Amor.com, de Stéphane Robelin

Cyrano 2.0

Oswaldo Osorio

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Una comedia francesa siempre será refrescante en medio de la oferta primaria y de mal gusto proveniente de Hollywood en cabeza de un Adam Sandler o una Amy Schumer. Por lo general, el humor galo es sofisticado e inteligente. Por eso esta no es tanto una comedia de carcajadas como sí de una estimulante gracia, una comedia de enredos que apela a los resortes básicos del esquema, pero que sabe bordear la línea de la transgresión e, incluso, del velado referente a uno de los personajes y relatos más célebres de la literatura francesa.

Guardadas las proporciones, se trata de un Cyrano de Bergerac en la era de las citas por internet. Así que ya el locuaz y romántico hombre no habla en las sombras debajo del balcón de la dama, mientras ella embelesada mira al tonto y apuesto galán, sino que este hombre se oculta tras el anonimato de las páginas de citas por internet. De manera que tenemos a un anciano descubriendo el mundo de las ciber-citas, pero, a la hora de dar la cara, manda al joven que le enseñó a manejar el computador.

Como es una comedia de enredos, resulta que el joven es el novio de la nieta del anciano y este no sabe que lo es, así como ella tampoco sabe lo que traman su abuelo y su novio. Pero más allá de los posibles apuros en que se metan los protagonistas por las mentiras y ocultamientos que generan la lógica de la comedia, al relato parece importarle más la reflexión en torno al amor: la pérdida irreparable, los contrastes entre la atracción física y emocional, el romanticismo o las relaciones de pareja.

Así que con esta puesta al día y sutil variación del célebre narigón, esta comedia divierte y entretiene de forma amena e inteligente. Incluso llega un momento en que la trama roza los cuestionamientos morales en torno a la posibilidad de una pareja de tres o de las relaciones amorosas con grandes diferencias de edades. Sin embargo, cuando parecía ser más atrevida en sus planteamientos y personajes, finalmente (alerta de spoiler) termina asentándose en la normalidad del amor y las relaciones, es decir, siendo complaciente con el gran público.