El día después de mañana.

Giovanny Cardona Montoya, 3 de mayo de 2020 (8 semanas desde el inicio del confinamiento).

 

Se ha vuelto lugar común decir que las cosas no serán igual después de esta pandemia. Pero son palabras vacías si cada uno de nosotros no las reflexiona. Facilmente, como ya ha sucedido, podemos caer en los cambios de las apariencias y de las formas, dejando que la naturaleza de los hechos que nos han traido ésta y otras crisis siga incólume.

 

El día de ayer.

Son incontables las veces que la humanidad ha sufrido encierro, hambre, angustia o enfermedad por culpa de sí misma.

La segunda guerra mundial acabó con la vida de 50 millones de personas y dejó hambre, dolor y desolación por toda Europa, parte de Asia y Africa, duante seis largos años. Y después de semejante catástrofe no amprendemos la lección. Han habido más guerras; decenas de guerras en los últimos 75 años.

Y no son sólo las guerras. En la década de 1970 la ONU y luego el Club de Roma con su documento “Los límites del crecimiento” prendieron las alarmas sobre los riesgos de insostenibilidad de un modelo de desarrollo basado en el consumo ilimitado de recursos. En 1987 la Comisión Brundtland en su informe “Nuestro futuro común” formalizó el concepto Desarrollo Sostenible  como «la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades».

Muchas de las catástrofes ambientales (sequías con las consecuentes hambrunas; tormentas y derrumbes) son resultado de la mala gestión que hacemos de los recursos del planeta. Recursos finitos para una población que se multiplicó por 5 en el último siglo. Somos demasiados para conservar el tren de destrucción de recursos -agua, aire, flora, fauna- que traemos del pasado. Por encima de una ética ascética, la realidad señala que es materialmente imposible mantener la actual cultura de consumo. El planeta tierra es insuficiente para esta sociedad derrochadora.

Desde 1970 venimos evidenciando que la humanidad consume

Pero también sufrimos catástrofes cuyo origen puede ser difícil de explicar. Tal vez el hombre ha hecho enojar la naturaleza; tal vez aquellas son resultado de la esencia misma del planeta. Pero, con culpa o sin culpa, son reiterativas y podemos aprender de lecciones pasadas: terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, epidemias y pandemias. La gripe española, gripe porcina, gripe asiática, ébola, dengue, cólera, malaria, H1 N1. La naturaleza no se cansa de darnos lecciones.

 

El día de hoy.

Muy seguramente la pandemia la superaremos. En un par de años tal vez habremos sido vacunados y algunos hábitos habrán cambiado: aviones con sillas separadas, tapabocas cada vez que tengas gripe, restaurantes con mesas más distantes, algo de teletrabajo, más educación virtual, termómetro en todos los hogares y oficinas, etc. Cambios de forma, de apariencia.

Pero, ¿qué hemos aprendido de la  primera pandemia que amenazó al planeta entero al mismo tiempo? ¿qué aprendimos de las nefastas guerras, catástrofes y pandemias que han traído sufrimiento y muerte en el último siglo? ¿Qué estamos aprendiendo de la crisis  de este modelo de desarrollo socio-económico?

La llamada Cultura Occidental que se predica particularmente en Europa y América, tiene profundas raíces. La Ilustración Francesa, la Racionalidad Kantiana y el Liberalismo Inglés dieron cuerpo a lo que en la actualidad reducimos a Democracia Occidental y Economía de Mercado.

Pero, cuando volvemos a dichas raíces encontramos que el uso de la razón y la mayoría de edad kantiana son una invitación a hacernos cargo, a hacernos responsables de nuestras palabras, de nuestros actos y de nuestras omisiones. Por lo tanto, no podemos vivir tutelados por medios de comunicación amarillistas o entregados a intereses políticos y económicos, por redes sociales cargadas de fake news o por gobernantes que entienden la democracia exclusivamente como un juego electoral entre élites (Schumpeter).

Pero la ética kantiana y la ilustración francesa también traen como paradigma, el valor supremo de la humanidad como un fin, no como un medio; al igual que la democracia como un acuerdo de voluntades, no como un negocio de partidos.

voto si o no

Por lo anterior, deberían estar arraigados, en el ciudadano y en el gobernante, los valores supremos del bienestar individual y colectivo, del respeto al prójimo y de la fraternidad entre diferentes.

El espíritu liberal de Occidente no hace referencia solamente al mercado. No, lejos de eso. Se trata de la convivencia entre la individualidad (emocional, material, ética, estética) y la colectividad social. La idea de tener deberes y derechos implica la necesidad de reconocer al otro, a la vez que me reconozco frente a él. Soy “yo” y hago parte de un “nosotros”, pero también está “él” que existe y es en sí mismo, a la vez que es parte de “nosotros” también.

