Revaluación del peso: ¿problema monetario o estructural?

La revaluación es, de manera simple, el fortalecimiento de la capacidad adquisitiva de una moneda frente a otra. En pocas palabras “una unidad de mi moneda compra más bienes y servicios extranjeros que antes

Colombia está viviendo un fenómeno crónico de revaluación. Sin mirar cifras muy detalladas y sin hacer mayores precisiones sobre la relación entre la tasa de cambio nominal y la inflación, es evidente que si el dólar en Colombia cuesta menos en pesos hoy que hace 10 años, es porque estamos revaluados (ver enlace). Aunque la inflación en Colombia ha bajado sustancialmente, nuestros datos históricos no son en promedio más bajos que los de los países que nos compran la mayor parte de las mercancías: la Unión Europea y Estados Unidos. Por lo tanto, para no hablar de revaluación el dólar debería estar, al menos, un poco más caro que en años atrás. Y no es así.

La consecuencia de esta situación es que nuestros salarios son internacionalmente altos, nuestros productos son comparativamente costosos y, por ende, somos propensos a comprar más bienes importados y a vender menos de lo nuestro. Mientras hace poco menos de dos décadas un obrero colombiano ganaba cerca de US$100, hoy el salario mínimo supera los US$300. En consecuencia, es comparativamente más caro producir en Colombia hoy que antes.

¿Por qué se está dando este fenómeno? por diversas razones. Algunas son externas a nuestro país y, digámoslo así, se salen de nuestras manos: la política macroeconómica de Estados Unidos y la debilidad de los indicadores de ese país generan devaluación del dólar. Pero, de otro lado, nuestro “éxito en los mercados de capitales”, y la bonanza ya casi crónica de los mercados de commodities, nos están inundando de dólares. O sea, créditos externos, inversiones extranjeras en minería y aumento de los ingresos por exportaciones de carbón, ferroníquel y petróleo principalmente, están revaluando al peso. Coloquialmente hablando, nos estamos llenando de dólares.

Si nos está yendo tan bien, por qué ¿nos preocupamos? Porque este éxito no es equilibrado. Lo que se logra con exportaciones mineras afecta a la industria y a la agricultura, que no exportan mucho y que, como consecuencia de la revaluación, cada vez enfrentan  más competencia extranjera que llega al país en forma de importaciones.

Esta situación tiene dos características que señalan lo anómalo del fenómeno. De un lado está el hecho que la economía no se está desarrollando de manera equilibrada, o sea, tenemos una minería próspera y creciente, mientras, del otro lado, se encuentran, una industria y una agricultura deprimidas o, al menos, estancadas. Adicional está el hecho que Colombia no tiene grandes reservas de hidrocarburos, por ende, la prosperidad vía petróleo  no es sostenible en el largo plazo. Aunque suene un poco simplista, Venezuela puede fincar su desarrollo en la industria petrolera, sin fortalecer otros sectores porque sus reservas confirmadas del oro negro se miden en décadas y hasta en siglos; en cambio, las colombianas apenas las podemos medir en años o lustros.

Entonces, volviendo a la pregunta original: ¿es la revaluación un problema monetario? ¿puede el Banco de la República resolver el problema bajando las tasas de interés y comprando unos milloncitos de dólares al día? Creo que no.

Obviando las variables externas, -que en la práctica no se pueden obviar, pero que lo hacemos para fines metodológicos- el problema es que mientras consumamos de cuenta de una bonanza de commodities, estaremos destruyendo a otros sectores de la economía que son reemplazados por los competidores extranjeros: la industria y la agricultura. Nuestro problema es estructural y, por ende, debe resolverse redefiniendo nuestras estructuras de gasto, de inversión y de producción.

Si no ahorramos, poniéndole algo de freno al consumo privado y al gasto público, y si no redireccionamos nuestros recursos más importantes hacia inversión en sector manufacturero, agro, infraestructura, ciencia, tecnología, educación y desarrollo de nuevas industrias, nos comeremos la bonanza y estaremos sembrando la miseria que cosecharemos en el futuro.

