Colombia crece, pero no es como para “elevar cohetes.”

Giovanny Cardona Montoya, agosto 17 de 2019.

 

El DANE ha reportado el crecimiento del PIB para el primer semestre de 2019. Luego de revisar al alza el dato del primer trimestre, la conclusión es que la economía colombiana viene creciendo a una tasa del 3.05%, lo que es muy positivo en un mundo que va camino de la recesión.

Según los informes del DANE, los sectores que más crecen son, el financiero (5%), comercio (4,4%) y comunicaciones (4%). La construcción, otrora motor de la economía, ahora se ha deprimido (-2,4%). Igualmente es relevante destacar que el sector manufacturero perdió 0.1 en la participación del PIB (ahora es 12.0%).

La sostenibilidad de este crecimiento en el futuro cercano dependerá del consumo doméstico y de las obras civiles, principalmente. El hecho de que la economía colombiana se vea en el corto plazo en una perspectiva de recuperación es algo alentador, ya que, el escenario mundial va en otra dirección.

Adicionalmente, lo más llamativo es el hecho que la formación bruta de capital (inversión productiva) fue uno de los datos que mejor salió librado en la revisión del PIB del primer trimestre. En el primer informe se reportó con un crecimiento de 2,8% y ahora con la revisión se elevó a 4.2%.

El dato alentador se ha vuelto la noticia más reproducida por los medios, respaldando el optimismo en los análisis de líderes gremiales y de algunos expertos. Sin embargo, ¿estamos realmente en una fase sostenible de crecimiento económico?

El Entorno Global: camino de la recesión.

Esta semana -el miércoles 14 de agosto- tuve la oportunidad de visitar al Comité Intergremial de Antioquia y exponerles a los líderes gremiales de la región algunos argumentos de la muy posible volatilidad del tipo de cambio en el corto y mediano plazo.

La economía mundial vive una coyuntura compleja que se nutre de dos factores críticos que la empujan hacia la recesión: el Brexit y la guerra comercial entre Estados Unidos y China. El primer argumento, el Brexit, es un fenómeno que seguramente afectará la frágil economía europea. El comercio intrarregional de la Unión Europea es responsable del 25% de las exportaciones mundiales; y todo indica que la salida de Gran Bretaña será dolorosa: el ascenso de Johnson al cargo de Primer Ministro, quien lideró la campaña por el Brexit, hace pensar que la salida se hará en términos “poco amigables”.

Adicionalmente, las guerras comerciales de Trump con China no sólo mantendrán la dinámica de crecimiento desacelerado del coloso asiático, sino que afectarán a las firmas norteamericanas que extienden sus cadenas de valor a lo largo del Este Asiático.

Interdependencia en cadenas globales de valor

Imaginemos que Apple envía componentes para su IPhone a fabricantes chinos, los cuales ensamblan su producto. Dichos manufactureros compran otros componentes a proveedores de otras naciones (Corea, Alemania, Taiwán, otros), ensamblan el dispositivo y lo exportan a Estados Unidos ¿qué pasa si Estados Unidos coloca un arancel a este producto? ¿quién sale afectado?

La creciente interdependencia que generan las Cadenas Globales de Valor -fruto de estrategias de economías de escala y de la hiperespecialización-, hace que las guerras comerciales afecten tanto al país al que va dirigido al ataque, como a las propias empresas del atacante.

En consecuencia, tanto Johnson como Trump se están “dando un tiro en el pié”.

Estos dos detonantes de recesión se acompañan de factores previos que son caldo de cultivo: la extendida desaceleración económica de China y el trimestre recesivo de Alemania, locomotora de la Unión Europea.

desaceleracion economica de china

En más de dos lustros, China viene en un proceso continuo de desaceleración económica. Para recuperar la senda expansionista de décadas anteriores, el gigante asiático tiene que realizar ajustes en su política económica, particularmente para estabilizar su mercado doméstico. Eso no sucederá en el corto plazo, éste es un ajuste doloroso, riesgoso y complejo. Será una solución de mediano y largo plazo.

 

¿Y Colombia, qué tan vulnerable es?

