Planeta 51, de Jorge Blanco

Los alienígenas somos nosotros

Por: Íñigo Montoya

Esta película, que cuenta con la factura de las mejores cintas de animación de Hollywood y que relata la historia de un astronauta que llega a un planeta donde es él quien resulta el alienígena, para sorpresa de todos no es una producción de la meca del cine sino de unos españoles que están al nivel más alto de este tipo de cine.

La premisa de la historia es atractiva desde el principio, pues simplemente se invirtió la situación de muchas películas de ciencia ficción y se obtuvo un resultado novedoso y lleno de posibilidades argumentales.

La cinta no es tampoco “algo fuera de este mundo”, pero alcanza a ser divertida e ingeniosa, sobre todo en la concepción visual de ese planeta que recrea, el cual parte de la estética de formas redondeadas de los años cincuenta. Así mismo, está llena de guiños, homenajes y referentes del cine de ciencia ficción, que son aplicados de forma inteligente y graciosa.

Como ya es la usanza en estas cintas, puede funcionar perfectamente para el público infantil y el adulto, reservando una buena serie de chistes y situaciones que sólo los mayores podrían entender, pero conservando la lógica del cine infantil: la aventura, la diversión, el colorido visual, los valores, personajes arquetipos y la moraleja final.

Sólo molesta un asunto. Y es que después de saber que es una película española y no gringa, se echa de menos una historia y personajes que tuvieran que ver menos con Hollywood. Es cierto que la inversión fue muy grande (60 millones de dólares) y con una historia tipo Hollywood se iba más a la fija, pero también se perdió la oportunidad de hacer una película verdaderamente diferente de lo que ya estamos acostumbrados a ver.

X Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia

Cine de transición y de la vida

Por: Oswaldo Osorio

Entre el 4 y el 8 de diciembre se realiza la décima versión de este festival que se ha convertido en uno de los más importantes del país. Es un festival no competitivo sino temático, que este año se ocupa del cine de la transición española, es decir, el cine que se hiciera en aquel país entre principios de la década del setenta y los primeros años de la siguiente, que coincide con los años en que España deja de ser una dictadura y se convierte en una democracia.

Éste es un proceso muy significativo en esa relación que tiene el cine con su función de ser reflejo de la sociedad. Por eso, es un tema que no sólo da cuenta de ese importante proceso político que se vivió en España, sino de la forma en que el cine como arte, como medio de comunicación y como reflejo de esa realidad afrontó esa situación, primero luchando contra la censura y luego con el llamado destape.

La muestra central está compuesta por 25 películas entre las que se destacan las realizadas por importantes cineastas ibéricos como Carlos Saura, Víctor Erice, Jaime Chavarri, Pedro Almodóvar, Cecilia Bartolomé y Manuel Gutiérrez Aragón, estos dos últimos invitados especiales que estarán presentes en el festival para mostrar su obra y hablar sobre ese proceso que vivieron y del que fueron protagonistas con su cine.

Como cada año, ese grupo de películas es acompañado por una intensa actividad académica que complementa el conocimiento y la mirada que el cine propone con sus historias. Especialistas extranjeros y nacionales reflexionarán en torno, no sólo al cine español sino a las implicaciones políticas, sociales y cinematográficas que tiene el tema de este año. Así mismo, el festival le abrirá un espacio al lanzamiento de revistas, festivales, estrenos y otras muestras audiovisuales.

La presencia colombiana en esta nueva versión del Festival de Cine y Video de Santa Fe de Antioquia estará cubierta en las maratónicas sesiones nocturnas en el Parque El Cementerio con su evento insignia, La Muestra Caja de Pandora, en la que se podrá ver lo mejor del audiovisual nacional en virtud a la nutrida respuesta que siempre obtiene su convocatoria, de la cual se seleccionan los trabajos de mayor calidad, pero además se complementa con las mejores obras de las más importantes muestras y eventos del país.

El atractivo de este festival sigue siendo el mismo: cine sin ningún costo para todos, bajo las estrellas y con una muestra de películas que siempre resultan reveladoras. Como todos los festivales, es una fiesta del cine, la cual este año se mueve entre las coordenadas de lo colombiano y la mirada de cerca de un proceso social y político que no es ajeno a la realidad colombiana y latinoamericana.

Ésta es una fiesta que contará con un plato fuerte de unas cien producciones, más una veintena de actividades académicas, conciertos y la presencia de realizadores, especialistas y actores, todos reunidos en torno a un tema que parece demasiado específico pero que, como siempre ocurre con el cine, no habla de otra cosa que de la vida.

Desafío, de Edward Zwick

Otra de judíos matando nazis

Por: Iñigo Montoya

Después de ver tantos judíos masacrados en masa y como animales sistemáticamente en el cine, resulta una experiencia diferente ver historias en las que, si bien siguen siendo víctimas, no están por completo indefensos. Aunque tampoco este relato se trata de una historia tan complaciente como la última de Tarantino, Bastardos sin gloria, en la que se regodea asesinando y torturando nazis con su escuadrón vengador.