Debemos dejar de reducir el liberalismo filosófico a la premisa de la libertad de empresa y la libertad del mercado. No, se trata de la libertad de ser. Para “yo” poder ser y para “nosotros” poder ser, es necesario el ejercicio efectivo de deberes y de derechos.  Ambos a la vez.

Pero, un planeta en el que el 10% de su población vive con menos de 1,90 dólares al día, y 20% son pobres en todos los sentidos (no tienen suficientes alimentos, agua potable, electricidad) no puede ufanarse de que se respira la libertad. Es una falacia.  Este es un planeta en el que a muchos (demasiados) se les tienen negados los derechos y unos pocos no están cumpliendo con sus deberes.

Sacar al 20% de la pobreza es sólo el primer paso para que ellos puedan comenzar, al menos, a hacer consciencia de que tienen derechos. Quitar el hambre no es sinónimo de libertad, pero no hay libertad con hambre.

El hambre y la enfermedad son comprensibles en un mundo sin recursos y en una sociedad sin capacidades. Pero no es éste el caso. Según CNN “La fortuna combinada de las 26 personas más ricas del mundo llegó a US$ 1,4 billones el año pasado (2018), la misma cantidad que la riqueza total de los 3.800 millones de personas más pobres.” Los recursos son suficientes para que todo el planeta haga la cuarentena, nadie debería estar en la calle rebuscando el alimento en medio de la pandemia.

muro entre ricos y pobres

El día después de mañana.

En medio de nuestras vicisitudes y de los errores cometidos por la humanidad en general a lo largo de los últimos siglos, la sociedad del siglo XXI tiene unos paradigmas ideológicos que se deben rescatar. Rescatarlos es salvar la humanidad. ¿Salvarla de qué? Salvarla de su autodestrucción.

Covid 19 nos ha demostrado que somos inviables con los niveles de pobreza existentes. No se le puede pedir a 1300 millones de pobres multidimensionales que se queden en sus casas a esperar que la pandemia pase. No, no se puede, los matará el hambre.

Tenemos los recursos suficientes para permanecer en nuestras casas varias semanas y salvar a toda la humanidad del contagio. Pero, Covid 19 nos ha puesto a prueba y hemos demostrado que no lo vamos a hacer, que no tenemos suficiente capacidad de reconocer al otro como igual. Nos hemos educado un egoismo extremo que invita al autocuidado en detrimento del prójimo. Pero, Covid 19 nos dice que no hay auto-protección sin la protección del otro. Si otra persona está en riesgo de contagiarse, entonces, yo también lo estoy.

Por eso, el Estado, la idea de Empresa y el Individuo debemos repensar nuestros valores para construir el trinomio yo-él-nosotros como célula indisolubre y fundacional de la sociedad sostenible. La idea de riqueza que nos inspira actualmente, nos va a destruir.

Por lo anterior, ésta debe ser la primera lección: la ética racional y la solidaridad puestas en un mismo pedestal.

Nuestro futuro se debe apalancar en un Estado Social de Derecho que garantice a todos -absolutamente a todos-, unos recursos materiales y culturales mínimos -significativamente superiores a los requeridos para superar la pobreza multidimensional-, que coloquen a cada individuo en un punto de partida suficiente para que pueda ejercer efectivamente sus derechos.

La segunda lección. La actual Sociedad de Consumo es Inviable.

Décadas de discusión sobre Desarrollo Sostenible no fueron suficientes. Sin embargo, hoy, el Covid 19 nos ha obligado a la frugalidad, a la mesura, a la racionalidad del gasto. Todos en nuestras casas, preocupados por el empleo incierto, la empresa incierta, el ingreso incierto, hemos recurrido a la austeridad. El pánico nos ha acercado a una cotidianidad ascética. Incluso, reflexiva.

La pandemia pasará, pero la lección debe quedar. No existe un futuro posible con el actual tren de consumo desmesurado e inequitativo. Esto debe parar.

Por lo tanto, cuando pienso que el mundo no será el mismo después de la pandemia, quiero proponer que sea un mundo inspirado en las raíces de la la razón humanista, la democracia y la libertad. No me refiero a la precaria democracia y  a la casi exclusiva libertad de mercado. No me refiero a un mundo poblado por personas que no se pueden dar la mano, pero que siguen reproduciendo el veneno del consumismo ilimitado, la inequidad vergonzosa y la insolidaridad, que van destruyendo el planeta.

Si realmente el mundo después de mañana va a ser diferente, debemos preguntarnos por las condiciones para el verdadero ejercicio de la democracia (ciudadanos educados y sin necesidades básicas insatisfechas, eligiendo a sus gobernantes); y por las nuevas características del Bienestar como bien público en convivencia con la libertad del mercado.

