Detroit, de Kathryn Bigelow

Arde la ciudad

Íñigo Montoya

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Vuelve la directora de Días extraños (1995), Zona de miedo (2008) y La noche más oscura (2012) a tocar temas sensibles de la política y la sociedad estadounidense. Esta vez retoma aquel momento crítico de los disturbios raciales en Detroit durante el verano de 1967, cuando la volatilidad de la comunidad afroamericana que reclamaba sus derechos fue directamente proporcional a la represión y brutalidad policial contra esta comunidad.

La película empieza casi como un documental expositivo, haciendo uso de los medios como relatores de la situación e incluso utilizando imágenes de archivo. Solo más tarde de lo que uno esperaría, empieza paulatinamente a presentar a los personajes de lo que, sin duda, debía ser una historia coral: los policías violentos y racistas (casi de caricatura), un cantante de una emergente banda de soul, un vigilante privado y un grupo de personas que departía en un hotel.

Luego viene una segunda parte que se convierte en el corazón de la propuesta de la directora: la violenta noche en que tres policías golpearon y torturaron sociológicamente a un grupo de afroamericanos y dos jóvenes blancas, y asesinaron a tres de ellos. La tensión dramática de todo este segmento no da respiro y, a pesar de que está lleno de situaciones y salidas forzadas y gratuitas para conseguirlo, de todas formas funciona como una cruda y directa forma de dar cuenta de la represión, discriminación y violencia con que las autoridades trataron a esta comunidad.

Un tercera parte sería el juicio a los policías, con el cual se da la validación de que se trataba de un sistema y un tiempo tremendamente arbitrarios e injustos para con los negros estadounidenses y la lucha por sus derechos civiles.

Una película excesivamente larga y predecible en cada momento, no tanto en lo argumental, pues en general se sabe lo que pasó en este momento histórico, sino sus recursos dramatúrgicos y de acción. Un relato de una blanda solidez que se alarga y le falta concreción en sus premisas, conformado por una serie de situaciones que están ahí para que la película diga lo que tiene que decir, no como partes orgánicas de un relato consistente y bien articulado.