DIARIO DE ÍÑIGO

Enero 22 de 2010. La ciudad de los zombis con linterna. Interior. Noche.

Mi corazón de cinefago basuriego me llevó entusiasmado a ver Tierra de zombis. Seguramente era, como dicen los españoles, una guarrada, pero he aprendido a apreciar la poesía y vitalidad de lo guarro en el cine. Porque hay que tener buen gusto para hacer buenas cosas de mal gusto. Empieza la película y desde el primer plano me doy cuenta de que algo no anda bien con la imagen, que está deformada. Decido perderme la presentación del personaje principal para ir a buscar al acomodador, porque no está donde debe estar, en la sala. Lo encuentro a él y a otros de sus colegas zombis con linterna apiñados en una oficia. Esto es Cine Colombia de Unicentro. Digo que la imagen de la sala 5 no está bien y uno de los zombis me acompaña. Le echa un vistazo y, naturalmente, no ve ningún problema con la imagen. Luego argumenta que por tratarse de una película de bajo presupuesto, es posible que así sea la imagen original. El hombrecito de la linterna no se entera que en esa película está Abigail Breslin, la niña más poderosa del momento en Hollywood. Que con esa película ganó más de lo que él y sus hijos tendrán en todas sus vidas. Que además está Woody Harrelson y el gran Bill Murray. En fin, no tiene idea de las cosas más esenciales de la industria del cine, muy a pesar de hacer parte de ella, en el último escalón, pero ahí está, con su linternita, ayudando a que se cumpla el objetivo máximo del cine: que el público vea la película.

El problema es que para ellos es suficiente con que se vea. No que se vea bien, porque saben más de crispetas que del foco de una película, o de los formatos de proyección, o del sonido envolvente que tantas veces falla. Y uno es el que resulta siendo el malo de la película, por cansón, por ver mala la imagen en la pantalla que para ellos está perfecta. De manera que, sin que finalmente consiguiera nada, acabé perdiéndome el inicio de la película, es decir, las primeras cinco reglas para sobrevivir en la tierra de zombis.

Si Medellín alguna vez sucumbe a la hecatombe de los muertos vivientes, esas cinco reglas me harán mucha falta. Tendré entonces que descubrirlas yo mismo o inventarlas. Por eso ya tengo la principal: Con los primeros que hay que acabar es con los acomodadores de cine, sean zombis o no.