De entrada la historia se hace un poco reveladora, pues se trata de una variante que muy poco ha sido contada, y es la resistencia que en ciertas partes de Europa pudieron sostener los judíos durante la segunda guerra mundial, en este caso los judíos de Bielorrusia, que se escaparon al bosque y lograron crear allí una comunidad y hasta luchar contra sus perseguidores. (Hay también una mini serie, titulada Insurrección -Uprising-, dirigida por Jon Avnet en 2001, sobre la resistencia judía en el ghetto de Varsovia.)

La película de Zwick es un bien logrado cuadro de la conformación de una precaria sociedad sometida a críticas circunstancias. Los conceptos de supervivencia, resistencia armada y manejo del poder por vía de la fuerza y el liderazgo, son los que sostienen un relato que está plantado de eficaces secuencias de acción que mantienen el buen ritmo de la narración.

Pero sobre todo es una película en que, sobre ese asunto de fondo de la dignidad con que deciden asumir ese duro trance los judíos de Bielorrusia, la mueve el conflicto entre las distintas fuerzas que se confrontan a al hora de crear esa nueva sociedad en el bosque. Las dos vertientes que siempre afloran en estos casos se pueden ver aquí: organizar a la gente en función de la fuerza y, en este caso, la venganza, y por otro lado, el humanismo y la razón como los principios por los que se deben regir todos, aún en esas circunstancias extremas.

Sin ser una obra maestra y a mitad de camino entre cine de acción y drama reflexivo sobre esta circunstancia histórica, este filme consigue contarnos una historia que conocemos muy bien, pero desde un punto de vista distinto y con buen pulso para hacer un relato entretenido.

SECUENCIAS

Una canción para la reconciliación

Una de las mejores películas sobre cine y rock: Casi famosos (Almost famous, 2000), de Cameron Crowe. Una entrañable historia que captura el espíritu del rock en su mejor momento, 1973, justo el año en que el rock murió. En esta secuencia el guitarrista de la banda, luego de una noche de juerga y de atrasar la gira, es montado al bus, donde todos se encuentran fastidiados y odiándose entre sí… hasta que empiezan a cantar “Tiny dancer”, una bella canción de Elton John. Al final de la secuencia el protagonista dice: Tengo que volver a casa. Y ella le responde: Tú estás en casa.

O.O

Los fantasmas de Scrooge, de Robert Zemeckis

El mismo cuento con distinta técnica

Por: Iñigo Montoya

Los dedos de manos y pies no alcanzan para contar las versiones cinematográficas que se han hecho del clásico libro de Charles Dickens. Tal vez sea por eso que otra versión más requería de una novedad que marcara la diferencia. En esta ocasión la técnica viene al rescate. La técnica, esa maravilla del cine que permite la creación sin límites, pero que también puede imponerse a sus inventores y desfigurar su humanidad o todo aquello humano que quieran expresar.

Desde sus dos anteriores películas (El expreso polar y Beowulf) Zemeckis anda embelesado con la técnica del motion-capture, que no es otra cosa la lógica del viejo rotoscopio adaptada a la era digital, es decir, grabar con una cámara a los actores y buena parte de la puesta en escena, para luego darles un acabado como si se tratara de imagen digital. Y para complementar, está en versión 3D (la de las gafas), que potencia aún más el valor del filme, pero por vía de la tecnología.

La cuestión es preguntarse si la película como una adaptación más de un conocido cuento se sostendría sola, o si únicamente resulta atractiva por la tecnología que la soporta, el motion-capture y el 3D. Si es así, entonces la verdadera esencia del cine se pierde por completo aquí, esto es, el arte de contar historias que nos trasmitan ideas y sentimientos, que nos emocionen y hablen honestamente de la naturaleza humana. El despliegue técnico y las decisiones estéticas no pueden ser razón suficiente para ver una película, menos para que siga existiendo el cine.

DIARIO DE ÍÑIGO

Noviembre 24 de 2009. La ciudad de los objetos. Exterior. Día/Noche.

Tengo muchos libros por leer, mucho rock por conocer, muchas películas por ver y muchos artículos que escribir. Lo voy haciendo de a poco, pero me lo quisiera comer todo a mordiscos más grandes, aunque la mandíbula no lo permite, tampoco el reloj que tengo en la muñeca y que siempre me quito cuando llego a casa (todavía no lo he podido tirar a la orilla de la carretera, como Peter Fonda en Easy rider). Supongo que la mandíbula es sabia, al comer sólo lo que el cuerpo puede digerir. Igualmente el reloj, al darnos porciones de vida iguales que midan nuestra desmesura. Pero todavía falta otro objeto más importante, y es ése que dicta la proporción entre hacer todas estas cosas y vivir. ¿Qué objeto puede ser? Tal vez un par de tetas, o el aire fresco en la cara, o los aullidos en las calles…

Dejen de quererme, de Jean Becker

Mona vestida de seda

Por: Iñigo Montoya

Hace unos meses pudimos ver una bella película de este director francés, Conversaciones con mi jardinero. Esta nueva cinta de entrada impone el brío y el deleite de un espíritu libre que por fin rompe con un sistema que lo subyuga. Muchas historias han comenzado así, con el personaje que da un grito de independencia y como primer gesto liberador renuncia al trabajo.

