de conceptos y argumentaciones, todo lo contrario, estamos ante un relato tan sencillo y cautivador como revelador y pertinente en estos tiempos en que el automatismo y materialismo de la vida moderna borra cada vez más el viejo dibujo del humanismo.

Un pintor y un jardinero se encuentran casi al final de sus vidas. Aunque se conocieron en la infancia, por los diferentes rumbos que tomaron se convirtieron en hombres muy distintos. El contraste entre el egoísta pintor de ciudad y el desprevenido jardinero de provincia es el motor de toda la historia. Sus conversaciones son la “acción” y sus serenas confrontaciones una reflexiva mirada a esos dos universos opuestos.

Por una parte, se trata de una historia sobre la amistad que estos hombres empiezan a construir, pero por otra, es también un balance, expuesto con claridad y con cierto tono aleccionador al espectador, sobre las consecuencias que cada una de esas vidas tuvo. Incluso en esto resulta un poco esquemática la diferencia entre el jardinero feliz y satisfecho y el pintor lleno de frustraciones existenciales.

Aunque por descansar casi toda la fuerza del filme en los diálogos y con una trama casi inexistente, pueda parecer una película pesada y pretenciosa, la sensación final que queda al verla es todo lo contrario: una cinta divertida y encantadora, con un par de personajes por los que, a pesar de sus grandes diferencias, sentimos mucha simpatía. Por todo esto, estamos ante un filme entrañable y sutil que nos deja pensando en muchas cosas de la vida, de nuestras vidas.

I.M.

Los vigilantes, de Zack Snyder

Un cómic para adultos

Las adaptaciones de cómics están de moda. El éxito de los Batman de Tim Burton a principios de los noventa es una razón, pero la principal es la explosión de la imagen digital en el cine, la cual permite crear esos universos y sus poderosos personajes de los cómics como nunca antes había sido posible.

Entre todas esas adaptaciones hay de todo, desde bazofias como Los cuatro fantásticos, populares superproducciones como X-Men y El Hombre Araña, hasta complejas y adultas cintas como Los vigilantes (Watchmen), un exitoso cómic que no se limita, como la mayoría, a contar una historia de acción y aventuras protagonizadas por héroes unidimensionales.

Desde su planteamiento ya se evidencia la inusual propuesta de este cómic de Alan Moore y Dave Gibbons: súper héroes humanos, un tiempo alternativo (mediados de los ochenta con Nixon de presidente y la inminente amenaza atómica) y una visión del mundo oscura y caótica, donde estos súper héroes también se muestran atribulados, amorales y hasta decadentes.

Con ese material el director Zack Snyder, que hace poco ya nos había sorprendido con la adaptación de otro gran cómic (300), crea una historia compleja y opresiva, en la que no hace concesiones al género, por lo que no le teme a dedicarle más tiempo a la construcción de personajes y sus relaciones con ese nefasto universo, antes que abandonarse al efectismo de las secuencias de acción y las confrontaciones.

La película está cargada de referentes de la cultura popular y de la historia norteamericana. Si bien las películas futuristas son las que siempre comentan y critican el estado de cosas actual, este recurso de crear un tiempo paralelo resulta también muy revelador: ¿Cómo sería la historia con Nixón (aquí con su larga nariz de Pinocho) mangoneando el mundo? ¿Qué pasaría si la guerra nuclear fuera una posibilidad cercana?

Por último, en su aspecto visual, como es natural dado su origen, esta película resulta realmente atractiva y se constituye en un valor por sí solo. La ambientación, las atmósferas creadas, los encuadres heredados de la estética del cómic, todo está en ella concebido para ser un espectáculo visual y plástico. Es una película que por momentos se atasca en su farragoso guión, pero en definitiva se trata de un filme verdaderamente estimulante, a todos los niveles. 

I.M.

Operación Valquiria, de Brian Singer

Maten al León

Siempre resulta refrescante, luego de tantas y tantas películas sobre nazis, ver una cinta desde el punto de vista de los alemanes. Aunque ése sólo hecho no es suficiente si no tiene un tratamiento que resulte igual de novedoso y hasta revelador. Y lo digo por ese panfleto sentimental y predecible que se vio hace poco titulado El niño con el pijama de rayas, la única película en el mundo de la que ya se sabe todo luego de ver el afiche.

Con Operación Valquiria sí se puede apreciar esa otra visión de la guerra, aunque tampoco se trata de nada trascendental, pues su premisa es simple: no todos los alemanes eran como los nazis. Muchos de ellos realmente creían estar luchando por su país, eso hasta que se dieron cuenta de las verdaderas intenciones del loco al mando.

La película, entonces, se concentra en construir la trama que da cuenta de los planes para asesinar a Hitler, una trama que tiene como principal virtud la capacidad de interesar al espectador en un proceso del que, inevitablemente, se conoce su fallido desenlace (salvo tal vez una estudiante de comunicación social de la UPB, quien apenas este semestre se enteró de que los alemanes habían perdido la guerra).