El concepto de Bienestar se debe reconstruir, no puede seguir fundado sobre las posesiones materiales, se requiere una categoría más cercana al “estar y al ser” de la persona y a su “convivir” con los demás y con el planeta. Un bienestar que se sienta, que se viva, no que se posea. 

Por lo anterior, no debe haber dudas sobre el derecho efectivo a la educación de calidad, a la salud, a la vivienda digna, a la nutrición adecuada y a la libertad de expresión. La verdadera libertad de informar conlleva que los medios de comunicación  se desaten de los intereses de las élites políticas y económicas. Parodiando al Juez Hugo L. Black de la Corte Suprema de los Estados Unidos, la libertad de prensa fue concebida para proteger al gobernado (al débil), no al gobernante (al poderoso).

Por último, no todo puede ser objeto de mercado y el mercado no puede ser entendido como un recinto sagrado. El equilibro requerido entre Estado y Mercado como ordenadores sociales debe revisarse y ajustarse en función del Desarrollo Sostenible, el cual se refiere a una triada indisoluble, lo económico, lo social y lo ambiental.

Si el mundo después del Covid 19 va a ser diferente, hagamos que valga la pena para todos y para el planeta.

 

 

 

 

 

 

 

 

Crónica de una Recesión Inesperada.

Giovanny Cardona Montoya, Abril 19 de 2020.

Este artículo se fundamenta en el Editorial de mi autoría, publicado en el Boletín de posgrados de la Institución Universitaria CEIPA

 

Introducción:

El año 2020 comenzó con tímidas insinuaciones de una desaceleración económica global. Al Brexit y al menguante crecimiento económico de China se sumaron la guerra comercial entre Trump y el coloso asiático y la casi inevitable recesión alemana.

El año 2020 no pintaba muy bien. Pero, nadie se esperaba lo que vino después de febrero.

La humanidad jamás había tenido una pandemia que se expandiera por todo el planeta en tan poco tiempo. Estos también son los tiempos de la globalización: más interacción sin fronteras entre los ciudadanos del mundo trae como consecuencia mayores relaciones de causa-efecto.

Estamos viviendo una naciente recesión económica derivada de una fuerte pausa en el consumo y la inversión; pausa gestada no por razones económicas sino sanitarias. Consumidores y productores nos encerramos en las casas para controlar una pandemia y, en consecuencia, detuvimos el aparato productivo: no hay quien produzca y no hay quien consuma.

Las escuelas cerraron, al igual diversas plantas de producción; los aviones se quedaron en las pistas de los aeropuertos, los equipos de fútbol no salieron a jugar el domingo y los restaurantes cerraron sus puertas. Como piezas de dominó, tras estos fueron cerrando otros eslabones de sus cadenas de valor: transporte terrestre, operadores logísticos, proveedores de insumos, etc. Así funciona la economía, todos hacemos parte –con mayor o menor importancia- de un engranaje de producción, intercambio y consumo.

Y aunque la caída producción/consumo no se dio en el contexto progresivo del ciclo económico, sino, más bien, al margen de éste, las consecuencias y las recetas de corto plazo serán similares a lo que ya conocemos.

Los gobiernos, en esta fase del ciclo económico -desaceleración y recesión-, tratan a través del Gasto Público y la Política Monetaria (tasas de interés a la baja) de menguar el daño que produce la caída en la actividad privada. Compensar salarios, subsidiar arriendos, dar liquedez a los bancos y empresas, transferir recursos, son recetas conocidas cuando el Estado trata de dar oxígeno a una economía que se asfixia por el lado del mercado. Y eso es lo que están haciendo en mayor o menor medida todos los gobiernos del mundo.

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¿Qué se ve venir en el futuro cercano?

Inversiones urgentes del sector público, especialmente en el sistema sanitario y en obras de infraestructura. Este es combustible inicial para poner a marchar nuevamente la locomotora de la economía.

Luego vendrán las ayudas a sectores seleccionados: los de mayor potencial de recuperación y los de mayor incidencia en el empleo. En el caso colombiano, la locomotora dependerá mucho de la recuperación de los mercados mundiales y de las decisiones de la OPEP para levantar el precio del petróleo. Elevar el precio del petróleo significa más divisas para el país –por exportaciones y por inversión extranjera- y recursos para el Estado para financiar su política expansiva de Gasto Público.

El mercado laboral arrancará desde abajo. Recuperación del empleo a salarios bajos y, por qué no, aprovechar la situación para que se filtre en el congreso alguna reforma relacionada con los costos laborales (eliminación de parafiscales, salario diferencial u otra medida que estimule la contratación a costa de los ingresos de los trabajadores).

En los mercados de bienes y servicios, el problema mayor será la gradualidad. Sectores como la construcción y las cadenas de valor de alimentos y salud reiniciarán labores más rápidamente. Sin embargo, la industria de esparcimiento y turismo lo hará después, probablemente se demore varios meses, en consecuencia, la aviación también arrancará a media máquina.

