Colombia y su economía no competitiva.

Octubre 10 de 2021. Giovanny Cardona Montoya

 

Desde finales de la década de 1980,  en la llamada Sociedad del Conocimiento han proliferado las TIC y las redes; el transporte de personas y mercancías se ha modernizado y masificado; la caída del Muro de Berlín trajo consigo la conexión de Europa del Este al circuito económico global; la ventaja competitiva ha hecho surgir a economías emergentes como Brasil, Chile, Corea, Taiwán, Singapur o China; el sector terciario de la economía ha venido desplazando a la industria manufacturera en el PIB mundial y los mercados globales han bajado sus barreras, especialmente en lo referente al movimiento de capitales y al comercio de bienes manufacturados.

En este contexto, desde la década de 1990, Colombia abandonó el modelo proteccionista y se embarcó en una Apertura Económica. Con este cambio se esperaba una marcada modernización del aparato productivo, una mayor inserción en los mercados globales con participación de exportaciones con valor agregado y, en consecuencia, un incremento de los niveles de bienestar de la población. Como Visión, Colombia en 2005 estableció 3 metas para el año 2032: 1.) Ser la tercera economía más competitiva de LatAm -con exportaciones con valor agregado-; 2.) Una estructura económica menos informal y; 3.) Un ingreso per cápita de nivel de renta media-alta. Pero, los resultados después de 15 años han sido ambivalentes.

A pesar de la relativa estabilidad macroeconómica, el Consejo Nacional de Competitividad -CNC- ha señalado, a través de sus informes anuales, que no hay muchos logros en el proceso de modernización del aparato productivo. Según los datos del Foro Económico Mundial ( 2017), Colombia se mantiene por encima del puesto 60 del Índice Global de Competitividad, por detrás de vecinos como Chile, Panamá, México y Costa Rica y muy cerca de Perú. La explicación de este rezago se da por problemas estructurales en infraestructura, ciencia, tecnología, educación, innovación, salud y empleo formal.

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Según el CNC, la mayoría de los estudiantes colombianos que presentan las pruebas Pisa están por debajo del nivel dos (2) en ciencias y matemáticas, que corresponde al nivel mínimo. En lectura, llegan a este nivel casi el 50%; mientras, en los niveles altos -4, 5 y 6- no se halla ni el 10% de nuestros estudiantes. Este dato es fundamental si se tiene en cuenta que la comprensión lecto-escritora, la lógica y el pensamiento matemático, al igual que el conocimiento y el método de las ciencias se consideran fundamentales para desarrollar el pensamiento crítico y analítico, para la argumentación y para la innovación.

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El CONPES 3674 señala la importancia de una estrategia integrada de gestión de capital humano, lo cual puede implicar, entre otros, fortalecer el perfil de los docentes escolares. El tema de la educación es crítico si se le vincula con su la productividad de los trabajadores en el proceso productivo. Según CNC en todos los sectores (agrícola, manufacturero, servicios y comercio) se presenta una gran brecha entre la productividad promedio de los trabajadores y la mediana. O sea, la mediana muestra que la productividad más recurrente es baja, lo que señala una diferencia en el desempeño de algunas empresas modernas con personal cualificado y procesos organizados, con respecto a la mayoría, Mipymes, ineficientes y de baja productividad.

 

Otra evidencia de este rezago es la falta de inversión en ciencia y tecnología. Mientras los países que nos preceden en el Índice Global de Competitividad (IGC) invierten más del 1% del PIB en I+D+i, Colombia es renuente a reorientar sus recursos de cara a la sofisticación de la producción de bienes y servicios. Según IMD (2017), Corea dedica a I+D+i casi 4% de su PIB, mientras Portugal destina 1.6%. España y Brasil invirten alrededor de 1.5% de su PIB, mientras Colombia apenas rodea el 0.25%. En síntesis, los países que nos preceden en competitividad son aquellos que invierten en educación y en investigación y desarrollo.

Otro indicador que pesa en nuestra baja competitividad es el referente a transporte y logística. Según el ÍGC, Colombia permanece en los últimos años alrededor del puesto 65 con un índice de 2.9, muy por debajo de pares como Chile, Perú, Brasil o México. Según el CNC, los problemas no sólo se asocian con la infraestructura, sino que hay serias debilidades en materia de gestión logística en las empresas.

