La vi, como las esquivas estrellas de otros años, partir. Espalda erguida, paso firme y un mar de razones para no mirar atrás. ¿Quién vuelve a luchar por un amor sin oxígeno, agotado por lo cotidiano, atorado en los errores del pasado? Pocos. Ella no.
Lo vi también, como muchos domingos, colmarme la paciencia, desarmando a punta de empates y de bostezos la ilusión de ocupar el Atanasio de alegría, reventé garganta con palabras cargadas de furia y frustración. ¿Quién iba a creer en ellos? Pocos. Yo no.
Pero a este, que me anticipó tan pocas sonrisas, se le ocurrió la inusual idea de perseverar hasta cuando de negro le fuimos a gritar desilusión. Abriéndole paso a los escépticos, a las chiflas y a la indiferencia de los que no creímos, se paró en el lugar de los que reman contra corriente con el corazón como motor. En tiempos donde pocos se atreven a seguir apostando por las tareas que se plantean imposibles, el DIM, el Medallo, le refrescó la memoria al amor moderno y, Poderoso, le recordó que en tiempos difíciles hay que dejar el alma en las cuestas altas, aún cuando las lógicas se oponen, aún cuando solo de a 12 mil te van a ver a casa.
Esa lección la dieron entre un tal González, un Pertuz, un Ricaurte y un señor Cano. Esos tipos le mantuvieron el flote al barco del sabio Zambrano. Quien sereno, aguantó la tormenta invitando a creer a pesar de los vientos de fracaso. Este extranjero nos enseñó que sólo se está perdido cuando deja de latir el corazón. No me olvido de uno por el que algunos perdimos la cabeza más de una vez, Caicedo, como ninguno, soportó gallardo las piedras y ya no vemos posible esta gesta sin él. Perdón.
Este Medallo de causas sufridas me tiene, con la taquicardia roja, pensando que los milagros de amor existen. Me tenés soñando Medellín con que nos fundiremos en abrazos, miraremos al cielo de nuevo con una sonrisa renovada, haremos lo que pocos valientes hacen, dejaremos atrás tantos encuentros con el dolor, diremos al mundo cuántas razones hay para querer sin medida y volveremos, volveremos a ser campeones como en el veinte dieciséis.
Cristian Marín Macías.