Foxcatcher, de Bennett Miller

Cómo comprar una mascota y una medalla

Íñigo Montoya


Las películas sobre deportes suelen ser relatos de superación o periplos de asenso y caída. Las dos opciones terminan por ser predecibles y repetitivas. Por eso fue una sorpresa ver cómo esta historia no cae en lo uno ni lo otro, aunque tiene de cada opción un poco. De ahí que resulte una película intrigante en el rumbo que va a tomar y que pone en juego unas situaciones e ideas que rara vez están en la ecuación usada para este tipo de cine.

Es la historia de un millonario que hace de mecenas de un grupo de luchadores, en especial de un medallista olímpico en quien centra sus esperanzas de ganar otra medalla dorada, para el deportista y, sobre todo, para él mismo, que fungiría como entrenador. Hasta aquí tenemos una premisa que no se sale mucho de los esquemas enunciados atrás y, hasta cierto punto del relato, así avanza la trama durante un buen tramo, sometiendo al espectador un poco al tedio de lo obvio y predecible.

Entonces este par de personajes comienzan a mostrar su verdadera naturaleza: el luchador, su falta de carácter y voluntad para obtener lo que supuestamente quiere con tanto fervor; y el millonario, sus vicios y pusilanimidad siempre cubiertos por la gruesa cortina de su cuenta bancaria. Pero lo más llamativo de la historia, y al tiempo lo más turbador, es la relación que se establece entre los dos, la cual pasa del agradecimiento del deportista a su mecenas y la admiración de este por aquel, a una situación de sometimiento del joven (aunque el filme se mostró muy tímido, por no decir cobarde, cuando evitó las connotaciones sexuales) y luego de una tensión que llegó hasta el repudio total.

Cuando el hermano del luchador entra más plenamente en escena como entrenador del equipo, como el único personaje aplomado y noble, todo el relato se convierte en una sucesión de situaciones incómodas y tensionantes que este hermano trata de catalizar. Pero lo que ocurre es que se enfatizan más la conformación de estos tres personajes, consiguiendo con esto una intensidad dramática cargada de diversas emociones, que el director sabe muy bien capitalizar en un relato que no termina de sorprender e impactar hasta el último minuto.