Otra característica de las condiciones de competitividad que envuelven a las empresas colombianas es la que tiene que ver con el ambiente de competencia. Según el ÍGC, hay una percepción baja de que en Colombia funcione de manera efectiva la ley antimonopolio. Aunque la participación de la Mipyme es importante, la concentración del capital es significativa y se percibe como una tendencia que reduce la competitividad, especialmente en las industrias de la esfera de servicios: transporte aéreo nacional, banca, comercio al detal, medios informativos y de entretenimiento, entre otros.

Todos estos indicadores que señalan un rezago absoluto y relativo en materia de innovación y productividad de las industrias colombianas se evidencian en el deterioro de nuestro desempeño exportador. Según el CNC, se ha venido dando un proceso de reducción de la sofisticación de la oferta de bienes que Colombia vende en el exterior. Entre 2007 y 2013 la participación de los bienes primarios en la oferta exportadora colombiana creció en un 40%, llegando a representar el 66% en el total de ventas al exterior. En cambio, las exportaciones de complejidad tecnológica alta y media, que otrora representaban el 20% del total, apenas alcanzan el 10% en la actualidad. Colombia ha pasado de ser un proveedor de agroindustria a un exportador de minería de hidrocarburos. Según datos de la DIAN, antes de la caída de los precios de los combustibles del 2014 (DANE, 2017), el petróleo y el carbón eran responsables del 70% del total de exportaciones al exterior.

La crisis iniciada en el tercer trimestre de 2014, derivada de la caída en los precios mundiales de commodities, particularmente hidrocarburos, es una clara evidencia de la necesidad de tener un aparato productivo más diversificado y con mayor valor agregado. En 2015, los ingresos por exportaciones de petróleo se derrumbaron en un 50%, o sea, un 25% de la totalidad de las importaciones. Adicionalmente, los hidrocarburos golpearon las finanzas públicas, ya que representan el 16%, y además afectó la entrada de inversión extranjera directa, especialmente direccionada a la minería.

En el largo plazo, nuestros empresarios tienen una gran oportunidad, ya que la diversificación y sofisticación de la producción es un reto en ciernes; adicionalmente, hay enormes posibilidades alrededor del aprovechamiento de las tierras no cultivadas (la mayor parte de las tierras aptas para la agricultura están dedicadas a la ganadería), la biodiversidad y el desarrollo de biocombustibles de segunda y de tercera generación (desechos y micro algas).

En consecuencia, reactivar el sector manufacturero, particularmente la agroindustria, al igual que la producción agrícola y ganadera, será de uno de los principales retos de los empresarios colombianos. Las necesidades de infraestructura y las potencialidades que ofrece un entorno cada vez más exigente en materia de preservación del agua, de los bosques y de la calidad del aire, abren un espacio importante para los negocios. Colombia tiene una biodiversidad preponderante a nivel global y posee tierras cultivables que pueden ser utilizadas en el desarrollo de agricultura orgánica y en la producción de biocombustibles de segunda generación, principalmente.

La economía mundial ahora es un entorno complejo con unos niveles de especialización muy profundos (Cadenas Globales de Valor). Para insertarse en dichas cadenas será necesario trabajar en la innovación de valor y en estrategias de internacionalización; los empresarios deberán fortalecer las redes y alianzas estratégicas con proveedores y asociaciones de consumidores e invertir en recurso humano cualificado y en tecnología avanzada.

Aprovechar estas oportunidades de mercado implica revisar los modelos de gestión de las empresas, lo que exige:
– Fortalecer las competencias gerenciales que le den una visión más completa del negocio, basada en el talento humano;
– Formalización del empleo y consolidación de modelos de gestión de talento humano que estimulen nuevas estructuras oorganizacionales en las que quepa el trabajo en equipo, teletrabajo y trabajo en redes;

– Consolidación de estrategias de largo plazo, fundamentadas en gestión del conocimiento con fines de innovación;
– Gestión de cadenas productivas, esto es, trabajar bajo el esquema de “visión compartida” entre las empresas que integran la cadena;
– Centrarse en la innovación y en las estrategias de diferenciación -foco o  atributos- para no depender de los vaivenes de las tasas de cambio o de los aranceles. La estrategia debe buscar un posicionamiento en el imaginario de los clientes a partir de la agregación de valor.
– Consolidar las empresas familiares para que trasciendan en el tiempo y continúen su aporte al desarrollo económico.