Veámoslo así: si hay más ciencia, más tecnología, mejor infraestructura y más trabajadores educados y saludables, entonces nuestras empresas serán más innovadoras, tendrán menores costos y agregarán mayor valor a sus productos, lo que permitirá obtener una mejor remuneración por lo que se venda en el país y lo que se exporte al extranjero. En consecuencia, no importará si el dólar está un poco más barato (nominalmente) ya que el aumento de las eficiencias -más productividad- y la agregación de valor -mayor precio de venta-, compensarán esta pérdida. He ahí el truco.

Moraleja: estamos ante un problema estructural y su solución es estructural.  

¿Por qué aranceles específicos para proteger al sector textil-confección?

Aranceles ad-valorem y aranceles específicos.

Pregunta: ¿por qué el gobierno colombiano no subió el arancel ad-valorem a las posiciones arancelarias del sector textil-confección que desea proteger y, en su lugar, aprobó, adicional al existente, un gravamen específico?

La decisión nos lleva, en consecuencia, a un arancel compuesto (ad-valorem más específico), lo que será el objeto del presente análisis.

Ideas a tener en cuenta:

1. El más recurrente de los aranceles es el ad-valorem, el cual consiste en un gravamen equivalente a un porcentaje del valor de la mercancía que se importa. En Colombia normalmente los aranceles son ad-valorem y equivalen a un porcentaje del valor CIF (costo de la mercancía, más seguro, más flete). Este tipo de proteccionismo ha bajado gradualmente en todo el mundo, especialmente en el intercambio de bienes manufacturados. Colombia también ha bajado sus aranceles colocando la mayoría de las mercancías importables en gravámenes inferiores al 20%. Hay algunas excepciones que se hallan por encima de esta tarifa, como es el caso de los vehículos, gravados hasta en un 35% del valor CIF.

Según este cuadro de Mitrano y Gimeno de Sciences Po, entre 1947 y 1995 -fecha en la que entran en vigencia los últimos acuerdos del sistema GATT-OMC-, los aranceles ad-valorem promedio a nivel mundial han bajado de 40% a menos del 5%.
 

2. Los aranceles específicos son tarifas que se cobran independiente del valor de la mercancía importada. O sea, se establece un impuesto monetario el cual se paga por unidad de medida de la mercancía: kilo, docena, metro, tonelada, etc. Este tipo de gravámenes es poco recurrente, se utiliza a nivel internacional especialmente en casos de bienes agropecuarios: 100 euros por tonelada de banano, por ejemplo.

3. Las medidas tomadas buscan esquivar un posible dumping de prendas originarias de China principalmente. Ante la ausencia de pruebas que demuestren la práctica de competencia desleal por parte de ciertas empresas o países, el gobierno decide elevar el nivel de proteccionismo de manera generalizada, gravando a todos los importadores de este sector. Pero, si hubiera incrementado la tasa del arancel ad-valorem, digamos del 10 al 20%, por ejemplo, entonces, estaría afectando por igual a las confecciones que se importan con alto precio -incluso de alto valor agregado- y a los productos genéricos de bajo precio. El objetivo es afectar especialmente a estos últimos.

4. Por lo tanto, el arancel específico es la salida. Si un importador trae al país confecciones con alto valor agregado y precios elevados, sentirá un menor efecto del gravámen de US$5,0 por kilo. En cambio un importador de genéricos o de productos traídos bajo la modalidad de dumping -competencia desleal- sufrirán un efecto mayor.

En otras palabras, 1 kilo de mercancía genérica que cueste 50 dólares, sentirá un efecto adicional del 10% como resultado del arancel específico de US$5,0. En cambio 1 kilo de mercancías con valor agregado que tenga un precio de US$200, será afectado en 2,5%, lo que es un menor impacto de proteccionismo.

5. Es probable que el proteccionismo que el gobierno colombiano está implementando sea sólo temporal ya que es muy difícil demostrar dumping y los países afectados comenzarán a aducir que Colombia los está discriminando. O sea, las medidas tomadas han sido argumentadas como preventivas, mientras se demuestra supuesto dumping, pero esto no tiene presentación en el concierto internacional. En consecuencia, este tema puede llegar a un panel en el Sistema de Solución de Disputas de la OMC.