Ahora, como la economía es un sistema y no una nave dividida en compartimentos estancos, las industrias que comiencen más tarde (conciertos, turismo, eventos deportivos, etc.) ralentizarán a las que comiencen a dinamizarse antes. Si hay pocos vuelos, menos pasajeros y baja ocupación hotelera, entonces, la demanda de alimentos y bebidas disminuye, y así sucesivamente.

La delgadez de la cadena se evidencia en la frágil recuperación del empleo, lo que dibuja un círculo vicioso: la lenta recuperación económica se traduce en poco empleo; y este último trae como consecuencia débil recuperación de la demanda de bienes y servicios lo que, por ende, ralentiza su producción.

 

¿Y el futuro de largo plazo?

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Nada más propicio para un futurólogo que esta nueva realidad. Muy seguramente los padres de la prospectiva francesa dirían: “el futuro no está escrito, es una construcción colectiva”

Después de 60 años de reconocer y afrontar tímidamente una crisis de sostenibilidad que se ha ido agudizando por todo el planeta, la pandemia del Covid-19 nos ha ratificado lo vulnerable que es la humanidad.

¿Cuál es el futuro que nos vamos a construir? El futuro de largo plazo será mejor o peor, todo depende de las lecciones aprendidas y de las decisiones que tomemos después de que culmine la cuarentena.

Realmente el debate apenas comienza, después de que la crisis sea superada -en unos meses cuando nos acostumbremos a convivir con el virus y en un par de años cuando ya se cuente con una vacuna en todo el mundo-, vendrán las propuestas paradigmáticas.

Algunos apelarán a la necesidad de hacer ajustes al modelo existente; tal vez, volver la vista al intervencionismo estatal -un poco de Keynes y algo de socialdemocracia- para menguar la velocidad con la que el neoliberalismo nos estaría llevando hacia un desarrollo “insostenible”.

Otros señalarán la importancia de dar un giro de 180 grados al modelo de producción, intercambio y consumo que ha guiado al planeta en los últimos siglos. Tal vez una nueva sociedad con patrones de comportamiento y valores más asociados a la previsión, la solidaridad y la frugalidad.

Pero, sin lugar a dudas, cualquier propuesta que se presente pondrá sobre la mesa la discusión sobre el papel de las tecnologías avanzadas (transformación digital), particularmente las TIC, en la sociedad post-covid19.

Es claro que si los procesos productivos -incluidas las fases de intercambio y distribución- estuviesen más automatizadas, la pandemia hubiera encerrado a las personas en las casas, pero la economía estaría menos estancada. Entonces, ¿puede el actual paradigma económico lograr la armonía suficiente entre propiedad privada, transformación tecnológica y desarrollo sostenible en lo social y lo ambierntal?

Si el teletrabajo, la robotización de plantas de producción, la educación virtual, los vehículos sin conductores, etc, fuesen la constante, entonces ¿qué características debería tener el modelo de generación y distribución de riqueza para que éste fuese viable? ¿Qué relaciones dialécticas le caracterizarían?

usuarios de internet, celular y redes en 2020

https://wearesocial.com/blog/2020/01/digital-2020-3-8-billion-people-use-social-media

 

 

¿Educación Presencial o Virtual? Falso Dilema.

Giovanny Cardona Montoya, 5 de abril de 2020 -tercera semana de la cuarentena por el Covid-19-

 

1. El detonante.

Enfrentamos un virus que ha alterado el ritmo de nuestras vidas. No hubo tiempo para preparar un “Plan B”. A las escuelas y universidades les sucedió lo mismo y la respuesta fue: ¡vámonos a la virtualidad!

Las instituciones educativas dieron un virage de 180 grados a sus procesos formativos al trasladar las clases de las aulas a las plataformas digitales. La medida era necesaria, eso no se discute, y la respuesta de docentes y estudiantes  ha estado a la altura de las circunstancias: todos hacen lo que está en sus manos para que esta experiencia salga lo mejor posible.

niño con computador y abuela en el campo

Sin embargo, aunque este cambio ha sido necesario, la premura con la que se tuvo que dar el cambio conlleva que lo que está sucediendo se distancie de un proceso formativo virtual estructurado.

 

2. El contexto.

Alvin Toffler en sus reflexiones sobre el futuro señala que los fenómenos tecnológicos, sociales o económicos van a una gran velocidad, la escuela lo hace a una velocidad mucho menor, mientras la legislación es como una tortuga.  Y esa contradicción es la que actualmente se vive en la relación entre la comunicación a través de ambientes virtuales, las escuelas y la legislación de educación superior en Colombia.

