¿Tiene Colombia un modelo de desarrollo o es un barco a la deriva?

 

Traductor: Andrés Fernando Cardona Ramírez

Versión en inglés: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1469

El siglo XX fue en gran medida el siglo de proteccionismo. En ese contexto, los países latinoamericanos -incluido Colombia- llevaron a cabo una política de sustitución de importaciones buscando promover la naciente industria nacional. En la década de 1960, dicha política se complementó con estrategias de promoción de exportaciones para diversificar la oferta y vender al mundo mercancías diferentes a las mineras y agrícolas.

Sin embargo, para las corrientes económicas emergentes a finales del siglo XX, para la academia y para los gobernantes de turno, éste modelo económico cepalino se agotó. En su reemplazo, el neoliberalismo fundamentó estrategias de apertura para modernizar las economías, liberalizando el comercio y atrayendo la inversión extranjera. Sin embargo, un cuarto de siglo después, hay razones de peso para preguntarnos hacia donde va Colombia en materia de desarrollo económico.

Las expectativas:

El modelo proteccionista del siglo XX dio origen a una industria liviana importante, con algunos avances, incluso, en producción de electrodomésticos, instumentos eléctricos y ensamblajes de vehículos.  Paralelo a ello, las exportaciones se habían diversificado, reduciendo la dependencia del café y aumentando la producción de otros bienes, especialmente agroindustriales y del sector textil-confección. Sin embargo, el paradigma de la ventaja competitiva se imponía en el mundo, por lo tanto, había que abrir la puerta a la competencia, a nuevos proveedores y a inversionistas que crearan condiciones para modernizar la economía colombiana.

Como lo muestra este mapa de Sciences Po, la mayor parte del comercio mundial es al interior de los bloques del Norte (circunferencias) y entre éstos (Flechas gruesas). Ello se debe a que se trata de productos manufacturados de alto nivel de complejidad tecnológica, y en estos circuitos pocos latinoamericanos participan, Colombia incluida: hay que crear ventaja competitiva.

En consecuencia, a partir de la apertura económica, se esperaba lograr que la inversión extranjera modernizara nuestro aparato productivo, que se sofisticara nuestra producción, que la competencia extranjera obligara a nuestra incipiente industria a mejorar para competir. Con esos pilares se esperaba fundamentar una nueva economía centrada en la creación de ventaja competitiva por parte de las empresas.

La realidad

Sin embargo, a pesar de que algunas empresas se han modernizado, en general las cifras señalan que Colombia no avanza en esta dirección. Según estudios del Banco de La República, hasta comienzos de la apertura económica (1990) el café representó entre el 50 y el 70% de las exportaciones. En la década de 1990, exportaciones diferentes a café y petróleo llegaron a ser casi 50% del total de la oferta exportadora. Pero, ello no significa que haya sido la industria manufacturera la gran potenciadora, aunque algo de ello si había: Venezuela fue, en el marco de la CAN, un gran mercado para vehículos ensamblados, confecciones y agroindustria, principalmente.

Sin embargo, el balance de la primera década del siglo XXI señala que lo poco que se había avanzado en materia de diversificación se ha ido desvaneciendo. Si bien ya no dependemos significativamente de las exportaciones cafeteras, los productos mineros no procesados han pasado a ocupar este privilegiado puesto. Entre el petróleo, el carbón, el ferroníquel y el oro se halla el eje de las ventas colombianas al exterior, las cuales se complementan con una industria liviana que no evoluciona: confecciones, bananos y flores. Según el Consejo Privado de Competitividad, el 88% de nuestras exportaciones son materias primas o bienes de bajo nivel tecnológico.

En consecuencia, nos hallamos en una situación ambigua: iniciamos un modelo de apertura económica, inspirados en los principios de la Ventaja Competitiva, lo que implica ciencia, tecnología e innovación. Pero la sofisticación de nuestra industria y de la agricultura no está sucediendo. Tenemos mejores comunicaciones, una banca más internacionalizada, una mayor oferta educativa, pero seguimos exportando bienes sin procesar. Algo no estamos haciendo bien.

