Debate económico: ¿es un error subsidiar a los pobres?

Dar el pescado o enseñar a pescar: ¿Falso dilema?

El asistencialismo que caracteriza al Socialismo del Siglo XXI en Venezuela, la existencia del SISBEN en el régimen de Seguridad Social en Colombia y la actual política del presidente Santos de construir 100 mil viviendas gratis, son ejemplos de políticas asistencialistas bastante cuestionadas, especialmente desde una perspectiva neoliberal.

Frecuentemente se presentan evidencias empíricas y explicaciones que, desde diversas corrientes de la psicología o la sociología, sirven de base para argumentar que el asistencialismo estimula la inproductividad e invita a no participar en procesos productivos.

Ahora, desde la perspectiva económica, este tema tiene diversas aristas. En Europa se reconocen, por ejemplo, diferentes modelos de Estado de Bienestar. Aunque, en general, éstos se han debilitado en todo el mundo, los modelos existentes son buenos referentes para el análisis que nos proponemos.

Experiencias de Estados de Bienestar: paralelo con América Latina

El Modelo nórdico -aplicado por Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia y Holanda- se caracteriza por un alto gasto social de carácter universial y unas políticas activas para acelerar la reinserción de desempleados al mundo laboral.  En cambio el modelo continental -Alemania, Francia, Bélgica- está más centrado en la cobertura pensional y de invalidez. Sus políticas activas para la reinserción laboral son menores.

El modelo anglosajón es menos amplio en recursos pero, semejante al nórdico, también se centra en el tema laboral: subsidios para aquellos que han perdido empleo y políticas activas para recuperarlo.En el caso de los países mediterráneos, la seguridad social es mucho menor y se centra en el aseguramiento de la pensión.

De los anteriores modelos podemos destacar tres contrastes: el primero, entre aquellos países que establecen beneficios universales y los que segmentan, ya sea por incapacidad o en función de su participación en el mercado laboral. El segundo contraste tiene que ver con la finalidad: un asistencialismo dirigido a fortalecer el mercado laboral u otro que se centra en la compensación ante la ausencia de ingresos. El último contraste es cuantitativo: los nórdicos dedican grandes recursos a la seguridad social, mientras los países mediterráneos tienen un muy bajo gasto en este ítem.

Si hacemos un rápido balance de los modelos presentados, veremos que los países que aplican el modelo nórdico tienen una menor propensión al desempleo. En el modelo continental hay una gran brecha entre Alemania, con un desempleo del 6%  y el de Francia que bordea el 14%.  En la actual crisis, son los mediterráneos los que enfrentan la mayor crisis laboral, acompañados de Irlanda (anglosajón).

Si traemos este caso a la realidad latinoamericana, veremos que el panorama de los países con mayor intervención estatal (Venezuela, Argentina,  Brasil) no es menos positivo que el de aquellos que han privatizado más fuertemente su economía. De hecho, la tasa de desempleo abierto en Colombia es superior a la de los países recién enumerados. Sin embargo, Chile y Perú, con modelos neoliberales, también presentan buenos resultados en este indicador.

Ahora, una de las razones de ser de un Estado de Bienestar es la equidad. De acuerdo al índice GINI, los países que implementan el modelo nórdico se hallan entre los diez países más equitativos del mundo. Los del modelo continental aparecen entre los primeros 30 y el Reino Unido con Irlanda, entre los primeros 50. En síntesis, es evidente que el modelo nórdico ofrece mejores resultados tanto en materia de desempleo como de distribución de la riqueza.

En el caso latinoamericano hay que destacar dos elementos: el primero es que el primer país del subcontinente aparece en el puesto 66 (Argentina), seguido por Uruguay, Cuba y Venezuela. Estos países presentan una mejor distribución de la riqueza que Estados Unidos, inclusive. El segundo elemento es que, en general, hay una mejor redistribución en los países gobernados por la izquierda que en los que tienen un modelo neoliberal: México aparece en el puesto 120, Perú en el 127 y Colombia en el 150. Sin embargo, a pesar de sus avances, Brasil también ocupa uno de los últimos lugares de la lista.