La legislación colombiana diferencia las carreras universitarias según la mediación que conecta al docente con sus estudiantes: presencial -face to face-, distancia tradicional y distancia virtual. Tanto la distancia tradicional como la virtual se pueden complementar con encuentros esporádicos entre el docente y sus estudiantes. De hecho las normas establecen que la educación virtual puede tener encuentros presenciales equivalentes a, máximo, 20% del curso.

 

3. La realidad.

En la Sociedad del Conocimiento y con el desarrollo de las tecnologías de información y comunicaciones -informática, computadores y dispositivos móviles, Internet, redes, softwares, plataformas, etc.-, la creación, preservación, utilización y transferencia del conocimiento no tiene barreras, ni de tiempo, ni de espacio. La época en la cual el estudiante iba al aula de clase para “ilustrarse”, o sea, para recibir información y conocimiento, es ya pretérito; el aula de clases debe cumplir propósitos superiores.

La biblioteca global funciona 7/24, los docentes publican en la web sus contenidos -textos, videos, presentaciones, fotos-, las comunidades de conocimiento comparten todo tipo de dudas y respuestas en Internet. Un sinnúmero de softwares permiten simular realidades laborales -laboratorios financieros, simuladores jurídicos, sanitarios o ingenieriles, etc.-

Every time, everywhere learning es el nombre del juego.

En síntesis, la educación no sólo sucede en el aula de clases. Hoy quienes aprenden, quienes enseñan y quienes ponen en práctica los conocimientos profesionales se encuentran todo el tiempo en Internet, en las redes y en plataformas especializadas; conviven virtualmente intercambiando conocimiento.

De hecho, es tan claro que el aula de clases es sólo uno de los ambientes de aprendizaje, que la legislación habla de formación por créditos académicos. Y el crédito académico mide el tiempo que el estudiante dedica al aprendizaje -dentro del aula y fuera de ella. ¿Y fuera del aula qué sucede? Fuera de sus clases el estudiante consulta bases de datos bibliográficas, interactúa con sus compañeros, visita páginas web, entrevista expertos, hace simulaciones, ve videos, visita lugares de práctica, publica sus trabajos, etc.

En consecuencia, lo que hoy llamamos educación presencial es un proceso continuo de aprendizaje en ambientes discontinuos.

enseñando en el bosque

Ahora, así como la educación presencial no se reduce al aula de clases, la educación virtual no se puede simplificar como un encuentro docente-estudiante mediado por una plataforma de video-conferencia aunado a unos e-mails de ida y vuelta.

 

4. La Educación Virtual.

Cuando se habla de educación virtual o presencial, siempre estamos haciendo referencia a un proceso curricular, lo que no se reduce a unas clases magistrales o a unas conversaciones entre estudiantes y profesores.

El currículo es un sistema de relaciones entre diferentes actores  -docentes y estudiantes- que se llevan a cabo alrededor de un objeto de estudio con el fin de lograr ciertos aprendizajes. En términos simples, el currículo se compone de objetivos, contenidos, metodología, participantes, mediaciones y evaluaciones.

La educación virtual es la estrategia didáctica que permite la materialización del currículo, sin barreras de tiempo o espacio.

Hay dos corrientes de pensamiento que tratan de explicar la naturaleza de la educación virtual. Según Wedemeyer, Garrison y otros, la educación virtual es la nueva etapa de la educación a distancia que nació con el correo hace siglo y medio. Sin embargo, otros autores -Keagan, Moore- consideran que la educación virtual (al igual que la educación a distancia en general) tiene su propia naturaleza y ésta puede explicarse a.) desde las mediaciones, b.) desde los contenidos o c.) desde el nivel de autonomía de los participantes.

Para explicar de una manera básica, se puede decir que la educación virtual se mueve entre dos extremos: el autoaprendizaje o el aprendizaje colaborativo. El primero caracteriza a procesos de formación virtual que se centran en las plataformas y los materiales alojados para que el estudiante gestione de manera autónoma su formación (a qué horas estudio, con qué ritmo). En cambio en el aprendizaje colaborativo se privilegia la comunicación entre los actores (videoconferencias, debates, asesorías, correos). Entre estos dos extremos hay multiplicidad de opciones que implican encuentros sincrónicos, exámenes en línea, materiales de estudio en plataformas virtuales, intercambio de correos, asesorías a los estudiantes, etc.

Lo que deben hacer los colegios e instituciones de educación superior en la actual crisis no es trasladar el aula de clases a una pantalla de computador o de un dispositivo móvil. No, su reto es darle continuidad al proceso curricular adecuándolo a las nuevas mediaciones, reconociendo las particularidades de sus estudiantes y conservando las metodologías y objetivos propuestos.