La macroeconomía:

nos hemos transformado en una economía minera. El carbón y el petróleo se han convertido en nuestra principal fuente de divisas: exportaciones y atracción de inversión extranjera. Sin embargo, esta situación es un determinante (aunque no exclusivo) de la revaluación del peso. En consecuencia, la bonanza minera es causante parcial de las debilidades de otras industrias con aspiraciones de participar en los mercados internacionales. Los confeccionistas, los floricultores, los bananeros y los cafeteros pierden competitividad como consecuencia de una tasa de cambio desfavorable. Estamos viviendo síntomas de una enfermedad holandesa. ¿Es esto sostenible?:

Según estos datos de la compañía BP, trabajados por Nelson Hernández, 10 países poseen 80% de las reservas mundiales de petróleo, pero Colombia no aparece entre éstos. Por lo tanto, un modelo de desarrollo minero, fundamentado en la industria de hidrocarburos no parece sostenible en el largo plazo para Colombia. No hay señales de que podamos sostener el modelo a largo plazo con divisas derivadas de la inversión y las exportaciones de petróleo, mientras que las otras industrias -manufacturera y agrícola- se deprimen como consecuencia de la revaluación que la primera provoca.
 

La innovación y el desarrollo sostenible:

No sólo la tasa de cambio afecta a las manufacturas y al agro colombianos. Este país presenta muy malos indicadores en materia de innovacion, desarrollo, educación y ciencia. Según datos optimistas, Colombia podría estar dedicando poco menos del 0,5% de su PIB a procesos de I+D, mientras países exitosos del Este Asiático invierten en este rubro cerca del 4%. Vecinos como Brasil o Chile, invierten más del 1%. Nuestra falta de visión se traduce en pocas patentes y baja innovación empresarial. No es casual que una de las pocas empresas que patenta en Colombia sea Ecopetrol.

En temas de educación, si bien hay cambios en lo cuantitativo -mayor cobertura, más maestrías, menos analfabetismo-, en lo cualitativo aún hay dificiencias significativas: las universidades realizan poca investigación y no se ven fuertes avances en su enfoque hacia los grandes problemas del país, particularmente hacia la sofisticación de nuestra capacidad productiva. Hay poco interés por el estudio de las ciencias básicas y en biliguismo aún nos encontramos fuertemente rezagados.

Por último, el país vive un gran debate en materia de explotación minera. En este contexto hay una seria preocupación por la baja relación que existe entre la búsqueda de una minería moderna y el desarrollo sostenible de Colombia: no sólo la agricultura puede ser afectada sino, en general, puede producirse un daño ambiental irreparable si no se clarifica el tema de una “minería sostenible“. Son muchos los interees en juego y poca la claridad jurídica y ejecutiva al respecto.

Para cerrar:

si bien el presente es minero, el futuro es incierto. Ni la apertura económica iniciada hace un cuarto de siglo, ni los números mineros son argumentos para indicar que el país va en una u otra dirección. Somos un barco a la deriva firmando TLC con todo el mundo sin pensar qué será lo que les ofreceremos en el futuro a nuestros socios comerciales.    Como lo hemos dicho en artículos anteriores: para exportar hidrocarburos no se necesita firmar acuerdos…¡¡Tenemos la brújula perdida!!!

Colombia: apertura comercial de un país que se desindustrializa.

Antecedente

Durante las décadas de 1960-1980, Colombia abrazó el modelo de Promoción de Exportaciones, el cual complementaba a medio siglo de Sustitución de Importaciones. Mientras este último permitió que algunas pequeñas plantas manufactureras se consolidaran como empresas de talla nacional (locerías, cerveceras, cementeras, fabricantes de gaseosas, textileros, confeccionistas, marroquineros, etc.), el primero pretendió que el país redujera la dependencia de las exportaciones de café. Ello permitió que se consolidara el concepto de Exportaciones Menores -todas aquellas diferentes al café y a los hidrocarburos-. Gracias a este esfuerzo proteccionista, los floricultores, bananeros y confeccionistas, principalmente, salieron a los mercados internacionales.

La realidad actual

Pero, a partir de 1990 cambiamos el modelo: abrimos las puertas a la competencia externa y al capital internacional. ¿Cuál era el objetivo?: obligar a nuestras empresas a competir y atraer capitales para que  se pueda modernizar el aparato productivo. Los cambios se han visto: la modernización de las comunicaciones y la sofisticación y ampliación de cobertura del comercio en grandes superficies y en la banca, principalmente.

Para consolidar la estrategia el país renuncia a liderar los proyectos de integración regional como la CAN, y se lanza a la apertura de mercados globales a través de la firma de TLC con países y bloques de Europa, Norteamérica y Asia.

Fuente: http://www.semana.com/economia/articulo/con-acelerador-fondo-tlc/346478-3
Esta tabla, publicada por la revista Semana, muestra el tamaño de los mercados con los que firmamos Acuerdos Comerciales y el actual comportamiento de nuestro comercio exterior con ellos. El balance es claro: Estados Unidos y la Unión Europea siguen siendo nuestros principales mercados, luego los países latinoamericanos son un blanco interesante (25% de nuestras exportaciones van a socios de nuestro vecindario).
 