Esa trama sólidamente construida y narrada con un ritmo que sostiene siempre la atención del espectador, se va nutriendo, a medida que avanza la historia, con una tensión creciente que está administrada con la precisión que saben en Hollywood.

Porque en últimas, es una película de Hollywood, con todo lo que esto representa: hacer más visible a la estrella protagónica (Tom Cruise) que la construcción de personaje, planificadas dosis de acción y efectos visuales y un punto de vista que se limita a lo justo, dar el mensaje, sin complicarse mucho con otras cuestiones que esta historia bien podría dar para desarrollar.

En definitiva, es cine entretenido y bien contado. Incluso algo de historia se puede aprender (ojalá la niña de la UPB la vea). Una cinta para darle otra mirada a la segunda guerra, aunque de ninguna manera inolvidable.

I.M. 

Los falsificadores, de Stefan Ruzowitzky

La variante “feliz” de otra cinta de nazis

Según Hollywood, y excluyendo las películas de su país, esta producción alemana es el mejor filme que se hizo en todo el mundo en 2007. A pesar de lo absurdamente categórico que esto sea, no se puede negar que muchos de los títulos que han ganado el Oscar a la mejor película extranjera realmente son muy buenas cintas, cuando no obras maestras (La vida de los otros, En tierra de nadie, Todo sobre mi madre, La bella época, Cinema Paraíso, El tambor de hojalata y muchas más), pero Los falsificadores ni de lejos hace parte de ese grupo.

De entrada es una película que le mata toda expectativa al público porque le cuenta el final, esto es, que su protagonista sobrevive al holocausto y termina milloneado. Es decir, desde el principio se descarta el poco interés que uno podría tener en otra historia de campos de concentración nazis, que no es otro que la suerte de su protagonista, un habilidoso falsificador.

Por lo demás, se trata de la misma película que año tras año con distintos títulos hemos visto desde hace mucho tiempo. Incluso lo que diferencia a ésta de las demás, es justamente lo que le quita toda posibilidad de que la cinta llegue a tocar al espectador de alguna forma. Y esa diferencia es que estos judíos, en comparación con los demás, llevan una confortable vida en su barraca especial. Los nazis los consienten porque son vitales para su proyecto económico y de guerra.

En otras palabras, se trata de una de esas películas que se reducen a la anécdota (los judíos que falsificaban libras y dólares para los nazis), pero que nada nuevo, ni dramática ni emocionante, propone. El personaje central, el falsificador con su ética flexible en beneficio de su propio bienestar, es lo único que por momentos alcanza a ser interesante, pero no es suficiente, quedando sólo un filme igual a todos los de su tipo que partió de una curiosa anécdota de la historia.

I.M.

Coraline y la puerta secreta, de Henry Selick

Más fantasía que narración 

Tal vez a muchos les parezca inoficioso hacer una reseña crítica de una película infantil, pero en realidad son muy pocas las cintas que sólo están pensadas para niños y también es posible que los adultos, no sólo las disfruten, sino que puedan identificar sus cualidades en distintos aspectos.

En este sentido, hay verdaderas obras maestras o al menos películas con grandes cualidades cinematográficas, como Toy Story, el primer Shrek, El gigante de hierro o El extraño mundo de Jack. Precisamente Henry Selick, el director de ésta última, acaba de hacer Coraline, una película que ciertamente tiene unos puntos en común con la anterior, en especial su concepto visual y las atmósferas un poco macabras que crea.

Sin embargo, Coraline es una historia que deja mucho que desear en su narración y la esencia de su conflicto, así como en su enseñanza, porque todas las películas infantiles tienen una enseñanza. En su narración resulta dilatada y tediosa, porque se demora mucho en presentar sus personajes y la situación que la protagonista tiene que enfrentar, pues sólo como a la mitad del relato se plantea el conflicto real, estos es, la confrontación con la otra madre y la necesidad de salvar a sus seres queridos.

En cuanto el conflicto y la enseñanza, hay un gran problema, que efectivamente la niña es ignorada por sus padres y es completamente lógico que le gusten más sus otros padres. De manera que el conflicto debería ser lo maltratada que es con la indiferencia de sus padres, mientras que, al final, se supone que la moraleja es que los padres no deben darle todo lo que los hijos le piden, pero es que a Coraline no le dan casi nada.

Así que se trata de una historia mal contada, tediosa y con una cuestionable moraleja. Aunque no se pude negar lo ingeniosa e imaginativa que resulta en ciertos momentos, como en la transformación de la otra madre o los mágicos momentos que vive en el otro mundo la niña. Además, la película tiene el atractivo adicional de ser en tercera dimensión  (la que se ve con gafas), y aunque es una experiencia estética deslumbrante, la película no aprovecha en todas su posibilidades esta ventaja técnica y estética.

I.M.

