América Latina: entre los TLC y CELAC

A finales de noviembre estuve en Quito en un Congreso Internacional sobre Integración, Fronteras y Migraciones. Allí presenté una ponencia sobre las relaciones entre la OMC y los TLC que se firman por todo el mundo. Aunque mi investigación se ha enfocado a la forma como los TLC reemplazan al organismo multilateral, este evento sirvió para entender otra cosa: los Tratados con potencias y otras naciones fuera de la región, matan el interés por una integración latinoamericana.

No desconozco que el debate ideológico entre gobiernos neoliberales -Colombia, Chile o el anterior de Perú- y presidentes de izquierda, dificulta las negociaciones de un proyecto común. Pero no podemos olvidar que la integración europea comenzó con un tratado que firmaron Alemania e Italia con otras naciones que les enfrentaron durante la segunda guerra mundial. Y esto sucedió sólo unos años después del fin del mayor enfrentamiento militar de la historia.

Por lo tanto, llevemos el tema por otro lado. Acabamos de asistir al surgimiento de la CELAC –Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe-, un nuevo esfuerzo por integrar a las naciones de la región. Pero, la historia de la integración latinoamericana es una montaña rusa de éxitos y fracasos que, como la entretención mecánica, no llega a ninguna parte (ver siguiente gráfico):

Hasta llegar a CELAC, América Latina ha recorrido un camino de acuerdos que comenzó con ALALC (1960), organismo creado para estimular la industrialización de nuestros países por medio de una sustitución regional de importaciones. Actualmente, Mercosur y CAN son los dos procesos de integración comercial más avanzados, aunque ambos viven un estancamiento evidente: ninguno logra su meta de concretar una Unión Aduanera. Adicionalmente, países como Chile, Perú y Colombia han demostrado tener más interés en sus TLC con la Unión Europea, Estados Unidos y naciones asiáticas.
 

La pregunta que surge, entonces, es: ¿ofrece mayor potencial la integración regional o los TLC con el Norte Industrializado y los Mercados Emergentes? La primera evidencia que presentamos, indica que el comercio con países industrializados tiene mayor impacto que el comercio regional:    

 
Según estos datos de infobaseprofesional, a la mayoría de los países latinoamericanos poco los impactan las preferencias comerciales intralatinoamericanas (color rojo). Sólo  Paraguay y Bolivia muestran un comercio intrarregional y preferencial superior al 50% de su universo exportador. Otros como Chile, México, Brasil y Venezuela, evidentemente no tienen exportaciones significativas en la región. En cambio, para muchos países, las preferencias extrarregionales tienen un gran peso: México, Chile y las naciones centroamericanas llevan la mayor parte de sus exportaciones a países industrializados, gozando de preferencias arancelarias (color azul).

Sin embargo, tomando como ejemplo el caso colombiano, podemos reflexionar desde una perspectiva más cualitativa. Los TLC de Colombia con Estados Unidos y la Unión Europea buscan, entre otros objetivos, darle continuidad a las preferencias que, por décadas, las naciones industrializadas ofrecen a través del Sistema Generalizado de Preferencias –SGP- y el ATPA-ATPDEA. Y,  es en ese punto donde se debilitan los argumentos en pro de los TLC y renace la pertinencia de una integración regional:

Con base en estos datos de Garay y Buitrago, podemos darnos cuenta de un hecho contundente: ni el modelo de sustitución de importaciones, ni la apertura económica, ni el ATPA-ATPDEA, han logrado estimular una transformación productiva del sistema económico  de Colombia. Las exportaciones a Europa y Norteamérica han sido y siguen siendo commodities de la agricultura y la minería. De hecho, es impactante ver que para 2005, sólo el 10% de las exportaciones a Estados Unidos aprovechaban las preferencias del ATPDEA. La razón: principalmente vendemos petróleo, carbón, café verde, ferroníquel, productos con poca restricción para entrar a Norteamérica. En cambio, al grupo andino lo abastecemos fundaentalmente de manufacturas y alimentos: en 1995, el 73% eran productos intensivos en capital (IK) y en mano de obra (IMO) y en  2005, el 79% eran productos industriales.
 
 

No idealicemos a la CAN, de  hecho la mayor parte de las manufacturas se le vendían a Venezuela, nación que renunció al grupo en 2006. Pero, la realidad es que, mal que bien, ha sido la integración regional la que ha ofrecido resultados de comercio manufacturero, eso si, con excepción del sector textil-confección, el único que realmente ha  tenido peso en nuestro comercio con naciones industrializadas.

Por ello, vale la pena preguntarse si son los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea o la integración latinoamericana los caminos que  deberiamos recorrer para coadyuvar a una transformación económica que se base en la innovación y la agregación de valor, y nos saque de nuestra condición de eternos proveedores de materias primas.

TLC a la vuelta de la esquina: ¿dónde está la Agenda Interna?

Desde el mismo momento que las negociaciones del ALCA se congelaron, el gobierno nacional declaró como estratégica la firma del TLC con Estados Unidos. Luego de muchas mesas de negociaciones y en un ambiente de debate nacional, se gestó el acuerdo hace ya cinco años. Entonces, todos éramos conscientes de la importancia de estar preparados:

1. para que los sectores ganadores pudieran aprovechar las nuevas oportunidades del mercado norteamericano

2. para que los sectores frágiles pudieran ajustarse a los nuevos retos y enfrentar a nuevos competidores.