Sin embargo, lo que estas cifras no muestran es que después de 23 años de apertura y más de una década buscando TLC con países de diferentes regiones, nuestra oferta exportable no ha tenido los cambios esperados. Veamos aleatoriamente unos datos. Según el DANE en el primer semestre de 2012 67,2% de las exportaciones fueron mineras, especialmente hidrocarburos, productos manufacturados 16%, y alimentos poco más del 10%.  Con respecto a 2011, dichas exportaciones aumentaron 10%, fundamentalmente por el crecimiento en las exportaciones de petróleo y otros productos mineros.

Ahora, si miramos por productos, encontramos que el aumento de las exportaciones de manufacturas, con respecto a 2011 se explica principalmente por el crecimiento en las ventas de ferroníquel y plástico en formas primarias y medios de transporte. O sea, además de que la industria manufacturera sigue siendo poco representativa en las exportaciones, sus pocos avances tienen que ver con productos de bajo nivel de complejidad tecnológica o ensamblajes.

De igual modo, si miramos la estructura de las exportaciones agropecuarias, veremos que café (33%), flores  (22%) y bananos (11%) representan 2/3 partes de las ventas del sector en 2012.

Ahora, según ANIF, la desindustrialización que vive nuestro país no sólo se evidencia en las exportaciones. La relación entre Valor Agregado y PIB, según un estudio de Clavijo ha caído de 24% en la década de 1970 a cerca del 12% en la actualidad. La industria manufacturera aportaba 1/4 del empleo en la década de 1980 y ahora apenas alcanza el 13%.

Esto, en concepto de los expertos, se puede explicar por el cierre del ciclo de la industria liviana de bajo nivel tecnológico (cervezas, gaseosas, calzado, confeccioines), lo que se tradujo en un auge del sector servicios. Pero también estarían haciéndose visibles los efectos de una típica “enfermedad holandesa” resultado de la expansión del sector minero energético. Esto último explicaría la revaluación de más de una década y el encarecimiento relativo de la mano de obra. Factores que juegan negativamente para el desarrollo de los demás sectores transables: manufacturero y agropecuario.

Conclusiones:

La estructura exportadora colombiana es la misma de la década de 1960 cuando el país instauró el modelo de promoción de exportaciones para reducir la dependencia del café y los hidrocarburos. El café sí redujo su participación, los caficultores, incluso, están viviendo su viacrucis, pero ahora dependemos de las exportaciones de petróleo y carbón. Ni el sector manufacturero, ni la agroindustria son las locomotoras exportadoras de este país.

Pero, el problema es más complejo si vemos, en general, la estructura del PIB del país: decrecimiento del valor agregado, reducción absoluta de la participación del sector manufacturero y relativo encarecimiento de la producción nacional, debido a la sobrevaloración de la moneda, fenómeno asociado al auge minero-energético.

SIn embargo, el país acelera la firma de TLC sin privilegiar la solución de los problemas internos que explican el éxito competitivo de los mercados emergentes y de los países industrializados: infraestructura de calidad, crecientes procesos de investigación, desarrollo e innovación, apalancados en un sistema educativo que forme profesionales emprendedores que promuevan transformaciones en procesos, productos y servicios.

Nuestra baja cobertura educativa, los problemas de subalimentación de, aún, significativos grupos de niños, y la poca inversión en innovación y desarrollo -lo que se evidencia en las pocas patentes que el país registra- son talanqueras concretas para un país que firma TLC con todo el mundo, con la expectativa de aumentar la participación en dichos mercados. Como lo hemos reiterado en artículos anteriores, no se necesita de Acuerdos Comerciales para exportar petróelo y carbón, estos productos tienen un mercado bastante libre a nivel global.

Colombia: tan cerca del mundo…tan lejos de América Latina

Hoy quiero proponer un tema, a primera vista, muy político pero, la verdad, trascendental para el desarrollo económico de nuestro país: el proyecto de integración de Colombia.

La integración económica surgió como excepción a las negociaciones multilaterales del GATT. La idea era estimular el comercio regional, fortaleciéndose las economías conectadas. Así nacieron, el bloque europeo, la ALADI o la Comunidad Andina de Naciones -CAN-. Integrarse tiene muchos matices y puede ser un proceso complejo y profundo o superficial y básico.