En lugar de conclusiones. Es claro que si no revisamos el actual modelo económico, que abre las puertas a la competencia externa pero no crea condiciones para desarrollar una industria competitiva, muchos sectores emblemáticos y generadores de empleo seguirán languideciendo hasta desaparecer.Si esto está pasando con TLC apenas en ciernes o aún sin entrar en vigencia, ¿cómo será cuando nuestra economía libere su mercado totalmente a competidores de Europa y Asia, principalmente?

Las barreras temporales o salvaguardias no son la solución definitiva para un fenómeno estructural como lo es la apertura de los mercados globales. ¿Tenemos claro lo que hay que hacer?

National Competitiveness Policy: good intentions rosary

Autor: Giovanny Cardona Montoya

Spanish version: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1131

Translator: Andres Fernando Cardona Ramírez

 

Over 20 years ago, Colombia, like most Latin American nations, renounced the development model inspired by ECLAC and enrolled in the liberalization model derived from the Washington Consensus. This change led to a reduction in state involvement in economic dynamics, enterprise privatization, unilateral trade liberalization and the spread of regional trade agreements (RTAs) with neighbors and nations around the world.

To provide a framework that legitimizes the new political and economic direction the country has been endowed with documents such as the Monitoring Report, also 20 years ago, and a dozen CONPES that have claimed to be the beacon to follow to a safe harbor. But time passes and the balance is not yet satisfactory. Despite being, for decades, one of the most stable nations in the region in macroeconomics, to achieve significant export growth and prove an attractive nation for foreign investment, especially in recent years, developing data-that is not synonymous with growth- indicates that the country is not moving in any direction.

The compass:

In 2006 passed the Conpes 3439 which created the National Competitiveness System. This system established a Vision for the future of the country:

“In 2032 Colombia will be one of the three most competitive countries in Latin America and will have a high level of income per person, equivalent to an upper middle income country, through an export driven economy of goods and services with high added value and innovation, with a business environment that encourages local and foreign investment, fosters regional convergence, better formal employment opportunities, raises the quality of life and substantially reduces poverty levels. ”

But time is handing us the bill for missed tasks. In 2006, the Global Competitiveness Indicator World Economic Forum, which measures 142-nations, our country stood at the 65th place among 125 countries. In 2011, Colombia was ranked 68th and in 2012 at 69. If we compare ourselves with our Latin American neighbors, the scenario is not better: we fell from the 5th to the 8th place.

This indicator shows that our relative position has not improved. Now, to achieve this goal it is necessary to make progress with other indicators related to production and income:

– According to the Privy Council on Competitiveness, between 2006 and 2010, income per person in Colombia has been growing at an average rate of 4.4%. However, the Council believes, if we are to meet the goal of being one upper middle income country by 2032, it should reach growth rates between 6% and 7% per year on average.

– At the beginning of the last decade of the twentieth century, Colombia depended heavily on exports of coffee, some oil and other agricultural or agro-industrial exports, mainly. After the discovery of oil in Cusiana and global coffee crisis, Colombia became more dependent on mining. In 2006, Colombian exports with low levels of innovation amounted to 83% of the total, by 2012, this figure reached 90%. Are we back? All signs point to yes.

Is it bad to grow depending almost exclusively mining?

No, not bad. First we can say that a country with sufficient reserves for decades can finance the dynamics of its development projects, even leverage those to generate new industries (manufacturing, services, etc..). But Colombia has not substantially increased its oil reserves. These are on average 2,200 million barrels, a low figure compared to other Latin American countries such as Ecuador which produces 6,200 million to 11,400 million or Mexico or Venezuela that reach almost 300,000 million.

So in addition to the fact that we need the resources of the “oil boom” to be used to build capacity (infrastructure, education, CT + I, etc…) We also require that explorations increase the reserves so that we have the cushion to finance the industrial conversion of our economy.

