Viejos, de M. Night Shyamalan

La potencia de la variante Tiempo

Oswaldo Osorio

viejos

Comienzo con una advertencia de spoilers, porque no es posible escribir de esta película sin contar sus sorpresas y asombrosos giros. Esto ocurre con algunas de las películas de Shyamalan, empezando por El sexto sentido (1999) y La aldea (2004), donde la premisa del relato se funda en un gran misterio que solo poco a poco se va develando, adosado con nuevas revelaciones que aumentan hacia un final que puede ser más sorprendente todavía o que termina desinflándose en la decepción, ya le ha pasado lo uno y lo otro.

La historia de Viejos (Old, 2021) parte de una lógica de cine fantástico, pero se desarrolla más como un thriller, donde la intriga, la tensión, el suspenso y las sorpresas están acechando al espectador en un intencional plan de su guionista y director para que su relato nunca decaiga ni sea previsible. Todos los recursos, tanto los ingeniosos como los más tramposos se desempeñan aquí para lograr su objetivo. Y efectivamente lo logra, por lo que no se trata del todo de un ataque a estos recursos, pues esa es la naturaleza de este tipo de cine y, por lo general, el espectador lo agradece, pues esas sensaciones son la principal motivación para ver estas películas.

La premisa de la película que no pueden conocer quienes no se la han visto (aunque el trailer, como siempre, torpemente la revela en líneas generales), es tan simple como contundente y llena de posibilidades: unos turistas llegan a una playa donde empiezan a envejecer aceleradamente y de la que no pueden salir. La historia está inspirada en la novela gráfica Sandcastle, de Pierre Oscar Levy y Frederik Peeters.

Pero si uno no sabe nada de esto (que es como debería entrar todo espectador a cualquier película, en especial las que incuban misterios y sorpresas), la experiencia que ofrece este relato es realmente emocionante. No es fácil narrar una historia en la que a cada momento haya un giro más sorprendente que el otro y no se sepa hacia dónde va la trama. Es cierto que todo el relato, la construcción de personajes y la puesta en escena se amañan, incluso a veces gratuitamente, para conseguir este efecto, pero si se acepta que este es el código de la película, verdaderamente se pueden disfrutar las emociones y sensaciones que proporciona.

En medio de estos aspectos relacionados con el género, hay grandes temas de fondo que permiten dimensionar más la historia, como el paso del tiempo, las enfermedades, las degradaciones que llegan con la vejez, la relación del cuerpo con la mente, los prejuicios sociales y la ética de la ciencia en su afán por mejorar la vida.

Pero si bien estas son lecturas que se pueden hacer entre líneas y que si se juzgan con rigor pueden surgir muchos cuestionamientos, lo cierto es que no son el propósito central de la película, el cual se concentra en el tensionante relato de misterio que constantemente está estimulando y poniendo a prueba las emociones del espectador, y en eso M. Night Shyamalan sigue manteniendo su habilidad y talento.

Después de la tierra, de M. Night Shyamalan

El miedo no existe

Por: Oswaldo Osorio


Tal vez lo peor que le ha pasado al director M. Night Shyamalan es haber iniciado su carrera con unas películas impactantes y muy exitosas: El sexto sentido (1999), El protegido (2000), Señales (2002), La aldea (2004). Y es que desde entonces la crítica se ha ensañado contra casi cualquier cosa que haga, desde la bella fábula de La dama en el agua (2006), pasando por las más desdeñadas –El fin de los tiempos (2008) y El último maestro del aire (2010)–, hasta llegar a esta última cinta, que tampoco ha sido bien recibida.

Pero si se reflexiona sobre esta filmografía (exceptuando El último maestro del aire que hace parte de una serie), todas sus películas están hechas con los mismos elementos: historias envolventes y bien contadas, un gran sentido para crear y manejar el suspenso y el misterio, un concepto visual, aunque convencional, es inteligente y sugestivo, y de fondo una suerte de moraleja, esencialmente humanista, que por poco evidente y a veces compleja no parece tal.

Es probable que sea, justamente, Después de la tierra (After Earth, 2013) la película que tenga más simplificados dichos elementos. Esto tal vez se debe a que parte de un argumento del mismísimo Will Smith, estrella y productor de la cinta, y también porque se trata de una película de género, en este caso una mezcla de ciencia ficción y cine de aventuras. Sobre todo este último por lo general tiende a limitar sus historias a un esquema básico, como en este caso, que se trata solo de ir de un punto A hacia un punto B.

