Okja, de Joon-ho Bong

La conciencia dormida

Nataly Erazo O.

Escuela de crítica de cine

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Creíamos estar al frente de una cándida película asiática cuyo poster promocional prometía fantasía y dulzura. La silueta de una mascota gigante halada por su pequeña dueña parecía ser un homenaje a Miyazaki y su Castillo Vagabundo.

Empieza la cinta en un bosque idílico y sus protagonistas rebasan la ternura y la complicidad entre un animal y su humano, o entre un humano y su animal. Pero ya la sinopsis nos advertía algo, y entonces miramos con recelo cada paso y cada toma, como quien se come a cucharadas un helado que espera nunca terminar.

Okja es un cerdo de inmensas proporciones creado en un laboratorio,  y llevado a las montañas de la capital de Corea del Sur como parte de un experimento. La multinacional cárnica regresa diez años después para comprobar los resultados de su prueba, y de paso arruinar la vida de Mija, su única y mejor amiga.

El animal trofeo es llevado a Estados Unidos y la pequeña lo sigue sin pausa y con determinación para buscar su liberación. En el camino la cruza un grupo de animalistas, y así se desenvuelve una película entre un humor extraño, una realidad distópica pero cercana, y el nada tácito mensaje de ecología y respeto entre especies.

Bong Joon-ho, el director coreano, ya nos había demostrado su inventiva para la ciencia ficción en The host donde un monstro, también resultado de una mutación genética, se tomaba la ciudad de Seúl. En esta pieza estaba claro el rol del antagonista, y la mirada de enojo del espectador estaba bien ajustada a las desproporciones de la bestia.

Sin embargo, para esta entrega, el realizador  pone su acento en la inocencia de los animales y la tiranía del hombre, y convierte su obra en un panfleto activista que logra desmoronar las más fuertes convicciones, y robar lágrimas de compasión y culpa.

Okja no solo abre el debate sobre el papel del séptimo arte como instrumento pedagógico y promotor de causas, sino que propone una nueva discusión sobre las plataformas de circulación y comercialización del cine. Puristas y defensores de la gran pantalla, de la magia del proyector y el silencio de las salas, no han menguado su molestia ante la decisión del director y sus productores de lanzar en simultáneo la película en Netflix.

El 28 de junio figuraba en los teatros, pero también en la comodidad de los computadores, el título de esta cinta. Y así se reinventaba el papel del espectador, y las rutinas que se tejen en los últimos años para los cinéfilos.

La tecnología, el confort y el individualismo, nuevos códigos para entender las tendencias no solo de los hacedores de cine sino de sus consumidores.

Por lo pronto, la aparición de Okja en Nexflix sirve para enfrentar su principio y fin en la soledad del hogar, desatar el llanto sin prejuicios,  ponerle pausa cuando sea necesario, tomar aire, y en definitiva, ajustar la dieta.

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