Superficial es la firma de un TLC, ya que lo único que se logra es la liberación -no plena- de mercados de bienes y de capitales. Complejo es el proyecto de Unión Aduanera de la CAN o el del Mercosur, ya que desaparecen las aduanas nacionales y se crea un gran territorio aduanero regional, lo que reduce los costos de transacción y obliga a la creación de una administración fiscal supranacional. Es un reto grande.

El mejor ejemplo de lo que es un gran reto es la Unión Europea: permitir el libre movimiento de trabajadores, de mercancías, de servicios y de capitales; crear políticas regionales en agricultura, infraestructura, educación, hasta llegar a tener una moneda regional: eso es todo un reto de integración.

¿A qué le está apostando Colombia?

Las evidencias empíricas muestran que Colombia no es un líder en materia de integración regional. Es notorio el interés de nuestros gobiernos y de los empresarios por los TLC con Europa y Estados Unidos. Eso no es un error. La cuestión es que estos TLC no son proyectos de integración económica, sólo son propuestas de liberalización comercial. Eso es todo. Detrás del TLC no hay un proyecto de compartir experiencias, de creación de capacidades instaladas, de generación de bienes públicos de beneficio binacional. No, sólo hay una propuesta de liberalización incompleta de mercados.

Ahora, la otra evidencia empírica es que después de muchos años de gozar de preferencias aduaneras en Europa (SGP) y en Estados Unidos (ATPDEA), estos mercados siguen siendo importantes para venderles agricultura y, especialmente productos de la minería.

Es claro que la estrategia de diversificación de exportaciones que se inició en el gobierno de Lleras Restrepo -1966-1970) dio sus frutos, estimulando a exportadores no tradicionales como los bananeros, los floricultores o los confeccionistas. Pero, 50 años después, nada nuevo ha pasado. La política exportadora colombiana y, particularmente nuestra estrategia de integración no ha creado nuevas industrias exportadoras. Hoy exportamos con el mismo nivel de transformación que hace medio siglo. Antes era el café, ahora es el petróleo acompañado de carbón  y ferroniquel. Nada ha cambiado.

¿por qué Colombia no mira hacia Latinoamérica?

Durante más de una década, Colombia tuvo un comprador importante de manufacturas: Venezuela. Este mercado natural colombiano compraba casi todos los carros ensamblados que Colombia exportaba; igualmente compraba el 50% de nuestras confecciones. Era, cuantitativamente hablando, nuestro segundo mercado pero, cualitativamente, el primero: era el mayor importador de valor agregado colombiano.

Por diversas razones, geopolíticas principalmente, ese mercado fue cerrado. Sin embargo, trajimos el caso venezolano sólo como un ejemplo. El caso es que en Latinoamérica hay mercados interesantes para manufacturas de la calidad y el reconocimiento de los productos colombianos. Confeccionistas de de ropa interior femenina y ropa casual masculina, fabricantes de electrodomésticos y productores de alimentos procesados así lo han demostrado.

La pregunta es, por qué nuestros gobernantes no toman las riendas de la CAN y lideran un proceso que permita crear plenamente la Unión Aduanera Andina. Y ésta no es una meta final. Creada la Unión Aduanera hay que pensar en liberar los mercados de inversión en la región, iniciar proyectos de infraestructura para comunicar estos mercados: hoy es mucho más facil llegar a Miami que cruzar a Perú. Igualmente hay que llegar a acuerdos sobre movilidad de estudiantes, homologación de títulos, reconocimiento regional de patentes, integración energética, etc. etc.

Y la CAN no es un fin último tampoco. El gran proyecto es la unión CAN – Mercosur. Un gran mercado que incluye a Brasil y Argentina, las dos naciones más grandes de Suramérica. No por casualidad, Brasil es un BRIC, y ambas naciones hacen parte del G-20 grupo que está tomando las grandes decisiones de la economía global.

Mirar a Sur: ¿ese será nuestro Norte?

Un hecho es relevante en la actualidad: las economías del Norte han entrado en su peor crisis desde 1930 y aún no se ve luz al final del túnel. En cambio los mercados emergentes se han robustecido y se han convertido en la locomotora de la economía mundial. Además en Latinoamérica los proyectos de integración como Mercosur y UNASUR, avanzan a pesar de nosotros. Son otros los que los lideran. ¿vamos a dejar que esta locomotora avance sin nuestro concurso?

Chile es un ejemplo interesante: tiene convenios con todo el mundo, y su comercio es diversificado: América Latina es tan importante para los exportadores chilenos, como lo es Estados Unidos. La razón: este país tiene una base exportadora diversificada: minería, agricultura, agroindustria y otros sectores con valor agregado.