DIARIO DE íÑIGO

Septiembre 26 de 2008. La ciudad del DVD pirata. Interior. Día/Noche/día/Noche…
Andrés Caicedo, el más furibundo cinéfilo del país, ese que decía que, en cuanto al cine, todo gusto es una perversión, también decía, antes de quitarse él mismo con sus propios medios su atribulada vida, que por el cine ser un arte relativamente joven (tenía escasos 80 años en ese momento), era posible ver TODAS las obras importantes del séptimo arte.

Poco más de 30 años después, creo que no es posible este sueño cinéfilo y erudito. Muchas cosas han cambiado en estas tres décadas. La principal es que, si bien Hollywood sigue imponiendo su presencia en las salas, la producción en el resto del mundo ha aumentado y ha cambiado la proporción que antes también dominaba la Meca del cine. En Colombia, por ejemplo, apenas en lo que va corrido el siglo XXI, se han realizado más películas de las que se hicieron hasta 1970.

Hasta hace unos cinco años no había problema con esto, pues “películas que no se conocen, corazón que no siente”. La cuestión es que en los últimos años, por vía de la tecnología, en especial la televisión por cable, las descargas por Internet y, sobre todo, el DVD, se abrió un universo inconmensurable de títulos por ver. Sólo repasar las distintas listas a las que se puede tener acceso ya es una labor que quita mucho tiempo.

Y eso si uno sólo se dedica a ver películas en video, sin contar todos los libros por leer y la música por escuchar y las personas con quien conversar y las horas para fornicar y los nocturnos etílicos y ¡Maldita sea! las horas laborales. Por eso no entiendo a quienes dicen aburrirse en la vida, si lo que hace falta es tiempo para vivirla. Pero con tanto por hacer y por devorar, es imperativo establecer prioridades, ser selectivo: ni todas las películas se pueden ver, ni tiempo completo se debe trabajar. Tampoco beber todos los días y tal vez desechar algunos presuntos amigos. Dormir lo justo para no pasar con sueño, pero tampoco tanto para que los sueños se conviertan en blandas pesadillas. Y muy importante también es tener presente una paradoja: dejar un buen tiempo para perder el tiempo.