Las plataformas digitales gestionadas bajo principios pedagógicos y metodológicos claros facilitan procesos de aprendizaje complejos, tal y como lo ha demostrado la educación virtual con sus dos décadas de experiencia. Así, por ejemplo, la Institución Universitaria CEIPA ha venido monitoreando en los últimos cinco años el desempeño de sus egresados en las pruebas Saber Pro -tanto los presenciales (40%), como los virtuales (60%)-. Los análisis estadísticos demuestran que en este caso no hay brechas significativas de desempeño entre ambas modalidades (diferencias inferiores al 5% en todos los casos y no siempre a favor de los presenciales).

 

 5. El futuro: la educación blended (híbrida).

La educación presencial ya tiene cualidades de una modalidad blended. Las aulas de clase son invadidas por estudiantes que llevan sus computadores conectados a Internet, el correo electrónico es un canal de comunicación entre docentes y estudiantes y entre estos últimos; algunas universidades utilizan plataformas digitales para alojar sus contenidos curriculares, los estudiantes visitan escenarios de prácticas, se dictan video-conferencias con expertos internacionales, los estudiantes utilizan más el material bibliográfico de las bases de datos digitales que los libros o revistas impresos.

Sin embargo, a pesar de esta realidad y del hecho de que la educación se mide en créditos académicos -con una gran relevancia del trabajo autónomo de los estudiantes-, los docentes, el gobierno y la misma comunidad de estudiantes no han entendido que la frontera entre la virtualidad y la educación presencial se ha diluido. No hay calidad educativa en el presente sin computadores, sin redes, sin softwares especializados, sin comunidades virtuales, sin bases de datos digitales. No, no la hay.

El paso que sigue es darle coherencia pedagógica y didáctica al potencial que ofrecen las TIC. El estudiante no siempre puede ir al aula de clases -movilidad, trabajo, distancia- y no todo el conocimiento se gestiona en un aula de clases -también se logra en los centros de prácticas, en comunidades virtuales, en plataformas LMS, en virtualtecas, etc.-

Por lo tanto, el futuro de la educación es una simbiosis pedagógicamente bien concebida entre los encuentros presenciales y las mediaciones digitales, en el marco de una clara propuesta curricular que reconozca las necesidades de los que aprenden, las oportunidades que ofrece el desarrollo de las TIC y las posibilidades limitadas del entorno socio-económico.

 

 

 

La vacuna contra Covid-19: sensatez y solidaridad.

Marzo 14 de 2020.

 

La historia de la humanidad está cargada de pandemias y otras enfermedades que afectan a extendidos grupos poblacionales. El Covid-19 es una nueva experiencia semejante a otras ya vividas o que se viven en la actualidad.

La gripe española de 1918 fue devastadora -tal vez la peor pandemia de la historia de la humanidad-; desde su descubrimiento en la década de 1980 el VIH ha enfermado a millares de personas a lo largo y ancho del planeta. De igual manera el virus H1N1 en 2009 pasó como un ciclón por todo el globo terrestre enfermando a millones y cobrando la vida de varias decenas de miles personas.

En el mundo moderno en África el paludismo o el dengue en algunas naciones de latinoamérica, cobran miles de vidas al año. De hecho, según la OMS, las enfermedades cardiovasculares, muy asociadas a problemas de obesidad y sobrepeso, son la causa de la muerte de decenas de millones de personas al año.

Ahora, si bien esta introducción busca señalar que la vida está llena de complejidades y que el Covid-19 es tan sólo una de ellas, ello no significa que no se le deba tomar en serio. Aunque podemos reclamar por la poca atención que se dedica al dengue o al paludismo o, más aún, al Calentamiento Global, la peor de nuestras pestes, esto no es óbice para que desconozcamos que la actual pandemia debe ser tratada con un espíritu de sensatez y solidaridad.

1. Sensatez.

Los riesgos que trae una pandemia se deben interpretar con el debido rigor. No debemos especular al respecto. Todas las pandemias tienen como factor común de riesgo la velocidad de impacto, lo que se traduce en muchas víctimas en vastos territorios y en poco tiempo. En otras palabras:

– elevada cantidad de muertes en poco tiempo,

– elevada cantidad de enfermos en poco tiempo,

– demanda exacerbada de exámenes preventivos a posibles infectados y,

– pánico colectivo en todo el planeta.

La velocidad de impacto trae como consecuencia el colapso de los sistemas de salud. La existencia limitada de recursos (hospitales, cuerpo sanitario y medicamentos) es una debilidad de la sociedad frente a las pandemias. Por ello, tomar las medidas de precaución salva vidas. No acoger las medidas recomendadas conlleva más sospechas de contagio (personas con síntomas comparables), más contagios y más fallecimientos.