But, despite the relative and sustained macroeconomic stability, the mining export boom and the increasing flow of foreign investments the country preserves some burdens that do not allow us to move towards a more competitive economy:

- Weaknesses in the education system. In addition to the low coverage -25% of adults are high school graduates, less than 40% of high school graduates enter higher education and only half of these graduate, there are serious quality problems: the career of teachers (graduates) is not chosen by the best graduates, there is little demand for agricultural careers-an industry that has great potential, while young people show little interest in training in mathematics, physics, chemistry or biology, key disciplines for innovation and the development of new products, processes and services;

- Absence of a state policy on infrastructure. For decades in this country there’s been talk about the need for a interoceanic canal, tunnels to facilitate traffic through so many mountains, a new railway, a project for navigation through the Magdalena river, another port in the Pacific, etc… However, most of these proposals are still on paper and those under construction are years behind.

- High laboral informality. What is handled as a strategy to reduce labor costs, informality, is in actuality a drag that does not us to modernize our economy: there are workers who do not contribute to social security, worker cooperatives exist that threaten stable pay, there’s jobs that are performed through contracts to provide services rather than indefinite term labor linkages, etc. This worsens the fiscal deficit-SISBEN-, weakenes revenue base of households and thus the purchasing and debt, stagnates the domestic market.

- Abandonment of the rural sector. The field is not the supplier of raw materials for the city and, therefore, is not a strong market for the purchase of industrial goods and services. Although the armed conflict is a determinant factor of this abandonment, rural informality, and extensive landlordism “fattening”, accompanied by unproductive fragmentation, do not facilitate the transition to a competitive field.

- Colombia: a country that does not invest in R & D. This is evident: our exports of high and medium technology amount to barely 9%, and we are a country without patent path. While successful emerging markets spend several points of GDP to CT + I, Colombia spends just under 0.3%.

Although a new System of Science Technology and Innovation has been defined, and Colciencias has been given the status of Administrative Department, at the same time considerable resources have been approved for research and innovation, there are indications that the political prey resources will prevail over the long term aspirations of this country.

All these shortcomings show that we are far from a new project Country, in other words, that Colombia 2032 is an ode to the flag … and nothing else.

Política Nacional de Competitividad: rosario de buenas intenciones.

Por Giovanny Cardona Montoya.

Versión en inglés: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1146

Traductor: Andrés Fernando Cardona Ramírez.

Hace ya más de 20 años, Colombia, al igual que la mayoría de las naciones latinoamericanas, renunció al modelo desarrollista inspirado por la Cepal y se matriculó en el modelo aperturista derivado del Consenso de Washington. Este cambio conllevó la reducción en la participación del Estado en la dinámica económica, la privatización de empresas, la liberalización unilateral del comercio y la masificación de acuerdos regionales de comercio (ARC) con los vecinos y con naciones del resto del mundo.

Para darle un marco de referencia que legitime política y  económicamente el nuevo rumbo el país ha sido dotado de documentos como el Informe Monitor, también hace 20 años, y una docena de CONPES que han pretendido ser faro para guiar hacia un puerto seguro.  Pero, el tiempo pasa y el balance no es nada satisfactorio. A pesar de ser, por décadas, una de las naciones más estables de la región en materia macroeconómica, de lograr un significativo crecimiento exportador y de ser una nación atractiva para la inversión extranjera, especialmente en los últimos años, los datos de desarrollo –que no es sinónimo de crecimiento- indican que el país no avanza en ninguna dirección.

La brújula:

En 2006 se aprobó el Conpes 3439 que creó el Sistema Nacional de Competitividad. Dicho sistema estableción una Visión del país para el futuro:

“En 2032 Colombia será uno de los tres países más competitivos de América Latina y tendrá un elevado nivel de ingreso por persona, equivalente al de un país de ingresos medios altos, a través de una economía exportadora de bienes y servicios de alto valor agregado e innovación, con un ambiente de negocios que incentive la inversión local y extranjera, propicie la convergencia regional, mejore las oportunidades de empleo formal, eleve la calidad de vida y reduzca sustancialmente los niveles de pobreza”.

