Sense8, de las hermanas Wachowski

Para sentir el mundo

Oswaldo Osorio

sense8

Los seguidores de esta serie estuvimos a punto de quedarnos en un coitus interruptus porque Netflix, luego de dos temporadas, anunció que no la continuaría. Una decisión con un criterio financiero, sin duda, porque seguramente no tuvo la audiencia esperada. Esto tal vez ocurrió no a pesar de, sino debido a la propuesta innovadora y arriesgada que hacen las Wachoswki con sus temas y narrativa, lo que la hacía un relato complejo y exigente que no enganchó tanto público como se esperaba.

Cuando las Wachowski eran los Wachowski hicieron una saga parte aguas del cine de acción y de ciencia ficción: The Matrix. Ahora, en esta era dorada de la televisión por vía de las series, también marcan la diferencia con un programa original y trasgresor en muchos sentidos, que pone en discusión temas esenciales y controversiales de siempre y del momento, así como con una visión universalista de ellos: el poliamor, el sexo, la identidad de género, la diversidad cultural, la política, el racismo, la religión, el poder y la violencia.

La premisa de la historia se circunscribe al género fantástico. De acuerdo con ella, es posible una conexión sensorial entre un grupo de personas (sensates), en este caso ocho, que son los protagonistas. Esta conexión elimina el espacio y permite que unos conozcan lo que piensan y sienten los otros, incluso traspasarse sus conocimientos y habilidades. Entre ellos hay dos estadounidenses, un alemán, una coreana, una india, un keniano, una islandesa y un mexicano (interpretado por un español).

Esto quiere decir que el relato transcurre en distintas partes del mundo, pero con la simultaneidad que permite esta conexión sensorial. Solo eventualmente están juntos de cuerpo presente. El conflicto que mueve el relato tiene que ver con Wishpers, otro sensate que dirige una organización que persigue a otros grupos de sensates para exterminarlos o hacer experimentos con ellos.

Mientras este conflicto propicia una trama de intriga y acción, que es complementada por los problemas y circunstancias de cada uno de los miembros del grupo, paralelamente esas circunstancias ponen en juego una gran diversidad de temas que terminan entrecruzándose entre sí debido a la conexión existente entre ellos. Esta conexión los convierte en una familia universal y multirracial, un grupo que decide permanecer juntos y apoyarse incondicionalmente. Por eso los momentos más atractivos y estimulantes es cuando se trenzan en un problema común utilizando sus habilidades combinadas: hay un policía, un actor, una hacker, una peleadora de artes marciales, una química, un chofer, una DJ y un delincuente experto en armas.

Así que la historia iba a quedar trunca, pero como no es una serie cualquiera, sino una que por sus características parece destinada a convertirse en un programa de culto, la vehemencia de sus fanáticos convenció a sus productores de darle un gran final con un capítulo de más de dos horas. Fue un final satisfactorio y casi memorable, un compendio de todos los elementos y recursos que se vieron en los veintitrés capítulos anteriores, donde la acción, los giros inesperados, el amor, el sexo, la solidaridad y la empatía emocional y sensorial definieron esta gran historia y esta diversa y unida familia.

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