En consecuencia lo más sensato es tomarse en serio las recomendaciones para reducir el tamaño de la bola de nieve y el tiempo de su expansión. Es así de simple. Por lo tanto, en caso del coronavirus, si:

– no nos reunimos en grandes aglomeraciones y reducimos la presencia en espacios públicos. Si hacemos teletrabajo,

– si no nos damos la mano al saludarnos y tosemos correctamente (cubriéndonos con el antebrazo)

– si nos aislamos voluntariamente al presentar síntomas de resfriado u otra enfermedad respiratoria y,

– si nos lavamos las manos con frecuencia y de manera debida,…

…No sentiremos la necesidad (por sospecha o por enfermedad) de recurrir a los centros hospitalarios y, así, reduciremos el riesgo de que colapse el sistema de salud por incapacidad de cobertura. En otras palabras:

“Le cercamos el espacio al virus, para que no pueda saltar de un cuerpo a otro.”

2. Solidaridad.

mercado

Nos reconocemos humanos por ser racionales y por vivir en comunidad. La sensatez es el resultado de nuestra racionalidad; la solidaridad, el fruto de nuestra convivencia en sociedad.

Nuestro comportamiento debe ser racionalmente responsable. Debemos cuidarnos y cuidar de los demás (del prójimo). La solidaridad salvará vidas.

Si nos comportamos racionalmente -nos aislamos voluntariamente, cuidamos nuestros resfriados, nos lavamos las manos-, entonces, también estamos protegiendo a los más vulnerables:

- Los ancianos,

- Las personas con defensas bajas o,

- Los que no pueden aislarse voluntariamente: nuestro panadero, el conductor del bus, el médico, el enfermero, etc.

En este ámbito de la solidaridad, particularmente en esta etapa en la que la propagación del virus aún no alcanza su mayor pico, y teniendo en cuenta que se nos invita al aislamiento voluntario en nuestras casas, aparece una necesidad fundamental: el consumo racional y solidario.

El riesgo del desabastecimiento tiene dos posibles fuentes: en el largo plazo por el cierre de plantas y la ralentización de los procesos productivos pero, en el corto plazo por el acaparamiento de bienes por parte de una población en pánico.

Tengo dos razones .racionales y humanitarias- para hacer mis compras con mesura:

- mi comportamiento sensato lo que busca es que la propagación del coronavirus se desacelere en poco tiempo -la producción volverá a la normalidad pronto-;

- mi comportamiento solidario indica que no sólo yo debo cuidarme, también mi vecino debe resguardarse y necesita abastecerse para estos días.

Cuidar del otro es un acto solidario y, a la vez, es una manera de ayudar a evitar que la pandemia se extienda. Cuidando al vecino también me estoy protegiendo yo.

Con optimismo responsable, con sensatez y con solidaridad, la provisión de bienes será suficiente para todos.

¡El autocuidado conciente y el cuidado de los demás salvan vidas!

Prospectiva: las fábricas no manufacturarán productos, harán tareas.

Marzo 8 de 2020.

La División Internacional del Trabajo -DIT- ha moldeado el comercio internacional a lo largo de los siglos. ¿Qué producir y qué importar? La DIT ha respondido siempre esta pregunta para cada país o territorio.

El eurocentrismo característico de la época en la que se origina el capitalismo moldeó un comercio internacional bipolar en el que el Norte se industrializó y el Sur se convirtió en proveedor de materias primas. A Europa se le unieron, con el tiempo, los norteamericanos, los australianos, los canadienses y finalmente los japoneses. Esta DIT dividió al planeta en países industrializados y naciones en vía de desarrollo.

Sin embargo, el volumen del comercio internacional fue creciendo de manera desequilibrada, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX. Son los productos manufacturados los que pasan a ocupar la mayor parte de las exportaciones del planeta:

Desde mediados del siglo XX se ha evidenciado que la agregación de valor es la principal fuente de riqueza de los exportadores ¿En qué estábamos pensando los colombianos?

Desde mediados del siglo XX se ha evidenciado que la agregación de valor es la principal fuente de riqueza de los exportadores.

 

Esta distribución geográfica de las exportaciones -commodities o manufacturas- fue, por varias décadas, un referente de la distribución mundial de la riqueza. Los países industrializados fueron los dueños del porcentaje más alto del PIB mundial mientras, los exportadores de minería y agricultura, las naciones pobres.

Como consecuencia de dicha estructura geoeconómica y de la DIT, el comercio mundial se concentró en gran medida entre los países industrializados: eran estos los países capaces de elaborar productos con alto valor agregado -vehículos, dispositivos electrónicos, etc.- y los compradores de los mismos son sus mismos ciudadanos con alto poder adquisitivo:

Imagen1Como se puede ver en este mapa de 2003, la mayor parte del comercio mundial se da entre norteamericanos, europeos occidentales y naciones del Este Asiático. Es destacable el alto volumen de comercio entre los mismos países de la Unión Europea, el mayor flujo comercial del planeta. Las naciones de América Latina y África no tienen una participación significativa en el comercio mundial, ni producen con valor agregado, ni tienen capacidad de compra para adquirirlos. En el caso de Asia, el poder adquisito de los japoneses es elevado, al igual que su capacidad de manufacturación. Sin embargo, la alta participación del Este Asiático tiene nuevas explicaciones…

La DIT no ha dejado de profundizarse, la evolución de la Ciencia, Tecnología e Innovación -C+T+I+i- hace que la especialización tome rumbos nuevos, tanto en la producción de las mercancías, como en la distribución de la riqueza.