Una forma de verla es como esa película simple y prácticamente diseñada para el lucimiento del hijo de Will Smith, Jaden Smith, quien es el principal protagonista y, es cierto, no termina por convencer del todo. Pero también podría ser vista como lo que en esencia es: una historia de ciencia ficción y aventuras que cumple a cabalidad con su objetivo y, por lo tanto, resulta un filme bien hecho, atractivo visualmente y muy entretenido, un filme que sabe manejar las fortalezas de estos dos tipos de cine, como el ingenio en el diseño de producción y las alegorías de base futurista en el caso de la ciencia ficción, y los ritmos cambiantes del relato cuando combina las atmósferas de tensión con las escenas de acción, como es propio del cine de aventuras.

Pero si vamos más allá, por más que Shyamalan haya querido ser cómplice de Smith en beneficio del hijo de éste, el director de origen indio se sostiene en su ley y conserva su universo, pues en el fondo se trata de una fábula en la que un joven se hace hombre mientras atraviesa un desconocido mundo y es acechado por una bestia. En medio de esto, se desarrollan una serie de ideas y sentimientos como la culpa, la difícil relación entre padre e hijo, la pérdida de la inocencia y la dura misión de hacerle frente al miedo.

No se trata de una obra maestra, pero es que M. Night Shyamalan nunca le ha apuntado a eso. Sus películas se basan claramente en los dos principales objetivos del cine de Hollywood, esto es, emocionar y entretener. Lo que pasa es que, al parecer, muchos no han podido salir del gran impacto que les produjo el final de El sexto sentido y se resienten cuando este inteligente y honesto director no les da más de lo mismo.

Una nueva saga de fantasía

Por: Iñigo Montoya

Las sagas de cine fantástico están de moda, eso gracias a las nuevas e ilimitadas posibilidades de la imagen digital, y seguramente tendremos de este tipo de cine para mucho tiempo, por lo que es necesario afinar el gusto y el buen criterio para no meter todo en el mismo costal.

Esta primera entrega de El último maestro del aire tiene de entrada dos ventajas que la hacen atractiva. La primera, es que está basada en una exitosa serie animada a la que los seguidores de género le tienen un singular respeto. La segunda, que está dirigida por un reconocido y talentoso director de Hollywood. Aunque es cierto que por primera vez hace un filme de este tipo, aún así M. Night Shyamalan tiene una seguidilla de títulos importantes que respaldan su trabajo: El sexto sentido, Señales, El protegido, La Aldea, La dama en el agua, el final de los tiempos.

Sin ser muy aficionado a este tipo de cine, pues confieso que El Señor de los anillos si apenas me entusiasma, Harry Potter se me antoja a héroe de pacotilla al que todo se lo hacen y Narnia es más de lo mismo con efectos parecidos, pero de todas formas pude ver en esta nueva película un universo con una lógica más atractiva y envolvente.

Es cierto que no se inventaron tampoco nada nuevo. Es la misma receta de coctel: el antiquísimo mito de los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire), filosofía zen, cultura oriental, artes marciales y el esquema de la nación fuerte que quiere dominar a las demás y crear un imperio. La cuestión es que en realidad es una elección y combinación de elementos que resulta estimulante en términos de la construcción de la trama y los personajes, así como llena de posibilidades en relación con lo visual y con las secuencias de acción.

De acuerdo con los conocedores de la serie de televisión, la película le queda debiendo al público, porque mezcla o resume historias, suprime o limita personajes, pero en realidad esa será la queja siempre en estos casos, porque el cine no tiene la extensión de una serie o de una saga de libros. Por otro lado, preferiría que Shyamalan se dedicara a lo suyo, a las fábulas de misterio y suspenso, pues una película como ésta casi cualquiera de la industria la puede hacer. Aún así, me parece una cinta entretenida y en general bien planteada, que se destaca entre muchas de su género.

El fin de los tiempos, de M. Night Shyamalan

Ensayo de apocalipsis

Por: Oswaldo Osorio


El director de El sexto sentido vuelve con una historia con características similares a las de sus otros filmes, aunque sin el mismo impacto y efectismo, y esto es lo que muchos no le perdonan. Gracias a su gran sentido para el suspenso y su habilidad para contar historias, se le ha llamado el nuevo Hitchcock y el nuevo Spielberg, juntos, lo cual no es nada desdeñable si se tiene en cuenta que esta última es apenas su séptima película. Se trata de una cinta con muchas de las cualidades que han definido su obra, aunque menos vistosa y contundente. Aún así, es una pieza más de una de las carreras más interesantes del Hollywood reciente.

Sus historias son protagonizadas por seres comunes y corrientes y generalmente nobles; la presencia de niños y/o la inocencia, al tiempo que aumenta la tensión, suele ser la fuente de la solución del conflicto; además, son relatos cruzados por un gran misterio, en el cual se basa buena parte de la intriga y el suspenso; y por último, siempre hay una moraleja de fondo, una idea de tono humanista, a veces con tintes espirituales, que termina dándole el sabor final a lo que parecía un simple thriller de puro entretenimiento. A todas sus películas se les puede aplicar este esquema: Señales, El protegido, la aldea y La dama en el agua.

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