viernes
7 y 9
7 y 9
Uno de los líderes wayúu de bahía Portete en La Guajira, Luis Epinayu, indígena, siempre de sombrero y sandalias, lleva toda una mañana preparándose para su discurso. Escucha a otras autoridades wayúu y a sus paisanos, quienes se “arremolinaron” en la ranchería con una alharaca propia de un día de fiesta.
Él solo observa en silencio. Sabe que tiene muchas cosas para decir en un discurso que escuchará el presidente Juan Manuel Santos y para el cual solo tiene cinco minutos. Por eso, aparecen los temas pendientes: el agua, el retorno, la sequía, la carretera, la gobernabilidad, la seguridad. El bendito abandono. Asuntos incompletos que aquí duelen.
Y es que desde hace 50 años un presidente no llegaba a Portete, tal como lo dijo el mismo Santos. Y este sábado llegó en helicóptero y acompañado del ministro de Ambiente Gabriel Vallejo, con el único propósito - a pesar de la lista de otros asuntos pendientes- de firmar el decreto con el cual se declararon cerca de 14.000 hectáreas, sagradas para los wayúu, como Parque Nacional Natural, con el cual el país suma 59 de estas áreas protegidas. Los wayúu lo llamarán Kaurrele que en su lengua significa: “perlas del mar Caribe”.
Este nuevo parque de Bahía Portete, que en un 80 por ciento es marino, tiene manglares, corales, aves, langostas, moluscos, almejas, caracoles, ostras, tortugas, armadillos, murciélagos, zorros y otras muchas especies. En su jurisdicción hay ocho comunidades indígenas que ven este bullicio que se hace con la declaratoria, como una señal divina para que el país nos recuerde. “Esta es una victoria que nos da más fortaleza en el sentido de la preservación de nuestra tierra porque la Bahía es la vida y es sagrada, a ella no se le puede contaminar”, dice el señor Luis. Cabe anotar que a pesar de que el Gobierno realizó el proceso de consulta previa con las ocho comunidades, dos no asistieron al proceso y hay una comunidad que durante los últimos meses ha insistido en que no se les consultó. Asunto que, según el ministro Vallejo, ya está superado al lograr un consenso con esa comunidad.
Hay dos maneras de llegar a Bahía Portete: en helicóptero, como lo hizo el presidente Santos o en camioneta desde Riohacha. La travesía empieza a las cinco de la mañana con un pronóstico muy bueno: No ha llovido. Y es bueno porque eso significa que la trocha hoy no es barro. Desde Riohacha se llega a Uribia. En Uribia se toma café acompañado con arepa de queso que venden los indígenas. Se tanquea el carro con gasolina de contrabando que se vende en cualquier esquina. De ahí se sigue por la ruta del tren carbonero hasta que se llega a un sitio que se llama San Martín y se empieza una trocha de 124 kilómetros que se hacen en tres horas.
Antes de abordar la camioneta los funcionarios de parques nacionales advierten que para este recorrido es necesario comprar panela, galletas y agua. ¿Para qué? Pues justo cuando empieza la trocha lo entiendes: comienzan a aparecerse, kilómetro a kilómetro, los niños wayúu que tienen hambre y que se inventaron la técnica de poner un peaje a su manera: pasan un acuerda de lado a lado y detienen el carro y salen a recibir la galleta o el tronco de panela. Algunos dicen hola, chao, gracias. Otros solamente mueven la mano y dicen adiós y sonríen. Ninguno habla español. Tienen hambre.
Al final de la trocha, aparece Luis Epinayu y todos sus paisanos, que tratan de poner en palabras “bonitas” este drama: que sus niños tienen hambre, que quieren agua, que necesitan que la carretera esté bien, que a veces sienten miedo. Tratando de entender el contraste de un pueblo que se muere de sed, pero que tiene a sus pies una bahía majestuosa. Le pregunto a una jovencita de unos 15 años que me cuente cuál es la importancia de Bahía Portete para Colombia y ella, en un español malo, me dice que me responde si le doy agua. Le entrego una botella de agua y ella, con los ojos cerrados, como dándole un beso, se la toma toda. Me la devuelve vacía y dice: “este es el lugar más hermoso de Colombia”. Sin más.