A pesar de que el primer semestre de 2019 pinta bien para Colombia, el país tiene una serie de factores estructurales que lo hacen vulnerable ante una posible recesión económica global:

– Más del 70% de las exportaciones colombianas son commodities, por lo tanto, la recesión global puede bajar los precios de los combustibles y de otros commodities agudizando nuestro déficit de cuenta corriente. Ello, adicionalmente puede afectar las finanzas públicas puesto que el Estado es el principal accionista de Ecopetrol;

– El déficit fiscal de Colombia tiene algunos componentes estructurales que conforman un pasivo muy costoso: el pensional y la cobertura subsidiada de salud. Mientras no crezca la formalización del empleo, estos rubros seguirán siendo onerosos. Por lo tanto, el déficit tiene un componente crónico que hace imposible mantener unas tasas de interés bajas en el mediano y largo plazo;

– El déficit de cuenta corriente tiene un componente adicional: la repatriación de utilidades por parte de las multinacionales. Mientras Colombia no atraiga IED a los sectores agrario y manufacturero; y mientras no logre ser tan atractivo para la reinversión de las ganancias, el flujo negativo de divisas por cuenta corriente se mantendrá casi constante.

Estos tres factores hacen vulnerable a la economía colombiana, lo que se traduce en fenómenos coyunturales como las altas fluctuaciones de la tasa de cambio y la caída en la calificación de riesgo país. En el mediano plazo esto se puede traducir en desaceleración e, inclusive, recesión económica.

 

 

 

 

 

Socialismo del Siglo XXI: ¿un modelo económico coherente?

Han pasado casi 3 lustros desde que se dio inicio a la revolución liderada por Chávez, posteriormente conocida como Socialismo del Siglo XXI. Sus defensores a ultranza destacan los logros y pretenden dejar la impresión que el modelo es perfecto, que los objetivos se logran y que las críticas son infundadas. Pero, de otro lado, la oposición y muchos medios de comunicación se esfuerzan enormemente en demostrar que Venezuela ha empeorado sus indicadores económicos y que, más grave aún, se estaría volviendo en una bomba de tiempo.  ¿Qué hay de cierto en las críticas y en la defensa del modelo?

Indicadores sociales en Venezuela

El país andino gozó de dos importantes bonanzas petroleras en la década de 1970, éstas permitieron financiar una economía de subsidios amplios que elevaron el estándar de vida promedio de los venezolanos durante más de una década. Sin embargo, dichas bonanzas no fueron utilizadas para estimular el surgimiento y desarrollo de nuevas industrias, en consecuencia, finalizado el boom comenzó una fase de déficits que conllevó el desmonte de los subsidios.

Cuando el país tuvo que aplicar los ajustes, lo que se tradujo en impuestos, bajos salarios y caida de los subsidios, la población más vulnerable explotó: primero el sangriento “caracazo”, luego el intento de golpe de Chávez y, por último, el ascenso del “Socialismo del Siglo XXI” al poder. Entonces, un movimiento antineoliberal comenzó a gestarse.

El nuevo gobierno colocó a los pobres en el centro de su política económica. Los hogares pobres han descendido en Venezuela de 55% en 2003 a 27% en 2011. En este contexto, los hogares en pobreza extrema caen de 27% a 7%. De hecho, según la CELAC, Ecuador y Venezuela son los países que más redujeron la la pobreza entre 1997 y 2010. Para lograr estos resultados, el gobierno bolivariano incrementó el gasto social hasta 20%, cuando en la década de 1988 a 1998, este indicador apenas alcanzaba el 8% del PIB.

En consecuencia, para dar un ejemplo, la población con acceso a agua potable pasó de 80% a 92% en el transcurso de una década, al igual que el acceso a saneamiento creció 20 puntos en la misma época, pasando de 68% a 88%.

Ahora, la pregunta que subyace a este análisis preliminar es acerca de la sostenibilidad de estas políticas. Esto es, ¿se está consolidando un aparato productivo capaz de garantizar la sostenibilidad en el tiempo de la reducción de la pobreza que se está generando?

Los números de la macroeconomía:

Para empezar, hay que reconocer que Venezuela convive con la ambiguedad de un relativo buen crecimiento, pero acompañado de un constante síntoma de incertidumbre: una de las tasas de inflación más altas del mundo. Mientras la economía venezolana ha crecido en promedio por encima del 5% durante los últimos últimos años, su inflación mensual promedia el 1%, lo que es casi la mitad de la tasa anual de su vecino, Colombia. De hecho, este 2013, la inflación acumulada en dos meese es casi del 5%,  ya que enero tuvo alzas promedio, cercanas al 3,5%.

Cualquier país europeo o el mismo EE-UU se soñaría una tasa de crecimiento como la venezolana, pero una inflación de 20% anual es una señal de alta incertidumbre para los empresarios y un “impuesto” muy elevado para las personas de bajos ingresos.