La educación no puede ser sólo para el empleo. Debe ser para la vida.

Giovanny Cardona Montoya, febrero 09 de 2020.

 

Es recurrente oir debates, tanto en escenarios especializados como en redes sociales y medios de comunicación, sobre los alcances y retos de una educación con calidad. Actualmente la discusión se halla conectada con el ODS #4, lo que genera movilidad social y política por el tema, aunque también abre la puerta para la retórica, los lugares comunes y el debate superficial.

Más allá de los ODS, la humanidad ha descubierto en la educación un vehículo genuino y fundamental para impulsar las diferentes etapas de aquello que hemos denominado “desarrollo social y económico”. Y he escogido con cuidado mis palabras, porque con el tiempo y con el cambio de generaciones, hemos aprendido a comprender que la categoría DESARROLLO tiene un alto grado de subjetividad y una fuerte carga ideológica.

Brertrand Russell decía en uno de sus escritos que si una especie extraterrestre vigilara la historia del planeta hasta nuestros días, podría pensar que éste ha venido avanzando en un continuo desarrollo; sin embargo, se preguntaba el pensador británico si las larvas y especies unicelulares estarían de acuerdo con esta interpretación de la evolución histórica de la vida en la tierra.

Así que, retomando el hilo original de este ensayo, la idea de una educación de calidad y con amplia cobertura, hace parte del lenguaje coloquial de la sociedad pero también es un eje fundamental de diversos proyectos de desarrollo social, político y económico de los territorios. El papel de la educación se halla plasmado en paradigmas diversos del desarrollo económico, ya sean estos neoliberales, estructuralistas o marxistas. Todos al unísono reconocen el rol central de la educación en el desarrollo socio-económico.

Y si nos movemos en ambientes políticos, los inspiradores del conservatismo, del liberalismo político o de las corrientes socialistas, declaran sin discusión que la educación es un derecho de la persona y, a la vez, una herramienta para el desarrollo social.

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Pero, en la cotidianidad enfrentamos discusiones muy concretas sobre los verdaderos alcances de la educación en nuestra sociedad. Dichos debates pueden tener carácter semántico e, incluso, epistemológico; como los referentes a la calidad y la pertinencia pero, también, económicos y políticos como aquellos que tienen que ver con la cobertura.

En el caso colombiano la discusión gira, cotidianamente, alrededor de la cobertura. Esto es, muchos colombianos no tienen un acceso al sistema educativo. En principio, la idea es lograr una plena cobertura hasta la educación terciaria (ya sea formación para el trabajo y el desarrollo humano o los niveles de pregrado en la educación superior). Digamos que esa es la apuesta suprema.

Según datos del DANE, el nivel máximo de escolaridad de la Población Económicamente Activa (PEA) para 2017 es el siguiente:

– Sin Primaria Completa: 15,2%

– Con Básica Primaria: 23,2%

– Con Básica Secundaria: 5.7%

– Con Educación Media: 33,5%

– Con Formación Superior (técnica, tecnológica o universitaria): 18.9%

– Con Posgrado: 3,4%

Si bien este dato es la fotografía de un momento determinado y sólo estudia a la PEA, o sea, sin tener en cuenta menores de edad, ancianos, amas de casa y demás personas no interesadas en buscar trabajo, la verdad es que es bastante diciente del reto de mediano y largo plazo. Ahora, corriendo la película a lo largo de los años, entre 2010 y 2017, la PEA que alcanza la educación media pasa de 43% a 53%, lo que evidencia avances no desdeñables.

En lo que respecta a la calidad y la pertinencia, el debate es mucho más complejo. ¿Cuál es la educación que requieren las nuevas generaciones? ¿Qué criterios se deben tener en cuenta para definir un portafolio curricular social, ético, política, cultural y ambientalmente correcto o adecuado?

Actualmente se destacan algunos principios valiosos que tienen que ver con el respeto a la individualidad y cuya materialización podría dar cuenta de un futuro promisorio para el libre desarrollo de la personalidad. La separación de cualquier dogma religioso de los currículos académicos y el propósito de desarrollar pensamiento autónomo y crítico son claves en el futuro de una educación con calidad. En ese contexto, trabajar ciertas competencias transversales como la lectura crítica, la escritura, el pensamiento numérico y las competencias ciudadanas, se convierte en un andamiaje para la construcción de “mayoría de edad” -en lenguaje de Kant- por parte de los estudiantes.

