Lecciones para un beso, de Juan Pablo Bustamante

Tratado de torpeza y mal gusto

Por: Íñigo Montoya

Esta película es desafortunada casi por cualquier lado que se le mire. Para empezar, se supone que fue concebida como una comedia romántica –o al menos así la promocionan-, pero la gracia se le ve poco y el romance es truncado por dos extremos: la torpeza o el mal gusto. Pero más grave aún, no tiene jamás en cuenta las claves a partir de las cuales funciona una comedia romántica.

Al parecer es la historia de amor entre dos adolescentes, pero lo menos que hay entre ellos es romance, ni siquiera al final, cuando el amor se gana un premio de consolación que no significa nada y antes molesta. En torno a ella, está lo peor de la cinta, lo más forzado y de mal gusto: la apuesta de los tres adultos por, no enamorar, sino conseguir tener sexo con tres mujeres.

El mal gusto y la torpeza empiezan por la prueba que piden para la apuesta (los pantis de la víctima sellados con la marca de un beso -¡Qué originales!-), pero se torna insoportable cuando el espectador es testigo de las bajezas que estos hombres usan como estrategias para obtener su objetivo, un comportamiento que está en las antípodas del romance.

Entre el niño tonto que ni habla ni protagoniza ninguna historia de amor y sus tres atarvanes  consejeros, se dan una serie de situaciones que poco tienen de divertidas y que solo resultan una retahíla de escenas que quieren forzar un humor que no existe, a no ser que a uno le parezca divertido el machismo grosero y los engaños mezquinos.

La película es muy colorida, como Cartagena (la de los turistas) y cuenta con la belleza siempre radiante de Cristina Umaña, que bien pudo ser cualquier otra actriz. Salvo Basile haciendo de él mismo, como siempre, y casi dos horas de profundo tedio, casi de indignación.