Otro indicador macroeconómico importante es el desempleo. Para comienzos de 2013, la tasa de desocupación es inferior al 6%, lo que es un excelente indicador para cualquier país en el mundo. Sin embargo, como en muchos países latinoamericanos, la economía informal es un indicador de mucho peso que señala una mala calidad de la ocupación. En Venezuela sólo 52% de la población ocupada tiene empleo formal, el resto son subempleados.

Pero, para muchos países del tercer mundo, el crecimiento económico es altamente dependiente de las exportaciones de commodities, y Venezuela no es la excepción. Probablemente esta sea la principal señal de que el Socialismo del Siglo XXI no está llevando a este país por la senda del desarrollo. Entre 1997 y 1999, las exportaciones no petroleras de Venezuela pasaron de 22% a 37%, sin embargo, de ahí en adelante la dependencia de hidrocarburos creció hasta alcanzar 95% en 2010. Hipotéticamente se estaría evidenciando un proceso de desindustrialización en el país.

En 2011, Venezuela exportó 93 mil millones de dólares, de los cuales, 88 mil fueron ventas petroleras. De hecho el dato evidencia un incremento significativo, relacionado con el aumento en los volúmenes y precios del crudo exportado. Sin embargo, hay que recordar que en este punto, Venezuela tiene una ventaja sostenible: las mayores reservas mundiales de petróleo.

Comentarios finales en lugar de conclusiones:

Es ligera la crítica de opositores que centran el debate en la inflación y desconocen que 14 años de revolución bolivariana han servido para una distribución más equitativa de la riqueza. Incluso, mejorar los estándares de vida de los venezolanos, con indicadores positivos de salud  y educación, son un potencial enorme para la competitividad futura del país. Problemas de desnutrición y analfabetismo en la infancia retrasan el desarrollo una generación, y en este punto se han tomado decisiones correctas. El objetivo que se propuso el gobierno de Chávez tiene que ver con las necesidades sentidas y acumuladas de millones de venezolanos, cuyo país fue gobernado por décadas por unas élites que desaprovecharon las bonanzas en la década de 1970 para impulsarlos hacia el desarrollo.

Sin embargo, aunque el fin en sí es loable, la estrategia no se ve coherente. El gobierno ha escogido una ruta que, más que de Socialismo parece de Capitalismo de Estado, la cual no se ha traducido en la generación de más y mejores capacidades para la producción de bienes y servicios. El modelo aleja a la inversión privada del país, pero no la sustituye con algún modelo eficiente de economía solidaria o estatal. El país sufre crisis parciales de desabastecimiento, a la vez que incrementa la dependencia de las importaciones.

Si bien el desempleo es bajo, el subempleo, la inflación y el creciente gasto público convierten a este modelo en una bomba de tiempo. El gobierno cuenta con una gran ventaja: hay reservas de petróleo para muchas décadas, pero si no se define claramente una ruta desarrollista, la dependencia de commodities puede pasarles pronto una cuenta de cobro. Hoy los precios del combustible dependen de la cadena global productiva China-Europa-Norteamérica y ésta se halla en una clara fase de desaceleración desde hace un lustro.

 

 

 

 

Europa…y el mundo, bajo las ruinas de Grecia.

En 2008, la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos explotó y ello empujó a la economía global hacia una recesión que se venía incubando desde mediados de 2007. Pero, esto sólo fue el comienzo de una de las crisis (desaceleración-recesión) más extendidas de la historia económica del capitalismo. El 4 de octubre de 2009, el nuevo gobierno socialista de Grecia (PASOK) reconoció que los indicadores publicados de déficit fiscal y deuda no reflejaban la realidad de su país. En consecuencia, después de su revisión, el primero, acumulado en 2009, pasa a ser de 12,7% y la deuda se eleva hasta el 113,4% del PIB. Aquí inició la denominada crisis griega, la cual desató una “culebra de dominó” que gradualmente ha ido empujando al abismo a otros países de la zona euro. Hoy se encuentra en cuidados intensivos la economía española y todo indica que Italia pasa a revisión médica.  

El problema, en pocas palabras.