Pero, el tiempo nos está pasando cuenta de cobro por las tareas no realizadas. En 2006, en el Indicador Global de Competitividad del Foro Económico Mundial -que mide a 142 naciones-, el país se ubicaba en el puesto 65 entre 125 países. En 2011, Colombia se ubicó en el puesto 68 y en 2012 en el 69. Si nos comparamos con nuestros vecinos latinoamericanos, el escenario no es mejor: pasamos del 5º a 8º puesto.

Este indicador muestra que nuestra posición relativa no ha mejorado. Ahora, para lograr esta meta es necesario tener avances en otros indicadores relacionados con la producción y el ingreso:

–          Según el Consejo Privado de Competitividad, entre 2006 y 2010, el ingreso por persona en Colombia ha venido creciendo a una tasa promedio de 4,4%. Sin embargo, considera el Consejo, si se quisiera cumplir con la meta de ser al año 2032 un país de ingresos medios altos, se deberán alcanzar tasas de crecimiento entre 6% y 7% anual en promedio.

–          A comienzos de la última década del siglo XX, Colombia dependía en gran medida de las exportaciones de café, algunos hidrocarburos y otras exportaciones agrícolas o agroindustriales, principalmente. Después del hallazgo de petróleo en Cusiana y de la crisis mundial cafetera, Colombia  se hizo más dependiente de la minería. En 2006, las exportaciones colombianas con bajos niveles de innovación ascendían a 83% del total, para 2012, esta cifra alcanzó el 90%.  ¿Estamos retrocediendo? Todo indica que sí.

¿Es malo crecer dependiendo de la minería casi que exclusivamente?

No, no es malo. Primero hay que decir que un país con suficientes reservas para varias décadas puede financiar la dinámica de sus proyectos de desarrollo, incluso, apalancarse en aquellas para generar nuevas industrias (manufactureras, de servicios, etc.). Sin embargo, Colombia no ha logrado un aumento sustancial de sus reservas de petróleo. Estas se encuentran en promedio en 2.200 millones de barriles, una cifra muy baja comparada con otros países de América Latina como Ecuador que tiene 6.200 millones o México con 11.400 millones o Venezuela que tiene casi 300.000 millones.

Entonces, además de que necesitamos que los recursos de la “bonanza de hidrocarburos” se utilicen para crear capacidades (infraestructura, educación, CT+I, etc.) también se requiere que las exploraciones incrementen las reservas para tener el colchón que financie la reconversión industrial de nuestra economía.

Pero, a pesar de la relativa y sostenida estabilidad macroeconómica, del auge exportador minero y del creciente flujo de inversiones extranjeras, en el país se preservan unos lastres que no nos permiten avanzar hacia una economía más competitiva:

–          Debilidades del sistema educativo. Además de la baja cobertura -25% de los adultos no son bachilleres, menos del 40% de los bachilleres entran a la educación superior y sólo la mitad de estos se gradúa- hay serios problemas de calidad: la carrera de maestros (licenciados) no es elegida por los mejores bachilleres, hay poca demanda de cupos para estudiar carreras agropecuarias –sector que tiene gran potencial-, a la vez que los jóvenes manifiestan poco interés por la formación en matemáticas, física, química o biología, disciplinas fundamentales para la innovación y el desarrollo de nuevos productos, procesos y servicios;

–          Ausencia de una política de Estado en materia de infraestructura. Desde décadas atrás en este país se habla de la necesidad de un canal interoceánico, de túneles que faciliten el tránsito entre tantas montañas, de una nueva propuesta ferroviaria, de un proyecto de navegación por el río Magdalena, de otro puerto en el Pacífico, etc. Sin embargo, la mayoría de estas propuestas aún están en el papel y las que están en construcción tienen años de retraso.

–          Alta informalidad laboral. Lo que se maneja como una estrategia de reducción de costos laborales, la informalidad, es  realmente un lastre que no permite modernizar nuestra economía: hay trabajadores que no cotizan a la seguridad social,  existen cooperativas de trabajo asociado que precarizan el salario, existen oficios que se desempeñan a través de contratos de prestación de servicios en lugar de vinculaciones laborales a término indefinido, etc. Todo esto agudiza el déficit fiscal –SISBEN-, debilita la base de ingresos de los hogares y, por ende, su capacidad de compra y endeudamiento, estancando al mercado doméstico.