En la ranchería de Portete que es la puerta al parque natural, también aparece una líder wayúu que actúa como traductora de las autoridades indígenas. Se llama Carmen Cuadrado. Habla fuerte, sin titubeos. Con ella aparece también el recuerdo de hace diez años cuando los paramilitares asesinaron a seis indígenas y desplazaron a cerca de 600 en donde empezó el éxodo, que hoy todavía duele. “Toda la vida hemos cuidado nuestra Bahía. Para nosotros es sagrada porque es como una madre, ahí están todas las especies y por eso hemos sobrevivido de ese mar. Este día para nosotros es histórico porque por primera vez un presidente llega a nuestra ranchería que hace diez años estaba sola porque nos desplazaron. Hoy en día estamos retornando y “¡aquí nos vamos a quedar para siempre!”, dice la mujer.
En su discurso en español que fue traducido a wayuunaiki, Santos les habló a los indígenas sobre la paz, sobre la importancia de preservar su cultura y de llevarles agua. Indicó que en el ordenamiento del nuevo parque se respetan los ancestros wayúu. “Preservaremos la cultura wayúu, también aportaremos a su calidad de vida y vamos a trabajar de la mano para que podamos traerles todo lo que se requiera para ir mejorando su calidad de vida y su bienestar”, añadió Santos.
Indicó que se va a favorecer la productividad pesquera, la crianza de peces y que se instalarán dos plantas con recursos de Parques Nacionales para potabilizar el agua con energía solar y que surtirán a una número de personas que oscila entre las 350 y las 500 por día. También anunció que se van a repotencializar 450 pozos para que funcionen también con energía solar.
En su discurso en wayuunaiki que fue traducido al español, Luis Epinaiu, advirtió que como autoridad máxima de su territorio lo único que esperaba es el respeto por la palabra y que todas las cosas que les han prometido se cumplieran. Que así como el Gobierno había llegado y se instaló en su tierra, así mismo se quedará para siempre.
Así lo había advertido Gonzalo Andrade, profesor de la Universidad Nacional y coordinador de la Comisión permanente de áreas protegidas de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas Físicas y Naturales y quien además dio el concepto académico para que se diera la declaratoria, ha sostenido que con el parque, los indígenas ven una oportunidad de salir adelante. “Ellos no solamente van a ayudar a conservar especies de caimanes, de mangle, de corales... ellos están comprometidos a proteger estas especies, pero también ven una oportunidad para solucionar los problemas”, dijo Andrade.
Cabe anotar que entre los retos del parque natural se incluye el de conservar los ecosistemas de formaciones coralinas, praderas de fanerógamas, el litoral rocoso, las playas arenosas y manglares. Asegurar el mantenimiento de los hábitats de alimentación, refugio y reproducción de tortugas marinas, cocodrilos y aves acuáticas. Generar servicios que brindan los ecosistemas marinos y costeros y sus especies asociadas, favoreciendo la productividad pesquera de la Alta Guajira. Y garantizar las condiciones biofísicas necesarias para el desarrollo de prácticas tradicionales asociadas a la cultura del pueblo Wayuu en Bahía Portete.
Tras el bullicio de la jornada, el señor Luis se refugia del ruido, de tanta gente nueva que hoy llegó a su ranchería. Dice que está contento, pero no sonríe.
“Santos puso en palabras que con esta declaratoria vamos a recibir apoyo, ahora nos falta seguir esperando lo que ya nos prometió. Nosotros nos comprometimos a cuidar la bahía, si nosotros la conservamos durante décadas sin la ayuda de nadie, ahora la vamos a cuidar más porque todo el país está pendiente”. Me pregunta que si voy a volver y le digo que sí, y entonces asevera: “Ojalá usted también cumpla y pueda volver otra vez porque aquí van a seguir pasando cosas para que el país se siga dando cuenta de lo que está pasando, de que aquí estamos sobreviviendo, que esta también es Colombia”.
Por último, Telemina Barros, vocera asesora de la comunidad de Portete, se encarga de servir el almuerzo a quienes llegaron a la declaratoria del parque. Sirve chivo guisado, arroz, patacón y ensalada. Y aprovecha el silencio de quienes comen para dar las gracias por ir a su tierra. Agradece la visita como quien hace una oración y, a manera de súplica, pide “volver”. No olvidar el camino, ni a los niños y sus peajes del hambre.
*Por invitación de Parques
Nacionales Naturales