Si estas economías – Grecia, España, Italia- se encuentran altamente endeudadas y tienen un déficit fiscal muy alto (ver los dos gráficos siguientes), entonces, no son confiables para los mercados financieros. Una economía europea desacelerada, o sea con pocas posibilidades de incrementar sus ingresos (exportaciones e impuestos), preocupa a los inversionistas y se traduce en una baja por parte de las calificadoras de riesgo con un consecuente incremento en los intereses de sus bonos de deuda. O sea, desde todo punto de vista, les es más difícil financiar el déficit fiscal y cubrir sus compromisos de deuda.

Ante esta realidad, la ortodoxia monetarista –liderada por el gobierno de la Canciller Merckel de Alemania- se ha impuesto: los gobiernos de Grecia, España y próximamente Italia (tal y como lo hicieron antes Irlanda y Portugal) implementan planes de ajuste que involucran reducción del Gasto Público, disminución de la nómina de empleados públicos y reducción de salarios. En otras palabras: más desaceleración de la economía.

En consecuencia, Europa ha escogido un camino difícil: si se reduce el déficit fiscal y el nivel de endeudamiento llega a números aceptables, entonces, las tasas de interés bajarán, la calificación de riesgo mejorará, los inversionistas regresarán, se creará empleo y la economía tomará la senda de la recuperación y el crecimiento. Pero, tres años después, la receta no parece haber dado resultados satisfactorios. El enfermo sigue grave.

Una propuesta alternativa.

Sin embargo, no todos comparten esta receta. El debate está abierto. Francia ha dado un giro a la izquierda y, en consecuencia, Alemania ha perdido su aliado más incondicional en la zona euro: Zarkozy. Ahora, el nuevo gobierno de Francia (Hollande) reclama que se combinen medidas de ajuste fiscal con políticas de estímulo al empleo. Además, a los socialistas franceses es posible que este domingo 17 de junio se les una un nuevo gobierno griego que no esté dispuesto a seguir aplicando ajustes que buscan reducir el déficit pero que no dan resultados y, en cambio, sí deterioran el ambiente social y político de los helénicos.    

En pocas palabras, Europa vive una en una desaceleración-recesión que se le está volviendo crónica. Para salir del problema, los gobiernos de sus países –a falta de un banco supranacional europeo con plenitud de poderes en materia monetaria- están enfrascados en un debate: un ajuste que logre bajar el déficit y la deuda a través de un menor Gasto Público o un ajuste acompasado de políticas expansivas que estimulen el empleo, el crecimiento y, en consecuencia el aumento de los ingresos.

Pero, frente a este debate de propuestas para salir de la crisis, las elecciones griegas de este domingo 17 de junio pueden provocar un cambio cualitativo en su evolución.

Escenarios futuros de corto plazo

Si bien no hay partidos favoritos y todo indica que ningún posible vencedor será un “anti-integracionista”, existe un verdadero riesgo de que Grecia salga de la zona euro. ¿La razón? Es posible que la coalición de gobierno que se conforme no esté dispuesta a seguir aplicando a rajatabla el plan de ajuste que tantos dolores de cabeza, sociales y políticos, le ha producido al país. En otras palabras, aunque los líderes griegos no tengan un discurso anti-euro, su oposición al  ajuste exigido puede obligar a los helenos a salir del bloque monetario.

 En consecuencia, nos hallamos ante dos escenarios posibles:

1. Grecia se ve forzada a abandonar la zona euro –en mi opinión, el escenario más improbable-. Los mercados reaccionarán negativamente y la banca central europea, al igual que el gobierno alemán, tendrán que salir a proteger el Euro. Si bien es probable que la volatilidad en sí no sea muy fuerte que lo que ha sido en este último año, la tarea de España y de Italia se verá en mayores dificultades porque la confianza de los inversionistas seguirá deteriorándose. El ajuste de ibéricos e itálicos encontrará un mercado financiero más pesimista, lo que obligará a los alemanes en particular, y al bloque como un todo, a maniobrar con cuidado para evitar que otra nación se vaya a caer de la barca.

2. Alemania pierde la batalla con el nuevo gobierno francés y se da un giro a las políticas de ajuste. Grecia sigue en la Eurozona ya que se negocian nuevos términos para el ajuste. La emisión de eurobonos compensará el pesimismo de inversionistas privados y el mercado se moverá en un escenario mixto en el que se siguen aplicando medidas para reducir el déficit, a la vez que se implementan políticas expansionistas para estimular el empleo. Los gobiernos de España e Italia también ganarían margen de gobernabilidad en sus países. Este escenario puede llegar a ser el inicio de una nueva etapa de la integración: Unión Fiscal y un Banco Central Europeo con mayores poderes supranacionales.