Por último, están los indicadores de pobreza. La efectividad de un Estado de Bienestar se debe materializar en la reducción de la pobreza. En este caso, se da un hecho significativo: los países del modelo nórdico, al igual que Estados Unidos, Gran Bretaña, Irlanda o Canadá, presentan los mejores indicadores con respecto a la población que vive bajo la línea de pobreza. O sea, se hallen afiliados o no al espíritu del Estado de Bienestar, los países industrializados, en general, han logrado sacar a su población de los niveles más bajos de la pobreza.

Sin embargo, paralelo a los países industrializados se destacan algunas naciones latinoamericanas: Chile tiene un porcentaje de población bajo la línea de pobreza menor que Estados Unidos. Sin embargo, para el PNUD, es tan compleja la situación de países con gobierno neoliberal -Colombia y Perú-, como la de naciones del llamado Socialismo del Siglo XXI que tienen más del 30% de su población  por debajo de la línea de pobreza.

En síntesis podemos destacar los siguientes grupos de países:

PAISES DESARROLLADOS CON MEJOR DISTRIBUCION DE RIQUEZA. Hay más equidad y menos pobreza en los Países Industrializados que poseen un Estado de Bienestar amplio, el cual, además, es activo en sus políticas para regresar a los desempleados al mundo laboral.

PAISES DESARROLLADOS CON DISTRIBUCIÓN INEFICIENTE DE RIQUEZA. Países de Europa continental y mediterránea, industrializados, con Estado de Bienestar medianamente amplio pero, ineficiente. Tienen altas tasas de desempleo y se centran en los pensionados.

PAISES DESARROLLADOS CON INJUSTA DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA. Los Países Industrializados de corte neoliberal tienen una distribución menos equitativa de la riqueza, pero su poder económico logra que poca población viva bajo la línea de pobreza.  O sea, su índice GINI no es bueno, pero no hay pobreza extrema gracias al desarrollo de su economía.

PAISES EN VIA DE DESARROLLO CON MEJOR DISTRIBUCION DE RIQUEZA. Algunos países latinoamericanos como Uruguay o Chile se caracterizan por un crecimiento más estable de su economía, el cual se traduce en menos desempleo, buen índice de GINI y poca población bajo la línea de pobreza. En este grupo se incluye a Argentina pero su crecimiento económico es muy inestable, dependiente de una economía monoexportadora de commodities.

PAISES EN VIA DE DESARROLLO CON MALA DISTRIBUCIÓN DE RIQUEZA. Perú y Colombia son economías que crecen, pero poseen alto desempleo estructural (Colombia), mucha inequidad (GINI alto) y mucha población bajo la línea de pobreza. Venezuela y Ecuador tienen más equidad pero con mucha población bajo la línea de pobreza.

Moraleja 1:crecer sin distribuir no es justo, pero distribuir sin crecer no es viable. Es necesario fortalecer el empleo formal y la seguridad social contributiva para crecer y distribuir la riqueza de manera viable y justa. El subempleo y la expansión del SISBEN -en lugar de trabajadores contribuyentes- es un ancla que no permite desarrollarnos. Atender personas con limitaciones -ancianos, enfermos- es una prioridad, pero a las personas en capacidad de trabajar hay que darles herramientas para su desarrollo: educación, salud, alimentación y un transparente mercado laboral.

Moraleja 2: Los subsidios no son malos, per se, el problema es la mala gestión. Además de enfrentar la corrupción, es necesario seleccionar bien las ayudas a la población. Subsidiar la educación, la salud o la alimentación de niños y jóvenes es invertir en el recurso humano del futuro. Igual se puede decir de la ayuda que reciban las empresas si invierten en innovación, ciencia y tecnología.

En este mismo marco, darle vivienda a los ciudadanos más pobres no sólo es un acto de justicia, sino que es una gran oportunidad de mercado. Una vivienda es un activo que convierte a una familia en sujeto de crédito, de seguros, de negocios y en actor tributario. Una vivienda propia puede hacer la diferencia entre un trabajador informal y un empresario.