De otro lado, las personas estamos organizadas en sistemas sociales y económicos que enmarcan y limitan (esto no es una crítica es un reconocimiento del hecho) nuestro desempeño individual. Así, la economía actual es de mercado con un mayor o menor nivel de regulación por parte del Estado. Excepto Cuba o Corea del Norte, ésta es una realidad global.

Así, la formación para el empleo o para el emprendimiento empresarial se convierte en un requerimiento de supervivencia del sistema.  La educación es un instrumento que también existe para asegurar el recurso humano cualificado de las organizaciones. Las empresas requieren de personal y las familias buscan empleos. Esa es la ecuación del sistema.

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En la doble perspectiva de formar al hombre para su “mayoría de edad kantiana”, para que sea libre y asuma con criterio propio las decisiones de su devenir, y de formarlo para el mundo laboral (empresario o empleado), se deben revisar los indicadores que pueden dar cuenta de la calidad y pertinencia del sistema.

En un escalón inferior vamos a colocar los indicadores que miden la eficiencia y efectividad del sistema. Así, las pruebas Pisa y las Saber (Saber 3, 5, 9 y 11 y Saber Pro) son instrumentos que permiten medir cómo vamos en el camino, antes de que los jóvenes salgan a vivir su vida con plena responsabilidad, ejerciendo su pensamiento crítico y autónomo. En ese contexto, reconociendo que son indicadores de proceso, estas pruebas adquieren sentido y pueden ser aprovechadas con pertinencia en la revisión de las dinámicas curriculares, de las políticas y de la distribución de los presupuestos para el sistema educativo.

No es una novedad reconocer que la educación rural arroja los peores resultados en estas pruebas, siguiéndole las escuelas e IES privadas de bajos recursos. Estos hallazgos deberían guiar decisiones en el manejo de los recursos y en la definición de la política pública de educación.

A propósito del anterior párrafo, es fundamental entender el carácter público de la educación, sea ésta servida por instituciones oficiales o no oficiales. La decisión de separar las escuelas en públicas y privadas responde a cálculos presupuestales y a pilares ideológicos del sistema político vigente: democracia liberal participativa y libertad de mercado con regulación estatal. Por lo tanto, los retos de la educación son del sistema en su totalidad, no de cierto tipo de institución educativa. Todos los ciudadanos tienen derecho a una educación de calidad, estudien donde estudien.

Un indicador de impacto es el referente al ingreso a la educación superior y al empleo.  Si el ingreso a la educación superior dependiera exclusivamente de los logros en la educación básica y media, entonces, la matrícula universitaria daría cuenta de la calidad de los colegios. Sin embargo, el ingreso a la educación superior gratuita es limitada, por lo tanto, los jóvenes que terminan la secundaria y pasan al mercado laboral no cualificado (por ende mal remunerado) o que engrosan las listas del desempleo, son aquellos que no cuentan con recursos económicos (para la matrícula y/o la manutención) y que no hacen parte de una pequeña élite de jóventes talentos que acceden a becas especiales.

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En el caso de la universidad, la tasa de ocupación, la movilidad laboral y los ingresos, son indicadores que permiten medir en parte la calidad de la educación superior. Las cifras sobre desempleo y los estudios que señalan gaps entre el perfil del egresado y los requerimientos de las empresas y demás organizaciones, dan cuenta de mayor o menor calidad en el sistema educativo.

Adicionalmente, los retos del desarrollo sostenible de las sociedades y los territorios y el relativo rezago tecnológico y de competitividad del aparato productivo en comparación con naciones y empresas más avanzadas, son base para la generación de otros indicadores que den cuenta de la calidad del sistema educativo. ¿Un país determinado tiene la capacidad intelectual ingenieril y de gestión para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, manteniendo o elevando la competitividad de las empresas? ¿Está la economía de un país incrementando su acervo de innovación y agregación de valor a los bienes y servicios que produce? La respuesta a estas preguntas indica también el nivel de desarrollo del talento humano de un país o región.

