Regreso a casa, de Arild Andresen

Dos extraños en un país extraño

Oswaldo Osorio

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Esta película comienza siendo noruega y termina siendo mayormente colombiana, al menos en los aspectos generales de la puesta en escena, pues se trata de una coproducción entre los dos países en la que un padre regresa a este país con un niño colombiano a quien había adoptado. Lo que en principio se vislumbraba como un melodrama en torno a la desconexión entre padre e hijo terminó siendo una suerte de aventura emocional poblada de aristas y pequeños giros, resultando de esto una trama en general atractiva y entretenida.

El conflicto se muestra fuerte y casi insalvable desde el inicio. Luego de la muerte de la madre, su esposo y ese niño de seis años resultaron ser dos extraños con muy poca simpatía entre sí. Devolverlo es la primera solución que se le ocurre al padre, una solución reprochable para todo aquel que la intuye pero eficaz para él, pues la ve como su única salida. De ahí a estar en Colombia buscando a la madre biológica del niño solo hay un avión y una elipsis de distancia.

En Colombia todo empeora para ese conflicto, pues el padre se confunde más todavía con lo que debe hacer y el niño monta una resistencia aún mayor. Pero empiezan a aparecer variables que diversifican ese conflicto y le dan un poco de textura a una trama que estaba por agotarse, como el taxista que lo guía (antes trabajaba para la agencia de adopción), quien resulta un comodín del guion (lo cual es válido pero también un tanto facilista) que le permite a este atribulado padre traducir el país, su situación y hasta sus emociones.

También conocer el orfanato (con directora bilingüe, por supuesto) impactó de alguna forma a padre e hijo. Incluso se cuestiona aquella idea tenida por verdad sobre lo afortunados que son los niños que son adoptados por extranjeros. Y también se contrasta su situación con un hogar cálido y estable, pues el niño empieza a convivir con la familia del taxista, donde se siente más cómodo que en cualquier parte. Pero igual no es su hogar.

En medio de esa aventura bogotana ocurre lo menos convincente de toda la película, esa errática búsqueda de la madre del niño. Errática por los pocos indicios que se tienen de ella, pero sobre todo, por las forzadas escenas que se tienen que inventar, como cuando confronta a las extranjeras en el hogar de acogida o cuando choca con los policías. Gestos argumentales y dramáticos innecesarios para un relato que estaba bien enfocado en la naturaleza de sus personajes y su conflicto.

Finalmente termina siendo una película sobre el sentido de paternidad huérfano de ese soporte que es la madre, sobre los aspectos grises en la práctica de la adopción de niños colombianos por extranjeros y sobre lo esencial que hay en la naturaleza humana, sin importar lo diferentes que sean los mundos a los que las personas pertenecen.

 

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