Lujuria y traición, de Ang Lee

La historia, la política y los sentimientos

 

Esta película produce sentimientos diversos y encontrados. Son apasionantes sus personajes, pero su historia es demasiado simple y pobre; consigue reconstruir con fuerza y esplendor una atmósfera y una circunstancia Histórica, pero por momentos no pasa de ser una convencional película de época; y en buena parte del tiempo crea en el espectador tensión y expectativa por lo que sucederá, pero otro tanto se hace un relato reiterativo y tedioso, al que bien le podrían suprimir 45 minutos de sus más de dos horas y media de metraje.

Por otro lado, se trata de la película de un director con una importante carrera que se debate entre oriente y occidente, es decir, entre sus orígenes y su formación. Por eso cuenta con grandes películas como Banquete de bodas, Sensatez y sentimientos o El tigre y el dragón, pero por otro lado, tiene verdaderos ejemplos de lo superfluo o sospechoso del cine de Hollywood, como Hulk, Cabalgando con el diablo o El secreto de la montaña.

Esta película se sitúa entre esas dos orillas, la intensidad y elaboración de sus mejores cintas, por un lado, y los convencionalismos y efectismos de sus filmes más cuestionables. Y es que realmente esta cinta tiene momentos brillantes y consigue introducirse en las profundidades de los sentimientos de sus personajes, sobre todo de la protagonista, pero también a la larga resulta un relato interminable y lleno de lugares comunes.

Con estos argumentos a favor y en contra, entonces, ¿vale la pena verla? Absolutamente sí. Porque es un director importante y con talento, porque son más los aciertos que desaciertos y porque tiene un final inesperado que es el que le da la fuerza y la profundidad a toda esa cantidad de cosas que se vieron en el filme. Es un final que frustra o fascina, que cuestiona, un final que hace la diferencia y plantea una tesis sobre la condición humana y la naturaleza de sus sentimientos.
I.M

Sí señor, de Peyton Reed

Lo cómico del Señor No

Las comedias de Jim Carrey siempre han sido polémicas entre el público y, sobre todo, entre la crítica. Acusado de sobreactuación y de hacer películas fundadas esencialmente en su histrionismo, Carrey ha hecho algunas películas realmente tontas y otras osadas e ingeniosas, pero sin importar a cuál grupo pertenezcan, todas han sido muy populares.

Al margen de la comedia, Jim Carrey ha demostrado ser aún mejor actor. Eso se ha comprobado con películas como El mundo de Andy, El Show de Truman o Eterno resplandor de una mente sin recuerdos. Su seriedad, versatilidad y talento le han dado la legitimidad como actor que muchos quisieron negarle como cómico.

Con esta nueva película el actor sigue demostrando que es bueno en lo que hace, pero la diferencia con muchas de sus otras comedias es que se trata de una cinta inteligente y bien construida, incluso con una idea esencial de fondo válida y seria.

En principio parece una variación de Mentiroso, mentiroso, pues aquí en lugar de no poder decir mentiras, es que no puede decir que no. La diferencia está en que la primera está construida prácticamente sobre ese histrionismo exagerado del actor cuando trata de evitar decir la verdad, en cambio este nuevo filme está hecho de una sucesión de situaciones cómicas e ingeniosas que sirven para contar una historia con un propósito final. Además, también es una comedia romántica, lo cual le da un ingrediente adicional bastante atractivo para el argumento y el disfrute del público.

I.M.

Siete almas, de Gabriele Muccino

O la pretenciosa sensiblería

El afiche de esta película lo dice todo: Will Smith en una foto tipo documento de identidad. Es decir, una película vendida por el actor, en principio, y lo que es peor, un actor que ha sido muy eficaz para la acción y la comedia, pero que se le ha dado últimamente por hacer dramas en los que no actúa, sino que sólo fija la mirada y hace pucheros.

La historia es otro cuento sensiblero tipo En busca de la felicidad, de esos diseñados para no dejar ojo seco en toda la sala de cine. Pero esa película al menos era un muy bien armado cuento de superación personal, que es justamente lo que muchos buscan en el cine. Esta nueva película, en cambio, no sólo está mal armada, sino que luego se vuelve predecible y al final artificialmente sensiblera (que no sensible, sutil o emotiva).

El primer problema es que para la media hora inicial el espectador no se ha enterado de nada. Ocultan las intenciones del protagonista y se extienden en una presentación de personajes y situaciones inconexas y aburridas. Cuando se sabe por fin para dónde va el asunto, sigue la retahíla de situaciones entrecortadas y aburridas que dilatan y dilatan ese final anunciado desde la primera escena cuando este hombre reporta su propio suicidio.

Pero lo peor de todo: la película parece contada para hablar de la bondad y generosidad de un hombre para con siete personas, pero desde muy temprano es evidente que lo hace es por culpa, que de no haber sido antes tan insensible y negligente no hubiera ocurrido el accidente y su ataque de “generosoidad” nunca sería posible en su vida. Para colmo, enamora a una pobre desahuciada, aún sabiendo que no podrá corresponderle porque se va a suicidar. Pero mucha gente sigue creyendo que esta es una película emotiva y sensible. ¡Sólo una patraña más de Hollywood para incautos!
I.M.