Pero esta perspectiva funcionalista y lineal se queda corta para hablar de calidad. La convivencia ciudadana y la felicidad del individuo a partir de su desarrollo personal, son retos del sistema educativo. ¿Estamos formando para la felicidad y para el reconocimiento de la diferencia, la tolerancia y la pacífica convivencia? ¿Estamos desarrollando la capacidad del ejercicio de la solidaridad y la ciudadanía plena por parte de los estudiantes?

Cuando un país enfrenta problemas relevantes de corrupción, de intolerancia de género, raza o identidad territorial, por ejemplo; cuando se incrementan los niveles de depresión derivados de la convivencia social o la frustración personal -incluso, suicidios-, entonces, está se evidencia que hay retos trascendentales que el sistema educativo no está abordando con suficiencia. La formación de ciudadanos con pensamiento autónomo y crítico, que ejerzan su “mayoría de edad” es una categoría que se debe impregnar no sólo de conocimientos y habilidades, sino que debe combinar dimensiones éticas, estéticas y políticas para el pleno desarrollo de la individualidad en el marco de la convivencia social y con las demás especies del planeta.

Hablar de calidad en la educación implica atender el triángulo Individuo-Sociedad-Territorio, en tanto cada lado de esta figura geométrica tiene sus propias necesidades, intereses y motivaciones. Pero aquellos lados no existen de manera independiente, hacen parte de un sistema vivo. En lenguaje de pensamiento complejo, se debe atender cada lado a la vez que se reconoce el triángulo en su integralidad.

 

 

Crisis económica: mirar a largo plazo ¡he ahí la cuestión!

Abril 3 de 2016,

Autor: Giovanny Cardona Montoya.

 

La actual crisis que vive la economía colombiana, derivada de un cuarto de siglo de abandono al sector manufacturero y a la agricultura, es una buena excusa para señalar la importancia de mirar la competitividad más allá de las materias primas y de la tasa de cambio.

De hecho, y como una ratificación de que no estamos “descubriendo el agua tibia”, hace poco un colega me recordaba que Michael Porter -quien pinceló estrategias para la competitividad de Colombia hace unos 20 años-, habría dicho que ojalá Colombia no encontrara más petroleo. Creo que esta afirmación no requiere más explicaciones.

 

Desde mediados del siglo XX se ha evidenciado que la agregación de valor es la principal fuente de riqueza de los exportadores ¿En qué estábamos pensando los colombianos?

Desde mediados del siglo XX se ha evidenciado que la agregación de valor es la principal fuente de riqueza de los exportadores ¿En qué estábamos pensando los colombianos?

 

Ver el futuro, ver a lo lejos.

Colombia tiene un reto rezagado que depende tres variables: productividad, calidad y agregación de valor. Este reto involucra a toda una sociedad, empezando por su sistema educativo, continuando con el aparato gubernamental y terminando con las empresas y los gremios. Para afrontar este reto hay que romper con ciertas tradiciones que nos atan al pasado: la visión de corto plazo de unos espíritus reactivos y el miedo al cambio son dos de ellas.

Si nos concentramos en el Estado, entonces, necesitamos -valga la redundancia- políticas de Estado. A este país lo están matando el cortoplacismo y el gobiernismo. Nadie ve que para que nos vaya bien en las pruebas PISA, por poner solo un ejemplo, es necesario pensar en los niños del pre-escolar, no en los chicos que ya están en 9o grado. ahí ya no hay mucho que hacer. Y no es que haya que abandonar a los estudiantes adolescentes, sólo lo digo porque aquí vivimos otro síndrome: el de los gobiernos mediáticos.

El problema de Colombia no son las pruebas PISA, no. El problema es que nuestros estudiantes tienen serios problemas de lecto-escritura, de pensamiento matemático, de análisis, de síntesis, de abstracción, de dominio de otras lenguas y culturas, entre otros. Pero, como las pruebas PISA son las que mojan tinta y se comentan en las redes sociales, entonces, nuestros gobiernos se preocupan por ver cómo mejoran su imagen en Facebook, no como le dan Norte a esta nación.

Pero en las empresas la situación no es diferente: la tan aclamada VISION permanece engomada en las paredes de las oficinas y reluce en todas las páginas web, pero al mismo tiempo todo el talento humano de la organización anda ocupado resolviendo los problemas de la quincena, del trimestre o, a lo sumo, del año. Nadie tiene tiempo para pensar en el futuro.