El tiempo dirá si la medicina que se escoja es la correcta y si se aplica en las dosis adecuadas para sacar a Europa de la crisis, consolidándose el proceso integrador en nuevas dimensiones: fiscales y monetarias. O, si por el contrario, ya es tarde para este enfermo crónico, y tal vez estamos asistiendo al deceso de un paciente terminal: el Euro.

   

 

 

Dolar barato: problema global en la puerta de nuestra casa

Píldoras para inducir el tema:

1. Aunque nos preocupa la revaluación del peso en Colombia, no podemos perder el horizonte de que éste es un problema global. O sea, el dólar está barato en todo el mundo.

2. Aunque el problema se puede atacar directamente, frenando la entrada de dólares por alguno de sus canales, también es cierto que hay raíces más profundas en la poca capacidad de ahorro del país y en los continuos déficits fiscales.

3. Aunque nos parezca que el precio del dólar es una gran preocupación de los exportadores, los desequilibrios de tasa de cambio también pueden provocar burbujas en sectores no transables, -como la construcción- con efectos muy nocivos en el largo plazo. Una bonanza de divisas eleva los precios de los no transables -que no tienen competencia vía importaciones- pudiendo atraer capitales desde sectores transables -que sí tienen competencia en las importaciones- lo que desequilibra la estructura del aparato productivo.

Problema Global

Hay dos actores fundamentales en este problema: China y Estados Unidos. El primero es un país que recicla una gran cantidad de dólares por ser el mayor exportador de la economía mundial y por atraer importantes flujos de inversiones extranjeras para su emergente industria; sin embargo, su política de control de cambios no permite que se de la deseada revaluación de su moneda: Yuan Renminbi.

El segundo actor es Estados Unidos, país que ha salido debilitado de la última recesión económica y cuya política monetaria expansiva estimula la devaluación del dólar. En otras palabras, el dólar está barato en el mundo porque la economía americana se ha debilitado y porque las autoridades monetarias toman medidas que aumentan la oferta mundial de dólares. Ello les ayuda a mejorar los precios de sus mercancías exportables y alivia en parte sus problemas de déficit comercial y caída del empleo.

Soluciones Globales:

Actor uno: China acaba de subir sus tasas de interés y, de este modo, trata de suavizar dos de sus mayores dolores de cabeza macroeconómicos. De un lado, frena el crecimiento de la demanda interna, que se ha expandido como consecuencia del aumento del ingreso de sus habitantes, lo que se refleja especialmente en la inflación de los bienes no transables, particularmente la vivienda. Del otro lado, estimula el interés de los inversionistas extranjeros por los papeles bursátiles chinos, lo que debería llevarnos a la revaluación de su moneda, que es la mayor exigencia que americanos y europeos le hacen al gobierno de Beijing.

Actor dos: Estados Unidos no debería relajar más su política monetaria, que está aumentando la liquidez en dólares de los mercados mundiales. Pero, esto difícilmente va a suceder; mientras no hayan señales de inflación en Estados Unidos, la Reserva Federal va a seguir expandiendo la oferta monetaria para estimular el consumo, la inversión y el empleo, que son sus mayores prioridades de corto plazo.

Una gran conclusión global: Estados Unidos es más débil ahora que antes, los mercados emergentes están copando espacios y, por eso, el dólar es y debe ser una moneda más devaluada que en el pasado. Aceptemos una nueva realidad, la devaluación del dólar también es una manifestación clara que el aparato productivo estadounidense está dejando de ser el más competitivo.

Problema local:

Colombia, al igual que muchos mercados emergentes, se ha convertido en un importante receptor de dólares: los precios mundiales de los commodities -particularmente los combustibles- lo atractivo que se ha vuelto el país para las inversiones en minería, servicios de comunicaciones y sector financiero, principalmente, al igual que la privatización de ciertas empresas, además de un flujo significativo de remesas enviadas por los colombianos que migraron en la década pasada, hacen casi inevitable una tendencia revaluacionista del peso.

Soluciones locales:

En el corto plazo se puede pensar en mayores compras de reservas por parte del Banco de la República o en alguna intervención estatal sobre las entradas de capitales (plazos de reintegros, impuestos a los movimientos de capitales, etc.).