La necesidad de innovar para agregar valor a las mercancías y a los servicios coloca en la cúspide del comercio mundial a aquellos territorios y empresas con mayor capacidad de investigar y adaptar tecnológicamente los desarrollos de la ciencia. Por lo tanto, una empresa exitosa es ante todo innovadora; del mismo modo que tiene una participación en los mercados globales (directa o indirectamente).

economias de escala globalesLa participación en los mercados globales es una estrategia necesaria para competir en la economía presente y venidera: la constante innovación reclama retornos suficientes y rápidos para financiar las áreas y procesos de I+D+i. Las economías de escala son claves en el éxito de una empresa o territorio en el comercio mundial.

Esta simbiosis entre innovación y economías de escala conlleva la profundización de la especialización. Bienes y servicios cada vez más complejos y diversos, distribuidos a lo largo y ancho del planeta no pueden ser elaborados en una factoría única, incluso, en un mismo territorio. En este nuevo nivel de desarrollo de la DIT aparecen las economías emergentes, países que avanzan en ciencia y tecnología, logros que aunados a mano de obra cualificada y barata les permiten integrarse a las Cadenas Globales de Valor. Hablamos especialmente de naciones del Este y del Sudeste Asiático, además de México, Sudáfrica, Brasil, Chile, Turquía, principalmente.

comercio mundial 2016

Casi la mitad de las exportaciones que van de la Unión Europea y de Estados Unidos hacia el Este Asiático son partes, diseños y componentes que se integran en esta región para convertirse en productos finales.

De la elaboración de partes y subproductos hemos pasado al desarrollo de microcomponentes, software y diseños. Ahora la especialización se basa en nanotecnología, biotecnología, genética, microbilogía, química, entre otros. Los proveedores no sólo aportan componentes materiales, algunos son innovadores dueños de patentes que derivan en licencias sin las cuales los productos finales no adquirian las cualidades por las cuales los clientes adquieren los productos.

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Como resultado de esta complejidad tecnológica ha emergido una nueva tendencia prospectiva: las empresas han pasado de ser productoras de mercancías a desarrolladores de tareas en cadenas globales de valor. O sea, un producto final es el fruto del trabajo integrado de diversas factorías (sean estas de la misma firma o no -sucursales o outsourcing-). Así, por ejemplo, un Iphone es diseñado en California, Estados Unidos, siendo de propiedad de la empresa Apple, sin embargo, sus componentes y microcomponentes son elaborados en diversos países y ensamblados en China, país desde el cual se distribuyen hacia los mercados finales. De ahí que la aduana pueda señalar que éste es un producto “made in China“. ¿Pero realmente lo es? -ver gráfico-:

cadena global de valor del IphoneEl Iphone tiene compontes de fabricantes de diferentes países, incluso, de empresas que compiten con Apple en el mercado de telefonía y dispositivos móviles. 

En consecuencia, las Cadenas Globales de Valor son la integración consciente de factorías de todo el planeta -pertenecientes o no a la misma firma-, la cual se da para generar riqueza a través de una economías de escala entre territorios y fábricas altamente especializadas. Cada factoría hace una tarea, no un producto. Por lo tanto, estamos hablando de un Comercio Mundial de Tareas.

Según el BID “Los servicios globales de exportación son fruto de un modelo de negocios caracterizado por trasladar una actividad y/o proceso interno de una empresa al exterior, ya sea mediante la subcontratación de un proveedor en el extranjero (outsourcing) o el traspaso de dicha actividad y/o proceso a una subsidiaria de la propia empresa en el exterior (offshoring).”

Un solo producto es elaborado en una cadena de factorías que se distribuyen a lo largo y ancho del planeta. Una fábrica no hace un BIEN, hace una TAREA.

Un solo producto es elaborado en una cadena de factorías que se distribuyen a lo largo y ancho del planeta. Una fábrica no hace un BIEN, hace una TAREA.

En síntesis, el futuro de la División Internacional del Trabajo es el de la integración del mundo como una gran fábrica planetaria. Cada empresario deberá comenzar a mirar a los demás fabricantes a la vez como competidores y como colaboradores. Hablar de coo-petencia adquiere sentido en este nuevo modelo de la economía mundial. Los estrategas de las empresas deberán desarrollar acciones concretas para que los demás integrantes de su cadena de valor compartan propósitos e información. La competitividad de mi producto depende de la gestión que haga cada uno de los eslabones y de la integración de los mismos en la Cadena de Valor.