 

Educación miope

Al sistema escolar no le va mejor: tenemos currículos que tratan de transmitir información, que forman personas para recordar datos, que desarrollan habilidades que hoy realizan las máquinas y que, peor aún, no motivan a los estudiantes para que deseen aprender.

Para no quedarnos en generalidades, está claro que necesitamos profesionales que tengan competencias lecto-escritoras en más de un idioma (o al menos en el nuestro), que tengan pensamiento matemático, autónomo y crítico y que sean creativos. Si hacemos eso, seguro nuestro aparato productivo daría un salto. Pero seguimos enseñando matemáticas de tal modo que los estudiantes las odien, los tenemos repitiendo textos en blanco y negro que están publicados por todas partes, y seguimos dándoles semestres y semestres de gramática de inglés, lo que hace que sepan repetir verbos regulares e irregulares, pero no construyan una sola frase.

Una última evidencia involucra al MEN y a las instituciones educativas. Hemos dividido la educación en presencial y virtual, !qué locura! Hace poco me di cuenta que hay Universidades que ofrecen educación a distancia tradicional y, entonces, se les diferencia de la educación virtual. No me imagino la educación a distancia sin computadores, sin informática y sin Internet. Bueno, tal vez, una educación a distancia para comunidades indígenas pueda justificarse, pero de resto ¡imposible!

Pero el punto no es ese, el punto es que la educación presencial tiene que ser mixta, requiere de la virtualidad. La educación virtual no tiene futuro como modalidad, mejor dicho, la educación fundamentalente presencial debe desaparecer. No me malinterpreten, realmente lo que quiero decir es que la educación centrada en un profesor que sabe no tiene presentación en el mundo de hoy, lleno de información y experiencias para los estudiantes, incluso desde antes que se matriculen.

Hoy la educación debe enriquecerse con metodologías y tecnologías que fortalezcan la relación entre autoaprendizaje (el estudiante enfrentándose al conocimiento de la web) y el aprendizaje colaborativo (interacción con el profesor, con los colegas, con los empresarios, etc.), conectando el aula -si es que la hay- con el ciber-espacio y con los espacios cotidianos de nuestros  estudiantes (las calles, el hogar, las empresas, etc.)

Este país tiene muchos problemas, pero uno de los más evidentes es que no nos atrevemos a ver más allá de la quincena; nuestro gobierno, nuestras empresas y nuestras escuelas tienden a venerar el pasado y a ver el futuro muy pero muy cercano.

 

Innovaciones en Colombia: ¿somos realmente un Mercado Emergente?

¿Entendemos qué significa ser un Mercado Emergente?

Desde que se popularizó el término Tigres Asiáticos, la literatura especializada y la no especializada se han dedicado a la creación de categorías y siglas que pretenden sacar, al menos en el papel, a varias naciones del tercer mundo de su condición de subdesarrolladas. Es así como hoy hablamos de Mercados Emergentes y de los BRICS.

En los últimos años, el acrónimo CIVETS ha llenado de orgullo a los colombianos, ya que, según Robert Ward y el CEO de HSBC, Michael Geoghegan, éstas son economías emergentes que tendrían un gran dinamismo en los próximos años. Sin embargo, a pesar de la “popularización” mediática, hablar de tigres asiáticos en las décadas pasadas o de mercados emergentes en la actual, implica darle significado al mensaje que se desea transmitir. Estos son países que presentan cambios cuantitativos y cualitativos en sus estructuras productivas, lo que se traduce en un fortalecimiento de su capacidad para innovar, diversificar e internacionalizarse.

Sin embargo, en Colombia las noticias de consumo doméstico van en otra dirección. Las evidencias señalan serios problemas estructurales que presenta la formación del talento humano. Los bajos resultados de nuestros estudiantes en las pruebas PISA o las alarmas que prende el MEN sobre la calidad docente en escuelas y colegios, son una prueba de que una cosa es entusiasmarse con el auge de las exportaciones de hidrocarburos y otra muy diferente es asumir la condición de Mercado Emergente.

En esta misma dirección, el Consejo Nacional de Competitividad ya ha señalado ciertos factores críticos relacionados con los retos que se ha colocado el país para el año 2032. Dentro de los factores críticos, tal vez una de las mayores evidencias del éxito de los Mercados Emergentes son sus avances en materia de innovación.