–          Abandono del sector rural. El campo no es el proveedor de materias primas para la ciudad y, en consecuencia, no es un mercado sólido para la compra de bienes industriales y servicios. Aunque el conflicto armado es un determinante de este abandono, la informalidad rural, el latifundismo extensivo y de “engorde”, acompañados de un minifundismo improductivo, no facilitan el paso hacia un campo competitivo.

–          Colombia: un país que no invierte en I+D. Esto se evidencia de manera simple: nuestra oferta exportable de alta y mediana tecnología apenas alcanza el 9%, además somos un país sin trayectoria en materia de patentes. Mientras mercados emergentes exitosos dedican varios puntos de su PIB a CT+I, Colombia apenas dedica menos del 0,3%.

Aunque se ha definido un nuevo Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación y a Colciencias se le ha dado la condición de Departamento Administrativo –un grado menos que  Ministerio-, a la vez que se han aprobado cuantiosos recursos de regalías para la investigación y la innovación, ya hay indicios de que la rapiña política por los recursos se impondrá por encima de las aspiraciones de largo plazo de este país.

Todas estas insuficiencias evidencian que estamos lejos de un nuevo Proyecto País, en otras palabras, que Colombia 2032 es un canto a la bandera…y nada más.

¿Qué exporta Colombia?…eternamente commodities

El año 2011 terminó con muy buenos indicadores macroeconómicos: crecimiento en los últimos trimestres superior al 7%, desempleo de un dígito, inflación baja, creciente Inversión Extranjera Directa (IED) y aumento de las exportaciones.

Sin embargo, la economía hay que mirarla en un contexto de tiempo y espacio. Esto significa que los datos de un año determinado no son suficientes para hablar de la evolución del Desarrollo Socio-Económico de un país. Esos datos deben ser comparables en el transcurso del tiempo y además analizados en el marco de la dinámica económica global, ya que no hay sociedades autárquicas, la interdependencia es una realidad del mundo moderno.

¿Qué estamos exportando?

En la lectura integrada llaman mucho la atención los excelentes resultados en materia de IED y Exportaciones-. Lo interesante es que desde 2008 los países industrializados viven una marcada crisis económica y, a la vez, las ventas a Venezuela, -otrora nuestro mejor cliente en la región- comenzaron a descender asombrosamente.

Analicemos, entonces, el comportamiento dinámico de las exportaciones y la IED:

Los datos tomados de Garay, y otros cálculos propios, muestran que en 30 años Colombia no ha dejado de depender de las exportaciones de commodities. Entre 1976 y 2005, este país ha dependido fundamentalmente de las exportaciones mineras y agrícolas. Sólo en 1995 se denota un papel importante de la industria liviana (70% de agroindustria, molineras -trilla de café- y fibras sintéticas). Pero, ya en 2005, se reitera la vocación minera de Colombia.

Tanto el modelo de sustitución de importaciones (1930-1989) como la apertura económica (1990-actual)han sido estrategias de desarrollo para diversificar la economía colombiana y agregar valor a nuestro sector exportador. Entonces ¿dónde están los resultados?. Si analizamos los datos del gráfico anterior encontramos que el mercado norteamericano, por décadas ha demandado el petróleo colombiano, algunos derivados de éste y productos del sector textil-confección. Es significativo y preocupante que, para 2005, sólo el 10% de las exportaciones a Norteamérica se beneficiaban de las preferencias ATPDEA. ¿Algo irá a cambiar con el TLC?, esa es la pregunta del momento.

El caso europeo ha sido similar, aunque con mayor dependencia de exportaciones menores agrícolas: flores, bananos y frutas. Sólo la CAN ha sido un mercado diversificado y de manufacturas: para 1995 vendiamos a Venezuela y Ecuador mercancías  de 9 sectores intensivos en capital y 5 en mano de obra. Para 2005, el 79% de las exportaciones a la CAN eran manufactureras.

