Halloween, de David Gordon Green

La mujer, la experiencia y el amor por el horror

Santiago Colorado – Escuela de crítica de cine de Medellín

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La última vez que fui tan feliz en una sala de cine fue durante Trainspotting 2, que curiosamente también era la secuela de un clásico del siglo pasado. Esto me lleva a concluir que quizá a este tipo de películas solo lo pueden amar –y apreciar por completo– los y las verdaderas fanáticas. 

Esta película es una secuela directa de la original, estrenada hace exactamente cuarenta años, es decir, que ignora todas las demás secuelas; y esto precisamente significaba uno de mis mayores temores frente a la calidad de la historia. Luego ese miedo aumentó con las críticas y los comentarios que escuchaba, no solo de personas poco formadas en este arte sino incluso de conocedores y hasta amantes de la saga. Así que quizá fueron las bajas expectativas con que entré a verla las que permitieron que disfrutara de esta película casi como viviendo la experiencia original, pero de eso hablaremos luego.

Lo primero que debo aclarar es que la cinta tiene fallos, claramente no la considero perfecta y, en aras de lograr un mejor género y un mejor público, no me interesa pasar por alto sus errores. Creo que el que más salta a la vista es la coherencia del tono, mientras la primera parte tiene, de alguna manera, ese tinte de clase B que le imprimía Rob Zombie en sus deplorables remakes, la segunda parte adquiere un tono más profesional y lúgubre. Y no hablo de la efectividad de los momentos, porque tanto las primeras muertes como las últimas tienen un sentido brillante de la tensión y el gore, es solo que la armonía y estética de cada escena varía mucho, siendo mejores las últimas; causando, finalmente, que en términos de tono y coherencia visual la película sea caótica.

Y si esto se combina con los pocos –pero brillantes­– momentos en que Michael ataca en Halloween, se vuelve comprensible entonces la razón por la que el público no la consideró como una película efectiva. Y este es posiblemente el factor que más me molesta, porque teniendo tanto potencial (hay incluso una fiesta de disfraces llena de adolescentes alcoholizados y desprotegidos ¡y Michael no los asesina!) la película no le presenta al asesino las oportunidades que se merece y por las que hemos esperado tantos años; así que no se puede evitar el sentimiento de frustración hasta cierto punto.

Ahora, en defensa de la película, y apelando a la lucidez de quienes la recuerden, algunos de estos fallos también estaban presentes en la película original -y no estoy justificando el hecho de que esta secuela no los haya corregido- más bien propongo no demonizar a esta cinta por carecer de lo que nosotros sentimos que le hace falta, sino tratar de entender la saga por lo que es. No hay una razón lógica que explique la fuerza imparable Michael ni las múltiples casualidades que lo llevan a estar siempre en el lugar indicado, pero quienes amamos el género sabemos que son estos los detalles que debemos pasar por alto porque hay algo más visceral (literalmente) que mueve la historia.

Y eso es precisamente lo que tiene esta película, vísceras. El plano secuencia que sigue a Michael mientras comete sus primeros asesinatos al iniciar la noche de Halloween es probablemente uno de los mejores momentos jamás logrados en la historia del horror: la manera en que el movimiento de la cámara demuestra lo amenazante y omnipotente que es el asesino, mientras a través de sombras y símbolos crean una atmósfera de suspenso que es a la vez homenaje al género y deconstrucción de los clichés, es el principal testimonio de la virtud de esta película.

En otras palabras, lo que Halloween (2018) hace con maestría es manejar el género, jugar con las expectativas y atacar con una fuerza casi tan imparable como la de Michael. Cabe rescatar que luego de cuarenta años la película contó no solo con la ya conocida, y aún más radiante, Jamie Lee Curtis para retomar su papel, sino además con el actor que interpretó a Michael en la película original rehaciendo aquí sus pasos; este tipo de detalles son los que le dan esa legitimidad a la cinta aunque, sin duda alguna, el verdadero protagonista fue el regreso de John Carpenter para hacer la banda sonora que, mezclando los sonidos más icónicos de la versión original con ciertas tendencias de ritmos salvajes más actuales logró uno de los mejores triunfos de este año en términos de musicalización.

Y si bien la película pudo mantenerme con la piel erizada, los ojos encharcados y la boca abierta durante todo su metraje, ahora no puedo dejar de pensar el daño que se hizo a sí misma al venderse como una historia de venganza, especialmente cuando sabía que no la iba a desarrollar. La principal crítica que recibe la película, por parte de los más enterados, es el hecho de que el personaje de Laurie Strode, la protagonista, es poco eficiente en la venganza que tanto dice haber planeado, lo cual es verdad, pero… ¿y qué? Es claro que las verdaderas intenciones de la película era empoderar el rol femenino en las películas del género, lo cual logró bastante bien, especialmente en esa última confrontación en donde, a la vez, la protagonista también lograr entender el valor de su familia a la hora de enfrentar sus miedos.

Por eso es que su venganza no es tan efectiva por sí sola, porque al final necesitaba de su familia, del apoyo de las otras mujeres para poder vencer. Y aunque a muchos les parezca harto el tema feminista casi de agenda, creo que no podría ser más necesario. Ese es precisamente el mejor detalle que no tiene nada que ver con el horror pero que realza la película temáticamente y hace que sea tan importante para esta época como lo fue la original en 1978. Porque, a fin de cuentas, lo que quiere decir la película es que lo importante de ‘la chica final’ en este tipo de películas no es el personaje que la interprete, sino el poder femenino tras de él. Y el mejor testimonio es ese último plano de las tres generaciones de mujeres abrazadas luego de haber vencido y sobrevivido (que a la vez es un magnífico homenaje al final de The Texas chainsaw massacre (1974) y al de Halloween 4 (1988), y es que, a decir verdad, podría escribir todo un texto solo con todas las referencias cinéfilas de esta cinta).

En definitiva, esta es una película para los y las fanáticas, quienes entendemos las concesiones que se le deben hacer al género para poder disfrutarlo, quienes nos maravillamos con cada referencia y homenaje a otras películas y, sobre todo, a la misma saga. A esto me refería antes cuando decía que era como vivir la experiencia original, porque esta película realmente logró captar la atmósfera y el sentimiento de su antecesora pero también de la festividad que la hizo famosa. Halloween (2018) es una película que trata con respeto el pasado, que trae bastantes sorpresas para el público del presente y que, aunque pueda no resultar una buena película, sí es una asombrosa experiencia, al menos para quienes amamos el género tanto como ella.

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