Luego de este planteamiento vemos al hombre arremeter sistemáticamente contra lo establecido, contra ese acomodado modo de vida aburguesado y superfluo que sustenta la felicidad en la seguridad material, pero un modo de vida, en últimas, tremendamente alienante y aséptico. Es cierto que tanta subversión resulta un poco desconcertante, pero todo sea por el placer de, al menos cada tanto, escupir en la cara del sistema. De manera que el comportamiento de este hombre realmente nos pone a pensar y a cuestionar una serie de aspectos de la vida moderna.

Pero se trata de una película con “chiste final”, con “sorpresa” (por lo que se aconseja que sólo siga leyendo si ya se la vio o si nunca se la va a ver), es decir, al final de la cinta se devela algo que transforma por completo la película. Esto ocurre con muchas historias, en especial los thrillers (la mayoría de filmes de M. Night Shyamalan, por ejemplo), pero esa sorpresa final es a veces la razón de ser del relato y potencia todo lo ya visto.

Sin embargo, con esta película ocurre justo lo contrario, que en los últimos tres minutos nos damos cuenta de que este hombre ha asumido esa actitud contra el mundo y sus seres queridos porque tiene cáncer, de manera que se viene abajo todo ese espíritu de irreverencia y subversión que había sido el fundamente del relato durante hora y media. Y la historia y el personaje que se nos había mostrado como impetuosamente revulsivos, ahora sólo son pura sensiblería, pues el hombre se comportaba así para que sus seres queridos no sufrieran por su condición.

En conclusión, otra blanda historia de emociones fáciles que se disfraza de grito liberador pero que termina siendo puro efectismo emocional y concesión para el público dulzón.

LOS FOTOGRAMAS HABLAN

Familia de conejos

Es todo un misterio, así como lo es casi la mitad de toda la película, esta escena de la cotidianidad de una familia de conejos que aparece de tanto en tanto en Inland empire (2007), la más extraña y turbadora cinta de la ya extraña y turbadora obra de David Lynch. Los conejos departen en su casa y ven televisión. ¿Y qué es lo que ven? Pues la misma película que el espectador  está presenciando…

2012, de Roland Emmerich

El mundo se va a acabar, el mundo se va a acabar…

Por: Iñigo Montoya

Este director alemán ya es sinónimo de megaproducción y de cine de catástrofe, dos categorías que están siempre asociadas con el cine más esquemático y de más alto rendimiento económico. Godzilla, El día de la independencia, El patriota, 10.000 y El día después de mañana son sus últimas producciones que lo corroboran. Para contar sus ganancias por película se necesitan nueve cifras, para hacer una crítica profunda es suficiente sólo un par de párrafos y para entenderlas  apenas es justo un coeficiente intelectual básico.

Glauber Rocha decía que para hacer una película sólo necesitaba una idea en la cabeza y una cámara en la mano. Emmerich precisa un kit completo de efectos y el mismo empolvado esquema de siempre. Así se pudo ver en esta nueva cinta, en la que cambia al monstruo radioactivo, la invasión alienígena o el desorden climático por una catástrofe en la corteza terrestre causada por una inusual actividad solar. Lo demás es pura destrucción y grandilocuencia apocalíptica.

Personajes, claro que los hay, pero también son viñetas reutilizadas provenientes del esquema aplicado antes. Está el héroe-ciudadano promedio, el magnate patán, el científico humanista, el burócrata inescrupuloso, el loco, el presidente negro, el tonto novio de la ex esposa, etc. Todos machos desesperados por sobrevivir y salvar a sus crías, y que se reúnen solos para tomar decisiones.

Entretenida, sólo por momentos, en especial cuando se hace el esfuerzo de olvidarse que se está viendo más de lo mismo. Incluso que eso que se está viendo lo acaba de ver unos minutos antes en la misma película, pues la mayoría de secuencias de acción simplemente se reducen a los protagonistas huyendo mientras, apenas a unos centímetros detrás de  ellos, se desmorona el mundo.

La decisión más difícil, de Nick Cassavetes

Amor filial y muerte

Por: Oswaldo Osorio

Las películas con enfermos de cáncer en su argumento inevitablemente despiertan sospechas. No se puede negar que el tema casi siempre se ha prestado para sensiblerías, cargados melodramas y golpes de efecto argumentales.  Pero ocurre que el director de esta película tiene un apellido con abolengo, que si bien esto no siempre es garantía de calidad, con frecuencia tiene algún significado, sobre todo si se trata del hijo de la principal figura de la historia del cine independiente norteamericano: John Cassavetes.

Sin embargo, Nick no sólo tiene apellido, si bien su obra está muy lejos del gran legado que su padre dejó al cine, ha sido realizada con entereza, aún bajo las reglas de Hollywood, y es dueño, al menos, de una pequeña joya de cine: She’s so lovely (1997). Esta nueva cinta parecía otra más de las que ha hecho adscritas a un género, en este caso al subgénero court room movie, o película de estrados judiciales: La niña que demanda a sus padres y todas las discusiones éticas y emocionales que este planteamiento y su esquema conllevan.

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