Crónica de un trago amargo

FOTO ROBINSON SÁENZ (EL COLOMBIANO)

Salir con el corazón hecho trizas, pedir una cerveza y buscar culpables. La vieja confiable: señalar a los defensas por el “argumento” que les falta malicia y les sobra melanina. Decir alguna frase racista.

Enfocar a los referentes. Pensar que el flaco que se viste con la número 10 ya no es lo mismo de antes. Que David se hizo viejo y no aprendió a jugar con los pies y que Cano no estuvo tan fino como en otras tardes.

Cuestionar por qué Larry Angulo jugó 80 minutos de gratis. Pensar que Diego Arias tenía que ser titular por encima del pelao sin experiencia.

Valorar el esfuerzo de Leo Castro. Añorar a Juan Fernando Caicedo. Imaginar que habría pasado si estaban Pertuz y Albornoz. Mirar para el banco y no encontrar cambios cantados.  

Esperar respuestas del poeta Zambrano que no llegaron ni en verso ni en prosa. Maldecir a la suerte por las bolas que no entraron. Agradecer por las que nos salvamos.

Putear al árbitro por obviar algunas faltas y dejar quemar todo el tiempo del mundo. Preguntar la nacionalidad del sujeto. Hacer algún chiste contra los venezolanos.

Bancar a todos los pibes menos a Ever Valencia. Extrañar al equipo del semestre pasado que nos robó sonrisas y nos puso a soñar con una nueva estrella.

Pagar las cervezas y arrancar para la casa. Soñar con el partido. Recibir los chistes en el trabajo y la gente que te da el pésame. Tener la certeza que hoy estamos más cerca del infierno que del séptimo cielo.   

En últimas, mirar para adelante y sostener la fe ciega del hincha. El fútbol y la vida casi siempre dan revancha. Esperar con ansias el partido del sábado. 

 

POR MATEO ISAZA GIRALDO

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