Pero hay que entender que, en el largo plazo, el problema más que cambiario es fiscal. Colombia necesita aprender de los chilenos y manejar una política fiscal más sana, o sea, menos deficitaria, que sea realmente contracíclica y que en momentos como éstos permita que bajen las tasas de interés. Un déficit fiscal cuasi-crónico como el colombiano mantiene al Estado endeudado, conllevando altas tasas de interés en el mediano y largo plazo, lo que motiva el ingreso permanente de capitales que buscan la rentabilidad de  los títulos de deuda.

Una gran conclusión local: el Banco de la República puede dar una manito, pero el problema real es que el dólar es una moneda devaluada en el mundo y la manera estructural de evitar que los efectos sean mayores en Colombia es a través de una política fiscal más ortodoxa que ayude a mantener las tasas de interés en niveles que hagan competitivo al aparato productivo.

Pero, para eso, hay que mirar la economía en el largo plazo. Darle gusto a ciertos sectores o gremios o tomar medidas de impactos inmediatos da más réditos políticos que ser juicioso y aplicar recetas que aseguren crecimientos sostenibles en el largo plazo.

¡¡¡¡A subir el dólar!!!!!

El gobierno acaba de anunciar dos medidas fundamentales para frenar la revaluación del peso. ¿De qué estamos hablando?

En septiembre de 1999, el dólar por primera vez superó la barrera de los dos mil pesos,hoy, 11 años después, la divisa alcanza mínimos históricos. Veamos la TRM en un día de septiembre de los últimos once años:

99 00 01 02 03 04
2013 2216 2328 2828 2879 2600
05 06 07 08 09 10
2290 2399 2013 2105 1951 1801

El dólar tiene un valor nominal (o sea, medido en pesos, no en poder adquisitivo o capacidad de compra) equivalente al que teníamos a comienzos de 1999, más o menos. De hecho, la divisa norteamericana ha estado en cotizaciones más altas, como lo muestra la tabla. Su crecimiento sostenido llegó a 2360 pesos y la zozobra política, asociada a la especulación, la llegó a colocar cerca de los tres mil pesos (año electoral 2002).

Si no lo  miramos nominalmente, sino en términos de poder adquisitivo, entonces, tenemos un panorama mucho más impactante: nunca un dólar había tenido tan poca capacidad de compra en Colombia. En otras palabras, hace once años, cuando un dólar tenía una tasa de cambio similar a la actual, su poder adquisitivo era mayor, o sea, un exportador con dos mil pesos, hace once años compraba muchos más bienes y servicios que en la actualidad –¿cuánto ha subido la inflación en este tiempo?-. En síntesis, el dólar no sólo está muy barato nominalmente, sino, especialmente en términos reales, o sea de su capacidad de compra.

Si miro este tema desde la medición de nuestra riqueza, podemos decir que el salario mínimo colombiano ha crecido en dólares. En la década de 1980, el salario mínimo de un colombiano era equivalente a 100 dólares más o menos, hoy está cercano a los 300. El ingreso total y el per-capita de los colombianos han subido comparativamente, si se les mide en dólares.

Por eso hoy los colombianos podemos viajar al exterior con una mayor capacidad adquisitiva o comprar productos importados más baratos, con nuestros mismos salarios. Pero, si lo miramos desde la orilla del empresario, sus costos han subido. Hoy los salarios que paga, en dólares son más altos, y sus costos de producción, medidos en la divisa americana, han subido. En otras palabras somos más caros, menos competitivos.

El dilema es, ¿cómo desestimular la entrada de dólares a una economía que todavía tiene muchos problemas sociales que resolver?. Para ello, el gobierno colombiano ha anunciado dos sabias medidas:

Frenar la entrada de  parte de sus ingresos por exportaciones de petróleo, o sea no monetizar a pesos, parte de las divisas que obtiene por regalías de exportaciones de petróleo.

Menguar el déficit fiscal. Para ello, acelerará la desaparición de una exención del impuesto de renta.

Sabias medidas, correctas medidas. Pero no por ello, menos dolorosas. Bajar el déficit fiscal reduce las presiones inflacionarias que genera el Estado y estimula la tasa de interés hacia abajo –el gobierno pide menos dinero prestado-. Pero, aquellos que se beneficiaban de las exenciones tributarias ahora asumirán la carga plena de sus impuestos. Unas son de cal y otras son de arena. Esperemos que esto logre frenar la caída del dólar que, aunque es una tendencia global, está pegando especialmente fuerte en Colombia.

Amigo lector: ¿qué opinas? ¿vamos bien así?, ¿se debe hacer algo más?