Un reporte de los investigadores de la SIC, Jacobo Campo Robledo y Juan Pablo Herrera, indica que entre 1990-2011, un incremento de 10 por ciento en las patentes de invención registradas por residentes nacionales de un país provoca, a largo plazo, un aumento del Producto Interno Bruto (PIB) de 0,25 por ciento. Entre tanto, cuando esa misma variación del registro de patentes (10 %) se presenta por residentes extranjeros, el PIB de un país se incrementa en 0,44 por ciento. ¿Cómo está Colombia y cómo va el mundo en materia de patentes?

¿Quién innova en el mundo? ¿En qué se está innovando?

Según la OMPI, en 2012 China se pone a la cabeza del escalafón de solicitudes de patentes presentadas, a la vez que se convirtió en el país que más solicitudes recibió. En otras palabras, los innovadores chinos fueron los más productivos en dicho año y, a la vez, ese país fue el más requerido para tramitar patentes. El liderazgo de China es notorio en los cuatro tipos de registro de Propiedad Intelectual: patentes, modelos de utilidad, marcas, y diseños industriales.

De las cinco principales oficinas de Propiedad Intelectual del mundo, la de China tuvo una tasa de crecimiento superior al 10% con respecto a 2011. Pero, lo más llamativo es que a pesar de la crisis económica que aún era bastante evidente en 2012 en Europa y Norteamérica, las solicitues de patentes presentadas a nivel mundial aumentaron en 9%, siendo la tasa de crecimiento más elevada de las últimas dos décadas. Si bien en 2009, se presentó una contracción del 4%, las solicitudes de patentes han  venido creciendo año tras año en el mundo. Si miramos el crecimiento de patentes por oficinas, no sólo es evidente el auge de registros de patentes en China (25%), sino en otros mercados emergentes: México (9%), Brasil (5%), India (4%) y Sudáfrica (3%).

Otro indicador relevante, además de las solicitudes de patentes, es el de las patentes concedidas. Según la OMPI, en 2012 por primera vez en la historia se certificaron más de un millón de patentes. El crecimiento fue de casi 15% con respecto a 2011, siendo la mayor tasa de crecimiento desde 2006, dos años antes del inicio de la recesión global. Al China le fueron aprobadas cerca de 50 mil, mientras que Corea del Sur superó las 70 mil.

Los ámbitos de innovación en los que se presentan mayores avances en el mundo son informática, tecnologías médicas, química orgánica y química de materiales, metalurgia de materiales, semiconductores y tecnologías relativas al transporte. Las solicitudes de patente presentadas en sectores de tecnologías relacionados con la energía aumentaron en un 5,3% en 2012.  En China y Suiza, se centraron en energía sola, mientras los europeos y japoneses tramitaron patentes de avances relacionados con pilas de combustible.

Patentes en Colombia

Mientras en el mundo se tramitan cerca de un millón de patentes al año, en Colombia se presentaron menos de 1300 solicitudes, de las cuales, por estadísticas, cerca del 60% no serán aprobadas por no cumplir todas las condiciones. Sin embargo, lo más crítico es que de este pequeño número de patentes, ni siquera el 20% son tramitadas por empresas colombianas; del total de solicitudes de patentes, sólo 134 fueron tramitadas por nacionales y más de 110 corresponden a extranjeros. De igual manera, de 515 concedidas, sólo 57 fueron aprobadas a colombianos.

La Superintendencia de Industria y Comercio (SIC) señaló que entre 2004 y 2014, más del 50% de las patentes concedidas conrresponden a innovaciones en materia de ingeniería mecánica, las demás se distribuyen entre ingeniería eléctrica, biotecnología, química e ingeniería química.

Otro rasgo de nuestro país en materia de innovaciones es el grado de concentración. Bogotá es, de lejos, la ciudad que más patentes obtiene, seguida de Santander, Antioquia y Valle.

En lugar de conclusiones

Si tenemos en cuenta que en el mundo se tramitan cerca de un millón de patentes, las 515 que se registraron en Colombia en el último año son un número demasiado pequeño para pretender ser reconocidos como Mercado Emergente.

El estudio de la SIC consultado, señala que la propiedad intelectual es una fuente de crecimiento económico y que el efecto de las patentes sobre el aumento del PIB es más evidente en países con mayor apertura económica. El caso es que en materia de apertura, Colombia es un país de referencia en América Latina.