La situación actual no parece cambiar el panorama. En 2006, el 63.2% de las exportaciones al mundo eran bienes primarios y basados en recursos naturales. En 2008, este indicador sube a 70.9%, lo que se explica por los precios mundiales de  los combustibles, el café y el oro; y por el gradual deterioro de las exportaciones a los países andinos, especialmente desde que Venezuela anunció su salida de la CAN (2006).

Según el DANE, para octubre de 2011, las exportaciones tradicionales (hidrocarburos y café) representan más del 70% del universo exportado. Del 30% restante, 2/3 partes son bienes industriales. Los  mercados más importantes que compran nuestros bienes industriales son, en su orden,: EE-UU, Ecuador, Venezuela, Perú y México. En síntesis, ningún modelo de desarrollo ha acercado a Colombia hacia una verdadera dinámica industrial, no se ha cambiado la vocación exportadora: proveedor al mundo de commodities. El único indicador notorio de ruptura es el mercado latinoamericano que, aunque pequeño en la mayor parte del tiempo, se ha convertido en el principal cliente de manufacturas colombianas, eso sí, especialmente industria liviana con bajos niveles de agregación de valor. Según Proexport, entre 2006 y 2008, sólo el 1.2% de las exportaciones son Productos de Alta Tecnología.

La inversión extranjera: ¿cambiará la estructura de nuestra oferta exportadora?

Con el fin de estimular el crecimiento y diversificar el aparato productivo colombiano, las políticas de apertura privilegian la atracción de IED. El capital internacional de largo plazo se considera una fuente fundamental de financiación, no sólo por sus volúmenes sino porque aquel trae apalancado el know-how de empresas exitosas en el mercado global, de los países industrializados, principalmente.

Sin embargo, las cifras muestran que la IED se ha focalizado hacia sectores de industria extractiva y comercio y servicios: la industria manufacturera y el sector agropecuario no hacen parte de sus objetivos…son la cenicienta de esta historia. Según Fedesarrollo, entre 1994 y 2000, el sector manufacturero absorvía el 30% de la IED, mientras el comercio y los servicios recibían casi el 60%. Fue una época en la que los inversionistas extranjeros se interesaron en la privatización de la banca colombiana y de los monopolios de comunicaciones, la compra de industrias que no resistían los retos de la apertura económica sin una inyección de capital para modernizarse, además de la expansión de la actividad comercial.

Pero, a partir de la primera década de este siglo, el capital extranjero con claridad privilegió nuestra condición de proveedor de hidrocarburos y otros productos de origen mineral. Entre 2001 y 2008, el 48% de la IED se ha dirigido a minería y petróleo (Fedesarrollo). En cambio cayó en 1/3 la participación en sector manufacturero y la agricultura siguió siendo descartada por los inversionistas extranjeros. De hecho, entre 2007 y 2008, la IED minera se duplicó, mientras la incipiente del sector industrial cayó 66%, según datos de Proexport.

Reflexión final:

La IED en la industria de la extracción no tiene que ser negativa para la economía de un país -esto, omitiendo el tema mediambiental-. Lo crítico es que no hay una clara relación entre los números y los objetivos. Se supone que queremos fortalecer el sector industrial, elevar la competitividad, agregar valor a nuestras mercancías, entrar en el mercado de la diferenciación y elevar la calidad del empleo -trabajadores altamente cualificados que innoven y emprendan- pero, década tras década, seguimos conectados al mercado mundial a través de nuestros bienes primarios.

Entonces, nos hacemos las siguientes preguntas: ¿por qué no logramos canalizar inversión extranjera hacia la industria manufacturera, incluida agroindustria, de manera creciente y sostenida?, ¿estamos dirigendo los excedentes de exportaciones de commodities, hacia la generación de capacidades para exportar productos procesados de alto valor agregado?, ¿las decisiones en materia de educación, ciencia, tecnología e infraestructura están creando condiciones para diseñar y patentar nuevos productos y servicios?