El paseo, de Harold Trompetero

La tarea maluca

Por: Íñigo Montoya

Cada año la misma tarea que hace Dago García al estrenar una película el 25 de diciembre, el cinéfilo colombiano la debe de hacer también al verla. El problema es que cada vez resulta una tarea más tediosa y obligada, porque los tiempos de buenas comedias como La pena máxima o Te busco, ya pasaron. El común denominador en los últimos años ha sido el sentimiento de extrañeza y estupefacción ante lo que este productor, y su director contratado de turno, piensan que es el humor.
El caballito de batalla de la cinta de este año es la road movie, un subgénero que normalmente se presta para  contar historias muy dinámicas y en las que suceden muchas cosas. Pero por dentro de este envoltorio, todo lo de siempre, y de más dudosa calidad cómica, esto es, una familia semi disfuncional pero que también “tiene su corazoncito”, la clase media bogotana como representación del “colombiano común y corriente”, más chistes verbales que visuales (gran error en la comedia cinematográfica) y un humor creado en general a partir de salidas fáciles y populistas.
El hilo conductor, además del viaje, es la verborrea del incomprendido y pusilánime padre de familia, interpretado por Antonio Sanint como si fuera uno de sus números de stand up comedy, cosa que muy pocas veces funciona, sobre todo porque el espectador nunca se identifica cómicamente con él y porque sus chistes casi siempre son clichés o predecibles.
Luego viene sus reforzados giros argumentales, como la reiterada presencia del jefe o el secuestro por la guerrilla zen (!). Es cierto que la comedia puede dar lugar a situaciones absurdas o disparatadas, pero aún así estas deben ser coherentes con una lógica impuesta por la película. Pero no es este el caso y el resultado es todo lo contrario al humor, esto es, el desconcierto y la estupefacción.
Y lo peor llega al final con el final. Un giro meloso y sin ninguna fuerza que deja es aburrido al público que ya está hastiado con ese vaso gigante de crispetas. Entonces todos salimos del teatro y, paradójicamente, una película que no fue hecha para dejarlo pensando a uno, lo pone a pensar, porque es un poco inexplicable esa concepción del humor de quienes, sabemos, conocen la industria, tienen talento y manejan el oficio.
Sin embargo, hay algo que no me deja muy bien parado: que soy uno de los pocos que piensa esto, porque ésta y a sus antecesoras, son películas a las que les va bien en taquilla, y ese –en promedio- medio millón de personas que las ven y se ríen y se carcajean y vuelven al siguiente año y toda la cosa, toda esa gente, seguramente no se pone a pensar en nada de esto.

3 comments

  1. Violeta   •  

    De acuerdo con tu último párrafo. Cada año sale una nueva película de este señor y seguirán porque tiene buena taquilla. Sin embargo, hace rato no veo su cine precisamente porque no cuenta nada nuevo y no me genera gracia, si voy a reírme no lo logro con sus películas.

  2. Hernando   •  

    Pienso lo mismo sobre ésta película. Se nota más el afán de sacar algo para el 25 que un argumento de calidad. Me paso lo mismo, todos los chistes eran predecibles y mas bien me pareció a mi que tenía un formato de novela, con esa “comedia” estruendosa.

  3. Clio   •  

    Por dios, a mi me pareció horrorosa, tiene sus apuntes, pero está hecha con tan poca inteligencia y con situaciones tan inverosímiles, es decir, no implica que no me guste el humor, pero es que este humor es malo y con ganas,… y situaciones inverosímiles se pueden desarrollar en el cine… pero a nivel de tamaña estupidez?… y si, todos se ríen,…. y todos con cara de “oh, buenísimo, ohh… la idiosincrasia y el chiste meramente colombiano”… muy tonto la verdad

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