Walesa: La esperanza de un pueblo, de Andrzej Wajda

Un retrato generoso

Por: Oswaldo Osorio


Antes de que la célebre periodista Oriana Fallaci, con sus aires de diva, empezara su entrevista a Lech Walesa, este le preguntó: ¿En esta entrevista yo gano o pierdo? Ella respondió que no sabía, que todo dependía de sus respuestas. Por otro lado, con esta película no ocurrió lo mismo. De entrada, su director ya tenía todos los datos para decidir cuál iba a ser el rol de este importante personaje de la política y la historia polacas: Walesa definitivamente gana en esta película.

El líder del Movimiento Solidaridad, que desde su humilde posición de electricista y sindicalista contribuyó significativamente a la caída del bloque socialista a finales del siglo XX, es retratado aquí con generosidad por quien es el cineasta más importante de la historia del cine polaco: Andrzej Wajda. El director de Cenizas y diamantes (1958), Danton (1983) y Katyn (2007) pone en esta película todo su prestigio de cineasta político al servicio de la buena imagen de este líder sindical.

El relato cubre los veinte años clave de la lucha de Walesa por conseguir reivindicaciones para los trabajadores y como opositor del gobierno comunista de su país, es decir, las décadas del setenta y ochenta. Y este es el primer reto del director, pues concentrar dos décadas en dos horas, teniendo en cuenta la gran cantidad de sucesos comprendidos en este tiempo, era un reto narrativo y el riesgo de hacer una biografía episódica y sin continuidad.

Sin duda el relato tiene un carácter episódico, pero no sin continuidad, pues Wajda se asegura de que esto no suceda recurriendo a una serie de recursos que le funcionan eficazmente. El primero de ellos es apenas obvio: centrar toda la atención en la fuerte y carismática personalidad de su personaje, así como en la convincente interpretación de quien lo encarnó, el actor Robert Wieckiewicz. No hay una sola secuencia sin su presencia y, además, está construido de forma hipnótica, esto es, que el espectador nunca pueda desprender su retina del constante accionar de Walesa y su voz segura con palabras llenas de sentido común.

Otro recurso es la entrevista de la Fallaci, con la que amarra el relato buena parte del metraje, dándole así sentido y cohesión narrativa, pero también haciendo las veces de comentario en off, poniendo en contexto la situación política o el pensamiento de este líder. Así mismo, la estructura episódica es unida más finamente con otro par de elementos formales: el uso de imágenes de archivo, que imperceptiblemente tenían continuidad en la reconstrucción de ficción; y la música, que servía como fondo de unas transiciones visuales, casi a manera de video clip, lo cual era reforzado por el hecho de ser todas tonadas de punk o post punk, muy sintonizadas en su actitud con el espíritu de aquellos sucesos.

A pesar del personaje y su director, es una película que puede tener las limitaciones propias de un relato biográfico y político, sin embargo, el retrato del hombre y el periodo histórico que aquí se desarrollan, resulta convincente y envolvente en lo narrativo, además de revelador en lo que es esa relación del líder con todas las esferas en que se mueve: la política, la familiar y la pública.