Por ello, se acuñó el concepto AGENDA INTERNA. Una agenda de prioridades en diferentes frentes para preparar la economía colombiana en lo jurídico, infraestructura, investigación y desarrollo, seguridad, entre otros.

Sin embargo, hoy se reconoce que dicha agenda descansa en el congelador. Según Hernando José Gómez, negociador en jefe del TLC y hoy director de Planeación Nacional, el sector público y el sector privado se cansaron de esperar. El aburrimiento de nuestros empresarios y gobernantes nos ha costado un lustro.

Esta pérdida es increible, ya que,  si se firmó el acuerdo fue con la convicción de que, a pesar de los tropiezos, éste sería ratificado. Pero, tal vez, lo más preocupante es ver que la agenda se congeló a pesar de que se seguían firmando acuerdos con la Unión Europea, Mercosur, Centroamérica, entre otros.

Es innegable que Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, pero también es un hecho que nos hemos estancado como un país exportador de commodities, sin lograr abrir de manera importante mercados para nuestras manufacturas y servicios. O sea que más que el TLC con Estados Unidos, lo que está en juego es nuestra política comercial al mundo, la cual debe dar un giro de 180 grados para transformar nuestra oferta exportadora hacia sectores procesadores de materias primas y servicios de alto valor agregado. Si bien el TLC con Estados Unidos se enredó, otras puertas se abrieron y, además, la crisis de relaciones con Venezuela obliga a una estrategia agresiva de búsqueda de mercados para nuestras manufacturas, ya que, como se ha enfatizado en LA CAJA REGISTRADORA, el país vecino era casi nuestro único cliente para este tipo de bienes:

Aunque Venezuela aparecía como nuestro 2do cliente para 2009, era el primero en materia de manufacturas. Con su salida de la CAN, esas exportaciones han perdido mercado y Venezuela dejó de ser un comprador importante desde 2010. Hay que buscarle un mercado sustituto.

Por lo tanto, la Agenda Interna no puede ser la respuesta a un TLC en particular, se debe tratar de una Hoja de Ruta para redireccionar la economía colombiana para competir en un mercado global. La bonanza de commodities que estamos viviendo desde hace algunos años es una oportunidad, cuyos recursos se deberían dirigir fundamentalmente hacia los temas claves de dicha Agenda:

Infraestructura: es claro que el transporte terrestre en Colombia, desde los centros industriales hasta los puertos, es sumamente costoso. Por ello es prioritario construir, ampliar, dar mantenimiento a las vías y elevar su seguridad; además de protegerlas del deterioro por temporadas de lluvias -aquí juega un papel fundamental el Ministerio del Ambiente-.

Igualmente, en materia de transporte marítimo, el escenario no es el más alagueño. En los mejores años de crecimiento económico en la primera década de este siglo, se evidenciaron problemas de capacidad para movilizar carga. Fueron frecuentes los casos en que nuestros exportadores no encontraron espacio para sus contenedores en buques que llegan a los puertos colombianos después de haber cargado en otras naciones del subcontinente. Tal vez es hora que los inversionistas vean la posibilidad de crear una nueva naviera colombiana, para asegurar el movimiento de carga hacia nuestros crecientes mercados.

Aduanas: la firma de TLC incluye contingentes -restricciones cuantitativas-. Ello implica que la DIAN debe proteger a los agricultores colombianos, de modo tal que se cumpla lo acordado en materia de cuotas, en temas relacionados con leche, arroz, carne, maíz, principalmente. Este tema también es relevante en otros acuerdos como el del Mercosur y la Unión Europea. Con la DIAN es necesario fortalecer, además, las instituciones especializadas en controles técnicos, veterinarios, sanitarios, fitosanitarios y ambientales. Hoy el comercio mundial no es sólo un tema de aranceles y licencias de importación.

Investigación y Desarrollo: en esta temática se han tomado decisiones pero somos lentos. Si bien el sistema educativo se ha transformado en los últimos años, es evidente que los mayores logros se han dado en materia de ampliación de cobertura y en menor medida en calidad. Aunado a ello, el país no despega en lo referente a patentes, innovaciones, desarrollo y emprendimientos. Aquí también hay un rezago notorio en temas ambientales. El comercio mundial cada vez será más exigente en materia de insumos naturales, procesos de producción limpia, embalajes y empaques no contaminantes, etc. Hay mucho que innovar en este ámbito.

Las cosas hay que decirlas, los presupuestos del Estado y de las empresas siguen siendo pequeños en materia de I+D. Colciencias apenas comienza a mostrar liderazgo, y el sistema educativo sigue relegando el estudio de la matemática, la física, la química y las ciencias naturales, disciplinas fundamentales para preparar personas que puedan participar en el desarrollo de nuevos productos, servicios y procesos.

En síntesis, el embolate en el que anda la Agenda Interna es un fiel reflejo del cortoplacismo que caracteriza al liderazgo nacional. El Estado y el sector empresarial no han hecho la tarea, ahora nos tocará habilitar para no tener que repetir…la década.